El miedo paraliza ¿me has visto? Me repetía mirándome frente al espejo. Las vidas transcurren y debo ir tras una; la comodidad de estar en el mismo frasco con la misma piel, sin poder mutar me permite deambular en círculos y no sufrir un cambio más. No pensar, deprimirme o soñar, ha de ser bueno, se queda ahí y no está en la realidad. Después de unas cuantas horas de no sentir el espejo cortando mi ego. Sentí como los pies se anclaron a la tierra y la ironía susurraba caricias a mi oído izquierdo, mientras el derecho se encuentra sordo de tanto escuchar mis pecados en la mañana. Esos pensamientos en voz alta trayendo letras de canciones de Nirvana, evocando esa adolescencia destructiva, que busca ahora un saxofón.
-¿Me has visto?- pregunta que me hago, sin respuesta, sin pasado , mirándome fijamente , sin reconocerme , sin escucharme, tocando mis ojos con miradas perdidas , mirando mi cuerpo , tocando mi abdomen , mis brazos , acercándome un poco a Mariana , esa Mariana que una vez sentí, ¿Quién ocupa su cuerpo ahora? Es la pregunta que me hago esta mañana, mientras tarareo aquella canción de domingo que escribí bajo mis plegarias:
“pasa pasa, la puerta está abierta y los sonidos del tiempo se dibujan en cada cuerda de su guitarra vieja, pasa, pasa entre el viento y las letras. Entre tanto yo dibujo en la sombra una mañana”.
Entre los sonidos de mi voz recuerdo cuando escribí un cuento hace tiempo donde su protagonista era Sofía, culpable y melodramática, y ahora me persigue, quiere que yo pague sus culpas. Ella; muy perversa, dibuja en las hojas de su historia los símbolos de mi presencia, en el despacho, en la avenida; buscando que yo los vea.
Y yo, sin mas nada en mis ojos, caigo doblegada a su lenguaje. Me pregunta -¿Por qué permitiste la caída?- Refiriéndose a la muerte de su hermana Érica en el cuarto de atrás. Yo; no se que contestarle, era tan solo un personaje que al tercer párrafo debía desaparecer, como aquellos episodios en la vida que duran segundos en un plano físico y una eternidad en el recuerdo.
Insiste, pregunta, logra dejar en las páginas trazos y pedazos de canciones que odio. Y del porque las odio, no se, tal vez me recuerdan episodios que solo han estado en los planos de mi imaginación.
En la noche del siete de diciembre, la ciudad esta de fiesta, un ritual religioso, para celebrar, con luces, velas y sueños .Se convirtió en palabras soeces y muchos licores baratos, cayendo presa entre mis líneas y el llanto de mi piano, intente hablar con Sofía para explicarle porque habría ocurrido la caída. Ahí mismo mi cabeza me ordeno retroceder y oler a realidad. -Sofía es un personaje, no existe- me repetía dos y hasta diez veces más. Pero mis manos sentían el papel, las nuevas letras y gráficos que yo no había hecho y no, no pudo ser alguién más, los libros permanecen en casa solos. En las noches me ven a mí. Solo a mí.
Miro el calendario las fechas se diagraman se presentan, y me invitan a ir a celebrar, ahora no puedo dejar a Sofía, han pasado varios meses, ya es un año nuevo y sus palabras me acompañan quiere vivir sin culpas sin dolor, los que yo le di por la gracia mía de escribir sobre una malévola apuesta y una ventana rota. En las noches se presenta el olor a llanto y no es el mío. Yo solo huelo a culpa. Una maldita culpa que, carcome mis sentidos y que ya no se como hacer desaparecer.
II
Hoy, a tan temprana hora del día estoy aquí comprando claveles rojos para entrar al cementerio, se me ha ocurrido una idea algo extraña claro, pero me pregunto si encontrare la tumba de la hermana y si puedo hacerlo y pulir su tumba, tal vez encuentre a Sofía y pueda cara a cara pedirle su perdón, no fue mi intención hacerla sufrir, doblegarse del dolor y perderse sin sabor.
Buscando entre las hojas secas y semillas que no quieren germinar, me encuentro con el saber que ellas no estarían ahí, ni más tarde, ni a la semana siguiente o tal vez, ni siquiera el próximo mes. Salgo de allí, caminando despacio, arrastrando mis pies, mientras se llenan de tierra y cada vez, más pesados se ponen.
Miro hacia el lado derecho, cerca de la puerta y veo allí mismo a un pequeño niño, Yanci, dice en voz baja que se llama; me pregunta el nombre y yo le digo que soy Mariana, el me dice acercándose a mi, dejando de lado su timidez y tristeza. Tomando sus ojos como su mejor herramienta de comunicación (grandes, expresivos, café claro) acompañados de una sonrisa cínica, de esas que sabes que en ese momento te descubrirá algo. –Tengo un recado para usted Mariana – yo lo miro sorprendida y pregunto entre mi – ¿a esta hora de mañana, en un cementerio donde no hay nadie para mi, si hay un recado?-
Intentando que el niño no descubra mi sorpresa le miro con cautela, estoy nerviosa, allí mismo han sido sepultados todos los miembros de la familia Alzate. Familia que tuvo entre sus miembros mujeres de nombre Sofía y Érica pensé que tal vez no era una coincidencia por eso me vestí para la ocasión; dejé de lado mi falda corta gris con medias largas de velo rojo o negro. Por ser un poco mas neutra, pantalón negro y camisa (si si camisa). Se que no las uso pero quería que me tomaran en serio cuando pidiera mis perdones.
Yanci entonces estrecha mi mano izquierda, si; -soy zurda- -¿cómo lo sabe? Haciendo gestos para que me agache para decirme de cerca el recado, sin que nadie mas escuche –Sofía te espera a las 18:00 horas, en la página 4, no faltes se molesta mucho cuando incumplen sus citas- mis ojos parecieran separarse lo mas que pueden el uno del otro, me desconcierta, lo que dice, no hay un cuerpo, que este por ahí, sino gráficos y palabras que yo no he dicho, formadas por las mismas letras que escribí. – ¿Ella te ha dicho que quiere decirme? Pregunto con gran curiosidad.
El niño me mira muy sonriente, y me dice, -no seas cobarde, vive tu responsabilidad, sabes bien que quiere. Paga tus culpas Mariana-. Me retiro angustiada y empiezo a caminar en medio de las palmeras, buscando cerca del Desván, un viejo lugar para tomar un café con 3 o 4 de azúcar para dejar de pensar. Al llegar a casa me siento extrañada con un frío profundo, ese que te hiela hasta los huesos.
Busco las llaves, en el bolso, sin encontrarlas, en los bolsillos del pantalón y ha ocurrido otra vez, tampoco están allí. Recuerdo que, en la mañana al salir de la ducha las guarde en el bolso que traigo hoy. –pero, ¿Qué pasó? Las dejaría en la cesta de flores donde compre los claveles o en alguna tumba, donde intentaba buscar rastros de mi personaje. -Si eso Sofía es un personaje, yo la cree, yo conozco su personalidad, solo debo interpretarla-. Volviendo a las llaves, -¿Dónde las deje? Piensa, piensa ¡Mariana! Oigo de fondo, mi nombre en voces desconocidas. Al mirar de reojo, veo a mi vecino Manuel mostrándome un llavero en forma de tortuga y color azul.
-¿A Caso buscas esto? Dama despistada-; sonriendo me dijo – las dejaste en la puerta colgadas cuando saliste corriendo porque iba a dejarte el bus, creo eso ibas diciéndote a vos misma-.
Yo me sonrío un poco mas sonrojada que de costumbre, -si, soy despistada, es bueno serlo a veces, así ni te das cuenta que haces el ridículo-
Le miro y le pido amablemente mis llaves, el me las entrega y se despide.
Al entrar a la casa me quito la ropa, tirandola al piso sin querer saber más de ella, me meto en la tina con agua muy caliente, necesito relajarme, cierro los ojos.Empezando a recordar, intentarlo, ¿Cuándo escribí aquel cuento? ¿Qué pensaba? ese momento, ¿Cómo podía venir a mi esa historia y hacerme culpas?
Encontrando respuestas de tiempo y recuerdos borrosos de las vivencias de aquel entonces, estaba deprimida cuando lo escribí, me habían abandonado las esperanzas. Y si, me desquite permitiendo la caída, construyendo la caída. Me complació en ese entonces, era como morir yo, ese lado oscuro y vacío, que estaba siempre en las costillas del lado izquierdo. Sin entender mas y dejando la conversación conmigo misma para después. Me visto con una pijama blanca ligera, y me meto en las cobijas, preparada para leer y con la gran intriga por la posible aparición de Sofía; así, que retomo el libro, donde esta el cuento. Pasan varios minutos, cuando empiezan a aparecen diferentes gráficos en la pagina cuatro, siento como si leyera brayle, con mis dedos queriendo identificar, entender a Sofía.
Después de muchos trazos sin sentido, empiezan las palabras, me reclama, me dice que ella paga culpas que no concibe, jamás hubiese ocurrido la caída de no haber sido yo quien la incitara y como si se tratara de la ley ella quería aplicarme la sentencia por incitar a alguien a un delito. – ¿Incitar a un delito?- yo si, escribí, describí la muerte si, soy culpable, pero; también las escribí a ellas dos, yo les di vida en el cuento. No existían antes, solo después de que mi teclado escribiera lo que yo quería, como ambicionaba que se vieran y como fuera la apuesta que desencadenaría toda la trama del cuento.
Desde los caminos que recorrió la historia y mi narrativa temerosa. Ella seguía con su actitud inquisidora y yo, cuestionándome más. – ¡mate a alguién! Sin caer en la cuenta que era responsable de dos vidas, las habría matado a ambas.
Al despertar, en la mañana y recordar aquel sueño extraño que tuve anoche después de mi “charla” con Sofía, me sentía extraña, había soñado con muchas mariposas que volaban hacia el techo y un humo rojo que salía del piso queriendo alcanzarlas. No entiendo porque ese sueño ni cual podrá ser su significado, si es que lo tiene, sólo se que me genera angustia no tener el control ni allí, donde deambulo en las quimeras, ni en el echo de mi realidad.
Salgo apurada de mi cama, camino sin ganas arrastrando el pijama, intentando llegar a la ducha, con los ojos medio cerrados, descalza, semi desnuda y sin aliento de empezar este nuevo día.
Me siento en la tapa del sanitario, no quiero pararme de aquí e impulsada por las ganas de un cigarro, subo las manos hacia la gaveta donde me topo con la cajetilla de marlboro con tres cigarrillos aun ahí, acompañados de la candela, cojo uno de ellos con la mano izquierda y me lo llevo a la boca, lo enciendo y me complace sentir su sabor a nicotina y ver el humo cuando sale, es una de mis mayores satisfacciones. Y ahí estoy fumando, sin ganas de meterme a la ducha, deseando que el tiempo se detenga. Al tomar impulso y entrar, abrir la ducha, sentir el agua helada en mi cabeza y pasar por mi espalda, siento el despertar, empezar el día y querer mucho café. Desayunar con una taza de café, y de nuevo un cigarrillo – wow esto no lo hacia desde la Universidad-.
Creo que estoy inmóvil, café y nicotina como primer alimento, Umm. ¡Estoy deprimida!, ya no puedo darme el lujo de quedarme en pena por mí. Debo ir y ser útil, movilizarme a la oficina.
Al llegar a la oficina, me siento en el mísmo escritorio a ver los mismos números, mismos informes que han olvidado la humanidad. Esa monotonía que me genera una muerte lenta y muy dolorosa. Sin siquiera querer buscar los significados de mi malestar.
Ha sonado el celular varias veces, yo, inmersa en mis pensamientos frente al computador no me percato de ello, cuando lo tomo en mis manos veo que son llamadas de él; si, de aquel fantasma que recorre mis sentidos. Aquel novio que se perdió la ultima noche que hicimos el amor con los ojos abiertos y olor a melancolía, mostrando la despedida de tantos meses entre días de lluvia, palabras sin sentido entre largas tonadas de su piano, en el centro de la sala de mi casa. Cuantos recuerdos, cuanta expectativa a lo evidente. Había terminado.
Y ahora me llama nuevamente, -¿Qué querrá esta vez? – no le regreso la llamada, en este momento, me siento alterada , la sola idea de escuchar su voz, me turba , me pone los nervios de punta; como siempre lo hizo y cada vez que me altero así, caía rendida a sus caprichos, seducida ante su volátil carácter, y mi poca voluntad para rechazarlo. Pasan un par de horas y el celular empieza a sonar insistentemente, es de nuevo él, Jacobo mis voz un poco temblorosa le contesta y el diciéndome –María, María mariana mía, ¿como estas? Sin dejarme tiempo para contestar, me dice que ha tenido episodios extraños en la avenida, que piensa en mi, ha soñado con la época aquella en que yo estaba tan mal, y describí a Sofía , que ella le habló en un sueño, diciéndole que soy una asesina.
El no le ve mucha importancia según su relato, esta tranquilo, le da curiosidad el soñar conmigo. Donde revive unas cuantas canciones que cante para el, a orillas del mar, pisando la blanca arena de Baru. ¿Que quiere Sofía? Me pregunto tragando grueso y sin palabra, acosándome logra calmar su furia y yo pagar las culpas acaso. Todo sigue su curso, la conversación parece un monologo, el habla de los buenos ratos en nuestra casa y yo, en silencio escucho mis culpas. Me cita para el viernes en un antiguo café del peñón, donde las canciones de Amstrong hacen su fiel presentación. Le digo que si, el viernes a las 19:00, en la misma mesa de siempre tras la ventana verde.
III
Nuevamente en casa, escuchando el maullido de mi gata, que se había ido un par de noches atrás a recorrer algún tejado, cuanto extrañaba mi tequila, no hablo del licor, aunque no caería mal uno a esta hora iniciando la noche, me refiero a mi gatita tequila, ella negra como la noche. Abrazada a ella me quede dormida bajo recuerdos dulces en una afortunada noche tranquila.
Al día siguiente, Sofía me atrae a sus mensajes de nuevo, palabras violentas me deja en mayúscula, alrededor de las paginas que ya he leído mas de cuadro veces, intentando ver cuáles son las posibilidades de que esto sea real. Tal vez sea un juego mental, a lo mejor tantos aguardientes que, un día tome, están haciéndome alucinar. Pocas veces conté los días de embriaguez absoluta. Pocas veces viví en realidades. Siento a mi gata subirse a la cama y maullar, mientras intento leer; la gata se altera, se asusta, me aruña permitiendo la caída del libro. Aparentemente no quiere que lea. A la gata también le molesta la presencia de Sofía.
Mientras el libro está en el suelo y tequila arañándome evitando que lo recoja, suena el timbre de la puerta, al abrirla Jacobo está ahí esperando que le diga algo. Después del viejo café y Amstrong no lo había visto, él y su sonrisa perfecta y yo bajo la ropa que llevo, temblando por verle. Suelta las palabras dice, y yo me quedo ahí mismo, paralizada y sin sonido.
-¿Qué querés?- le pregunto, asustada por los ruidos que profesan las paginas y por su inesperada presencia. Sonríe y suena la puerta con un chirreo muy fuerte, -nada, no te preocupes solo quiero hablar con vos- me mira a los ojos y empieza a cuestionar mi vida. Está preocupado por mí, ha hablado con mis compañeros de trabajo, con vecinos, quienes le han dicho lo extraña que estoy.los ruidos y caídas que hay en mi casa a altas horas de la noche. Le digo que no ocurre nada son habladurías de la gente que no tiene más nada que hacer. -¿Por qué estas nerviosa Mariana?-
-¿Qué pasa ahora, tiene que ver con ese cuento de hace tiempo, con Sofía?-
-¿Estás escribiendo sobre ella aún? –
Lo miro a los ojos y trato de sonreír, saliendo de mi boca una gran risa nerviosa, que no puedo ocultar. Le digo que siga y se siente en la sala,
-¿Querés tomar algo?- yo en este momento necesito un trago.
-vas a creer que estoy loca o que soy una maldita tarada, ya lo he pensado además de especular que a lo mejor y la soledad me está abrumando-
-¿Qué pasa? Me asustas Mariana- cuando dice mi nombre esta vez usa un tono fuerte y seco. Me acerco al asiento donde el está, con mi trago en la mano izquierda, el me hala el brazo derecho para que me siente a su lado. Al sentarme, me ubico para verle de frente con tequila en mi pierna, mientras bebo mi trago, empiezo a contarle mi nueva relación con Sofía, me siento asechada por ella y a lo mejor y él pueda ayudarme.
Con voz temblorosa empiezo a contarle los hechos- ella me busca, me persigue, me escribe, es un personaje… ¡maldita sea! Le grito alterada. El me dice que me calme –a lo mejor y has estado muy nerviosa, mucho stress estos días- mostrándose preocupado por mí. –Yo que sé - contesto alterada, muy nerviosa y con manías temblorosas de mis manos me cojo el pelo. En ese momento el libro donde está la historia de Sofía, que abierto se encuentra empieza a mover las paginas, hasta quedarse quietas en el mismo momento donde Sofía alterada cae por la ventana. Las letras en negrilla se van tiñendo diciéndole entre los renglones que empieza el juego. Con tres participantes es más divertido dice en el renglón.
Pasados los minutos de yo intentar explicarle a su desconcertada mirada que estoy perdida y que es real lo que ocurre, solo puedo acercarme y con ansiedad tocarle el rostro, necesito de sus besos, de su afecto, de su sexo. El está nervioso, me aleja unas cuantas veces hasta que mi insistencia y los nervios me tiran al piso, donde él, intentando ponerme en pie empieza a besarme y me hace el amor, como en aquel tiempo cuando la casa quedaba hecha de domingos en el sillón.
Después de quedarme dormida entre su cuerpo y ver el amanecer despertarnos en medio del desorden causado por la ansiedad que deja hablar de Sofía, Jacobo empieza a leerla en la mitad del espejo con lápiz labial sus letreros, hablándole de la caída y de su poca voluntad para dejar a Mariana. -¿Quién esta mas demente de ustedes dos?- le deja en la puerta. Jacobo empieza a angustiarse, ya las líneas de Sofía entran a su oficina, su baño, su cama, entre sus sueños de melancolía y erotizantes esta Sofía, Mariana, Sofía, Mariana, Sofía. Se despierta delirante, perturbado y sin ganas de pensar. Solo con una gran necesidad de cuidar a Mariana.
Me visita en el cementerio donde deambulo, me siento más muerta que el olvido. Y ahí entre los claveles marchitos en una tumba donde ya nadie va de visita; está Manuel sentado cantando una vieja canción de cuna a la hija que sólo vió morir sin poderla proteger. –“el sol cae entre las flores enrojece tus mejillas cambiándole el vestido a tu muñeca de cristal”-. Me pregunto ¿Qué hará ahí?, ¿quién será su hija?
Los minutos pasan y siento mucho frio, sentada sobre el pasto húmedo de lluvia de la noche anterior, fumo un cigarrillo y mis pensamientos de hoy se confunden con los de ayer. Manuel se levanta y se despide de la tumba de su hija. Migratorios sentimientos en sus pasos, y despedidas con un “Mariana” en sus labios.
-“Mariana”- como yo, ¿Cuántos años tendría cuando murió? , me pregunto tomando un poco de tierra del suelo con algunos pétalos de claveles rojos. En la noche nuevamente escucho las palabras de Sofía, esta vez me dice que Jacobo esta en sus sueños, su delirante melancolía acobarda mi palabra , conoce historias de Jacobo, de sus tatuajes, de sus pasados y alguna vez de alguna mañana de migraña. ¿De qué habla Sofía ahora? Describe cada parte de nuestra relación, las veces que me quede dormida frente al sillón tras una absurda pelea por culpa del limón de la cena, los muchos intentos fallidos de una relación “normal” sin tantos desplantes, risas neuróticas y olvidos en el postre. Besos a las 3:00 de la mañana y sexo en la ventana cuando me evadía de la hora del tren para ir al trabajo. -¿Por qué Sofía sabe esto? ¿Quién es ella? Me pregunto entre los lápices que uso para escribir, interpretar y contar un cuento ya terminado. Flores para Sofía; en el libro 3 en sus páginas están las flores y propuestas olvidadas de una tumba apresurada con vida Sofía y sin momentos en la tragedia, tras la apuesta que sufrió en el momento más eufórico de su tiempo. La apuesta separo a las hermanas, separo mi vida. ¿Quién es Sofía? Ya no sé en qué momento estoy; si tengo 20 o 30 años. Ya no se, si mi momento es hoy. Si vivo o muero.
……………………………………………………………………………………… Martes de cita de libros en el bar de siempre, donde algunos aficionados a escribir se reúnen para leer sus historias, allí esta ella sentada en una esquina del sofá, callada con un cigarrillo en su mano derecha, el pelo cogido, escuchando su angustia, desde sus emociones. Sus desaciertos, sus pecados, su poca voluntad e inexistencia. Siempre fue la mujer que invisible esta; en su casa rodeada de tres gatos, comida de lata. En este momento recuerda, cuando se para en la ventana a ver pasar la gente.los niños jugando, los adultos abrazados, afectos en la calle y ella esperando por el martes para leer sus historias, sin decir su nombre, sentada en el sofá que está lejos de las luces del lugar. Hoy, lee su nueva historia esa, donde intenta revivir a su hermana muerta, era periodista y en un intento de tener la noticia de su vida, ha quedado anclada en una guerra, una bala perforo su cabeza y su sangre se esparció en el suelo y sus sueños se quedaron seis metros bajo tierra, siempre quiso ser escritora y ante los ojos de la gente era la más talentosa. Jamás le perdono su muerte, dejarla sola batallando por cumplir las metas que se esperaban en Mariana. Después se decía a si misma que ese era su destino, al menos tenía algo de vida, suplir a Mariana.
El día en que enterraron a su hermana; Sofía empezó a escribir para vivir sus demonios. Los personajes que deambulan en sus letras no son más que las profecías de su mente. Castigando a Mariana por haberla dejado, reclamándole su soledad.
Mirando pasar la vida por su ventana empieza su nuevo día…….