Juro, Juro por un Pan Duro +++DESTACADO FEBRERO DE 2011+++

DESTACADO

Gumersinda sopló con fastidio hacia arriba, para quitarse el mechón de pelo oscuro que se había escapado del pañuelo atado a su cabeza y le caía sobre los ojos lacrimosos.

Con un despliegue de furiosa energía, atacaba briosamente con su escoba la tierra y las hojas sueltas acumuladas sobre la vereda de la casa donde trabajaba tres días a la semana. Después pasaría adentro, donde habría de lavar y tender la ropa sucia que le dejaban preparada en una cesta de mimbre, hacer las camas, acomodar un poco el desorden en los dormitorios, quitar el polvo de los muebles y adornos, limpiar y encerar los pisos, para concluir su jornada en el cuartito del fondo, donde planchaba la ropa seca mientras escuchaba la radio, repartiéndola y acomodándola finalmente en los guardarropas correspondientes.

Mientras llevaba a cabo todas estas tareas en forma automática, Guda, como todos la llamaban familiarmente, no dejaba de rumiar sus propios acuciantes problemas personales. ¿Y cuál podría ser la razón de esas permanentes preocupaciones en una mujer relativamente jóven, con trabajo humilde pero seguro, bastante sana a Dios gracias, y madre de una adorable niña estudiante de segundo grado de la primaria? Pero claro..., por supuesto. ¿Qué otra cosa iba a ser, sino el marido?

En el caso de Guda, éste era un lastre que impedía el más elemental bienestar de la familia. No, no era un tipo violento o golpeador, sólo alguien que aceptaba demasiado fácilmente sus fracasos, culpando a la mala suerte de sus propias limitaciones y que siempre se hallaba propenso a sentir una enorme lástima de si mismo. Además, era un tremendo mentiroso compulsivo.

Desde que había perdido su trabajo cuatro meses atrás, no hacía más que quejarse a quien lo quisiera escuchar. Paulatinamente se fue alejando de sus viejas amistades, para frecuentar la dudosa compañía de personas como él, perdedores de vocación, quienes habían cambiado el vigor de la acción, por una eterna auto conmiseración plañidera que los retenía empantanados siempre en el mismo lugar, sin posibilidad de avanzar.

Guda había hecho todo lo posible a su alcance para hacerlo reaccionar, tratando de una forma u otra de insuflar más espíritu en este hombre sin norte, aunque sin éxito. Ahora, no solamente eran reuniones de lamentos diarios con sus otros camaradas en desgracia, sino también bebida y ocasionales mujeres de la calle. Guda se hallaba al límite de su santa paciencia.

Como su marido había adquirido el hábito de mentir descaradamente acerca de sus acciones, era imposible intentar encarar un diálogo productivo con él. Lo suyo era negar y negar, evadiendo su responsabilidad en todo lo que se le imputara. Así, Guda a duras penas se las arreglaba para mantener la familia a flote, limpiando casas de familias acomodadas de lunes a sábado. Quizo darle a su compañero más de una oportunidad de redención, a fin de poder volver a tirar juntos del carruaje para el mismo lado, pero había fallado miserablemente.

Esa noche, sin embargo, sería diferente a las demás. Estaba dispuesta a confrontar a su esposo como no lo había hecho nunca antes. Con toda la vehemencia y agresividad necesarias para que la situación se enmendase de una buena vez, o terminara por romperse del todo. No lo dejaría escabullirse con su retahíla de mentiras y negativas. No, hasta que entrase en sana razón o se marchase de la casa para siempre, con sus pocas cosas y su mala influencia.

Cuando a las seis de la tarde terminó con todas sus tareas, Guda recibió su paga y se encaminó directamente a su casa. Quería contar con suficiente tiempo para poder llevar a su niña hasta lo de su madre, evitándole así presenciar cualquier posible escena desagradable, y enseguida regresar para esperar resueltamente a su marido.
Llegó de vuelta a su hogar casi a las ocho y media. Dieron las nueve, las diez y luego las once de la noche. Guda estaba sentada muy erguida, a oscuras, en una silla de la pequeña sala de estar. Con el correr del reloj se fortalecía su determinación y crecía su contenida furia. A las doce menos diez, sintió el roce de la llave al girar en la cerradura de la puerta de entrada. Su cuerpo se tensó aún más.

Vió pasar la furtiva sombra de su marido, pero antes de que llegara a meterse en el dormitorio, le dijo fríamente a sus espaldas:

- Te estuve esperando por más de tres horas. ¿Adónde andabas?
- ¡E, eeh..., qué susto me diste! ¿Estás levantada? - Pregunto él estúpidamente - Vengo..., vengo de lo de Oscar... Oscar Almada. ¿Te acordás que te lo presenté hace unos días?
- Supongo que si. ¿Pero, por qué venís a esta hora en un día de semana? ¿No ibas a salir mañana temprano a buscar trabajo? Me lo prometiste.
- Si..., si Guda. Ya sé. Pero es que nos pusimos a conversar y la hora se nos pasó volando. Si acaso no puedo ir mañana, será pasado, con seguridad. Te lo juro. Dale, vamos a dormir.
- No. Vos y yo tenemos que hablar. Ahora.
- ¿Ahora? ¿No podemos hablar mañana con la fresca? ¿Pasa algo?
- Oh, claro que si pasa. Pasa de todo, pero vos hace rato que elegiste no enterarte. Y no, no podemos hablar mañana. Será hoy, ahora mismo - Replicó Guda encendiendo la luz de la habitación.

El se dejó caer pesadamente sobre una silla, suspirando contrariado, y ella, con el favor de la luz, inmediatamente notó los restos de purpurina esparcida sobre los hombros de su chaqueta y las difusas manchas rojas en el cuello de su camisa. Parándose frente a él, volvió a preguntar:

- No me dijiste la verdad. Me volviste a mentir. No estuviste en casa de Almada. ¿Venís de parranda, no?
- No..., no...como se te ocurre. Estuve allí, charlando y... jugando a las cartas. Te lo juro.
- Y decime... ¿Ustedes se maquillan para jugar a las cartas? ¿No ves que estás lleno de brillo y manchas de lapiz labial? ¿Vos te creés que yo soy idiota?
- No Guda, no... Es que... Es que debe... debe haber sido... claro, Matildita, la nena de Oscar. Sí..., tiene que haber sido ella, que siempre me pide upa...
- Ah..., ya veo. ¿Y qué edad tiene Matildita?
- Uhh..., ohh..., no sé... realmente. Debe tener unos cuatro o cinco años...
- ¿Y ya se maquilla así? Precoz la nena. Vos si que hoy perdiste el último resto de verguenza que te quedaba... Ahora decime. Ultima oportunidad. ¿Adónde estuviste?
- Te digo que estuve con Oscar, Guda. Creéme. Te lo juro. No sé de dónde diablos puede haber salido esto... - Repitió obstinadamente mientras se sacudía los hombros a los sopapos.
- Muy bien - Respondió Guda con helada calma – Te dí todas las oportunidades que no te merecías, y aún así, seguís empeñándote en tus mentiras infantiles. Esto se terminó aquí y ahora...
- Guda, ¿De qué carajo estás hablando, nena? Vamos..., no jodas, por favor... - Siguió insistiendo, pero ahora realmente asustado al ver que ella seguía sacudiendo la cabeza, intransigente - ¡Te digo la verdad! ¡Te repito que estuve en lo de Oscar! ¡Tenés que creerme! ¡¡¡Mirá, que me parta un rayo ahora mismo si te miento...!!!



La lata de galletitas de agua cumplió la función perfectamente. Dentro de todo, fue un alivio no tener que incurrir en los gastos de un funeral, que son tan caros. Sólo fue la inconveniencia de barrer el montoncito de negras cenizas y ponerlas en la lata con una linda etiqueta escolar manuscrita, por las dudas, para no confundirla...

Nunca dejas de sorprenderme Fobio!!!
Un relato que esperaba con otro desenlace...y si, lástima que en la vida real no siempre se cumple así de fácil esos deseos.
Juro...juro que me gustó.

Muy bueno compañero como nos tienes acostumbrados.
El final un lujo.

¡jajaja! Si es que no se puede mentir en esta vida.. los resultados son imprevisibles.
Me gustan mucho las descripciones detalladas de tus escritos, Jose, creo que ya te lo he dicho más de una vez. Tienes una gran imaginación y una gran soltura para relatar. Un abrazo. MAGDA.

Gracias, Luz. Lo que paso es que el hombre era tan mentiroso que parece que alguien de arriba le concedio su propio deseo, producto de su testarudez en mantener su tonta postura. Y, por una vez, al menos en mi imaginacion..., se hizo justicia. Aprecio de verdad tu visita, amiga. Un saludo cordial,
Jose

Muchas gracias por tu visita, Ricardo. Me alegro que te haya gustado, compañero. Saludos,
Jose

Bueno, Magda. Me da mucho gusto que este cuentito haya sido de tu agrado. Gracias por el regalo de tu visita y comentario, amiga. Un fuerte abrazo de vuelta,
Jose

JAJAJA Y YO QUE YA LE ESTABA CREYENDO AL TIPO,JAJAJA
ME ENCANTO,PORQUE SORPRENDES AL FINAL,PORQUE A UNA SITUACION REALMENTE LAMENTABLE, LE DAS ESE GIRO DE HUMOR ( JA MEDIO NEGRO,PERO HUMOR AL FIN) QUE NOS HACE SONREIR.
EXCELENTE FOBIO, DE VERDAD QUE ME ENCANTO JA

Gracias, Mateo. Como pequeña moraleja rescato que siempre hay que tirar en yunta con la mujer compañera. Aparte de lo amoroso, sexual, etc., etc. esta la mina amiga, la compinche, la compañera. Y nadie en su sano juicio traicionaria a un amigo. Ni siquiera en sueños... Aprecio tu lectura y comentario, amigo. Un gran abrazo,
Jose

Un buen cuento, que ilustra algunas realidades con un humor sano.
Es cierto, o se tira parejo o se pagan las consecuencias, que buey solo bien se lame, dice el dicho,pero para sotener un techo no se puede solo con una pared.

buen cuento amigo,habra que tener cuidado por que jurar.

Que las hadas te acompañen

Los deseos muchas veces se cumplen y el tipo tuvo un castigo de lo más justo.
jajaja, ya sé que no debería reirme, el relato es serio, pero me sorprendió el final....
Que aquellos que mienten vayan jurando por un pan duro que al final ni tan siquiera se comerán sus propias cenizas....;

Muy bueno amigo..!
Te mando abrazos y besos...

Me alegra que te haya gustado, Poe, y ademas sabes que siempre me encanta verte por mis escritos, Hay que tener cuidado al mentir. Hacerlo como costumbre y obstinadamente, tiene sus consecuencias. Si no, que lo diga el marido de Guda, que ahora comparte espacio con las cerealitas... Un saludo con mucho afecto, amiga,
Jose

No, Pili. Con tipos asi, hay que reirse y de lo lindo. Aparte nadie le mando algo que el mismo no pidiera. Solito se la busco el gilipollas. Gracias por regalarme tu presencia en este rinconcito que es mi casa virtual. Un beso grandote con todo cariño, querida amiga,
Jose

Felicitaciones, excelente recomendación. Un final sorpresivo que cierra con broche de oro.

Muchisimas gracias, Silvina. Esto es un gran honor para mi y lo aprecio de todo corazon. Un abrazo con afecto,
Jose

Bien merecido el "destacado", Enhorabuena, amigo.

Amiga Magda, es un gran honor para mi haber recibido esta distincion y me alegra sobremanera contar con tu visita y tu felicitacion. Las aprecio de verdad. Un abrazo,
Jose

José, hay un refrán español que dice, "Se coge antes a un mentiroso que a un cojo", buenísimo amigo como todo lo tuyo, mis felicitaciones por el merecido galardón y un gran abrazo.

Jajaja..., es verdad, Manuel. No conocia el refran, pero es muy adecuado para esta ocasion. Me alegra que te haya gustado, amigo. Siempre es un placer verte por aqui. Un fuerte abrazo de vuelta,
Jose

Excelente, Fobio!!
Y, muy bien merecido el haber sido un destacado del mes.
Así que recibe mis felicitaciones, amigo!

Gracias, Susy. Aprecio tu felicitacion y tu visita por este espacio, compañera. Siempre es y sera un placer tenerte por aqui. Un beso grandote,
Jose

Juro juro... que por bueno este relato tuve que ser destacado! Bravooo José, y sabes que a mí los finales felices me fascinan, me emocionan hasta las lágrimas! jajajaja (Viste qué mala soy... a mí también me cocinará un rayo!) jajajajaja
Un aplauso master y como siempre, aunque ya lo había leído, me gustan los relatos donde el bien triunfa... aunque sea tan sádico! jajaja

Un abrazo y mi cariño!

Mil gracias, Sandra, Y como a vos, a mi tambien me gustan los cuentos con finales felices, aunque mas que felices, me gustan los finales con justicia. Si es posible la divina, jajajaja... Siempre es un regalo pare este criollo verte presente por este barrio, querida amiga. Un abrazo con todo cariño,
Jose