Uploaded with
ImageShack.us EL HADA FEA PELUSITA
Había una vez un hada muy pequeñita, tan fea que estaba envuelta en una pelusa blanca y parecía la semilla de una flor y por eso en el país de las hadas la llamaban Pelusita. Se trasladaba con el viento o en las chispas luminosas de las estrellas donde subía de un salto para navegar por el firmamento y siempre se escondía para que nadie viera lo fea que era.
Un día la Gran Reina Dorada la llamó a su presencia y le dijo:
-Pelusita, ha llegado la hora de que consigas la varita mágica, para ello debes dejarte ver en la tierra y traer las lágrimas de una niña para cambiarlas por una sonrisa, como ordenan los siete sabios del universo que cuidan de la alegría de los niños.
Y dicho esto, la Gran Reina Dorada puso en su mano a Pelusita, sopló sobre ella y la echó a volar por los aires. Pelusita, muy asustada y triste porque le daba mucho miedo dejarse ver en la tierra, se agarró a los faldones del viento que en aquel momento paseaba por los alrededores y dando volteretas para un lado y para otro se alejó del país de las hadas.
Al poco rato, cuando ya pudo sentarse cómodamente sobre la tela del viento, vio un país lleno de niños y decidió bajar y mirar a escondidas lo que pasaba allí y saber si podía conseguir alguna lágrima infantil.
-Viento, por favor, bájame hasta ese lugar que necesito llevarme las lágrimas de una niña para cambiarlas por una sonrisa y así conseguir la varita mágica- le dijo.
El viento, despacito, la dejó sobre el banco de un parque y se marchó para seguir paseando por el espacio. Pelusita comenzó a buscar una niña que tuviera lágrimas pero allí todos los niños eran tan guapos y felices que pasaban el tiempo riendo y haciendo travesuras sin que nadie les regañara. Cuando vieron volar aquella pelusa blanca, los niños creyeron que era la semilla de una flor y corriendo fueron tras ella para atraparla. Unos intentaban sujetarla entre los dedos pero Pelusita, se escurría entre las rendijas y escapaba volando.
-¡Esa semilla es mía!-decía uno –voy a espachurrarla.
-No, es para mí- decía otro intentando darle un pisotón.
-Esa semilla la quiero aplastar entre las hojas de un libro- decía otra niña con la cara llena de churretes –verás como se seca y se queda como un papel.
Pelusita, temblando de miedo no sabía que había llegado al país de los niños traviesos y cuando ya la tenía uno entre sus manos y creía morir aplastada, de una ventolera, su amigo el viento la arrebató y se la llevó por los aires. Cuando se le pasó el susto vio que, al fin, llegaba al país de los hombres normales, esos que unas veces son buenos y alegres y otras algo malvados y tristes. Era un país precioso; con campos verdes, mares inmensos, ríos y cascadas y lleno de hermosas flores entre las que el viento dejó a Pelusita. Se sentía tan feliz calentada por los rayos del sol que casi se queda dormida pero un ruido la despabiló. Prestó atención, miró por la rendija de entre los dos pétalos de una flor y vio a una niña sentada a la orilla de un río, con las mejillas llenas de un agua rara que no sabía qué era. Pelusita se acercó despacito y le dijo:
-Niña, ¿por qué estás triste? ¿y por qué sale agua de tus ojos?
La niña, al ver una pelusita blanca que le hablaba y que no conocía las lágrimas, se quedó muy sorprendida. La cogió con mucho cuidado, la puso sobre su mano y le preguntó:
-¿Es que no conoces las lágrimas? ¿Quién eres tú que tienes tanta suerte que no sabes lo que es llorar?.
-Soy el Hada fea Pelusita. Busco a un niño triste porque tengo que llevarme sus lágrimas para cambiarlas por una sonrisa y así conseguir la varita mágica, pero no sabía que las lágrimas eran agua que salía de los ojos, creía que era alguna cosa que los niños tenían en las orejas.
La respuesta le hizo tanta gracia a la niña que olvidando su tristeza, le contestó:
-¿Y cómo es que no lo sabes?
-Porque en el país de las hadas no se llora nunca.
El Hada Pelusita, de un salto, se colocó en el pelo de la niña como un adorno. La niña se reflejó entonces en el río y Pelusita, asombrada, vio que era una niña más fea que ella. La niña al ver su cara en aquel espejo de agua clara, volvió a llorar desconsolada y a Pelusita le entró una tristeza tan grande que, sin darse cuenta, notó como de sus ojos salía un agua que rodaba por sus mejillas y caía en gotas por su gran nariz.
-Pero, Pelusita- le dijo la niña- ¡si tú también estás llorando!
-¿Este agua que cubre mis mejillas es llorar?..., pues no resulta tan triste como creía porque a mi me deja muy tranquila.
A la niña le hizo gracia el comentario de la pequeña hada y se puso a reír. El hada fea Pelusita, al verla, se quedó asombrada. Con la risa, el rostro de la niña se había transformado en algo tan hermoso que la dejó boquiabierta, y le dijo a la niña:
-Mírate ahora en el espejo del río.
La niña al verse tan bella, no paró de reír y reír y muy contenta, se fue a jugar con otros niños.
Pelusita se quedó pensando en lo que había visto y decidió regresar al país de las hadas para hablar con la Gran Reina Dorada.
Cuando llegó y pasó a presencia de la Reina, está le preguntó:
-¿Has traído las lágrimas de una niña, Pelusita?
-No, majestad.
-¿Y por qué?-volvió a preguntar la Reina- Así no podremos cambiarlas por una sonrisa para que esa niña esté siempre contenta y tu puedas recibir la varita mágica.
Pelusita le respondió:
-No es necesario cambiar nada en los niños, majestad, porque ellos necesitan llorar y reír para aprender que las dos cosas son hermosas.
-¿Y tú cómo lo sabes?- preguntó, otra vez, la Reina.
-Porque yo también he llorado, mi Reina, y cuando lo he hecho, el corazón se ha quedado tan sereno que no me importaría volver a llorar.
La Gran Reina Dorada de las Hadas se quedó pensativa durante un rato y luego dijo:
-Bien, Pelusita. Llevaremos este asunto a los Siete Sabios que cuidan la alegría de los niños para saber que opinan.
Al día siguiente, la Gran Reina Dorada de las hadas, se envolvió en la túnica invisible de viajar por el cielo y con Pelusita en la mano, llegó al país donde vivían los Siete Sabios que cuidan la alegría de los niños. Al entrar en aquella sala suspendida en el aire para que nadie la viera, la Reina y Pelusita vieron como los Siete Sabios, miraban con un enorme telescopio por los agujeros que había en el cielo, observando el comportamiento de todos los niños. Al verlas, el más Sabio de todos, se peinó la barba blanca que le llegaba hasta los pies y las hizo sentarse en una nube muy blandita para que estuvieran cómodas. Cuando la reina iba a explicar la aventura del Hada fea Pelusita, el Sabio dijo:
-Noooo, noonono...¡¡¡ No son necesarias explicaciones, lo hemos observado todo con el telescopio que llega hasta la tierra desde nuestra ventana, y después de reunirnos para esclarecer este asunto, hemos decidido por unanimidad que los niños también necesitan llorar un poco porque luego, le dan más valor a la risa. Así que ya no habrá que salir a por lágrimas de niñas ni de niños para cambiarlas por sonrisas, porque ellos solitos, lo saben hacer y eso les ayuda a conocer que en la vida, se deben tener las dos cosas, la tristeza que provoca las lágrimas y la alegría que provoca la risa. Y como premio al Hada Pelusita que es quien lo ha descubierto, ofrecemos a Pelusita la varita mágica especial de la belleza, la bondad, la sabiduría y la alegría.
Se hizo una gran fiesta en el país de las hadas para festejar a Pelusita y cuando le fue entregada la varita mágica especial de la belleza, la bondad, la sabiduría y la alegría, Pelusita sintió como su ser se transformaba y al reflejarse en el espejo del cielo, vio que era el hada más pequeña pero también la más hermosa del país de las hadas.
Por eso amiguitos, os pido que cuando veáis una pelusa que parezca la semilla de una flor, dejarla volar, porque puede ser el hada Pelusita que está ayudando a los niños a ser felices.... aunque también tengan que llorar un poquito de vez en cuando. – MAGDA.
Uploaded with
ImageShack.us