Y en el medio de esa habitación vacía, había una enorme pira de libros. Fácil quinientos ejemplares de diversas épocas y autores, todos apilados en forma de pirámide y con algunos leños entre ellos. A su alrededor, estaban las sillas dispuestas en círculo.
La gente a medida que iba llegando, fue tomando asiento algo sorprendida y sin saber muy bien qué esperar; (ellos suponían, que esto sería la típica presentación y lanzamiento de un libro).
Allí fue cuando comenzó a sonar aquella música instrumental, suave y de fondo, de manera que si acaso hubiese algún silencio, este ya no fuera tan profundo. Poco después llegó el autor, sin ningún libro en su mano ni el suyo que se suponía iba a presentar, ni tampoco una hojita suelta con algún supuesto discurso inicial; pero sí traía un encendedor. Le prendió fuego a la pira y se sentó como uno más alrededor del fuego.
Quebrado el hielo inicial por el calor de la hoguera, el autor, (físicamente desconocido para muchos), interrumpió el crepitar del fuego haciendo su presentación personal, mitad de memoria y mitad improvisada.
Así se dio inicio a la charla y a poco de empezar, producto quizás del atractivo natural del fuego, la gente empezó a sentirse más cómoda olvidando prejuicios y temores y poco a poco, comenzaron a contarse sus propias historias, los unos a los otros, alrededor de un fuego encendido; como se hizo desde siempre.
Algunos, los más ofuscados, opinaban en contra del acto que estaban observando, alegando que esto iba en desmedro de la libre expresión y de la memoria colectiva. Sin embargo, justamente a los más memoriosos, esto les recordaba antiguas épocas en que la iglesia en su momento, también los nazis y tantos otros después, organizaban alegremente las quemas de libros en plaza pública, como un método para erradicar esas ideas que ellos consideraban peligrosas. Y no falto quien, haciendo una simple proyección, afirmara que la censura, mucho más reciente, no era otra cosa que la versión moderna y bastante más eficiente de aquellas quemas de antaño y allí, se levantó un hombre de su silla, quizás el más radical en esta línea, opinando que los actuales impedimentos como los económicos primero, culturales después, y hasta los burocráticos; son la actual censura de hace poco, y quemas de hace siglos. Luego se volvió a sentar.