EL VERANO (Reflexión vacacional)

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EL VERANO



El verano tiene una particularidad. Se apodera de todo nuestro ser como si fuera un amante posesivo. Nos envuelve con ensueños engañosos, con esperanzas infundadas y nos llena de deseos que intentamos conseguir a toda costa
Con él llega el calor, la explosión de la vida. No está permitida la tristeza ni la nostalgia ni la duda. En el verano todo se logra, somos capaces de crear las más absurdas ilusiones. Todo es vida, alegría, comunicación, belleza, luz, pasión... Pero todavía no sabemos que todo eso es fugaz. Fijamos nuestras expectativas en la temperatura que marcan los termómetros: 30, 40 grados a la sombra... ¡huuuuuy! ¡hace calor! ¡viva la vida! ¡A la piscina, a la playa, a la montaña! Cerramos la casa, usamos las tarjetas de crédito sin pensar en el mañana, llenamos la maleta de exiguos bikinis y cremas para proteger la piel de ese sol implacable que nos observa con astucia y ¡allá vamos! con todo nuestro bagaje ilusorio en busca de una nueva vida que creemos, a pies juntillas, que nos aguarda al llegar a nuestro destino vacacional.
En verano todo es diferente. La luz nos deslumbra, los cuerpos semidesnudos nos atraen, parece que todo es más hermoso, nos espera la felicidad. Las cenas en restaurantes, las fiestas nocturnas, los paseos inesperados, conocer gente nueva, tal vez algo que siempre hemos anhelado se cumpla este verano... un sueño se hará realidad.
Sin embargo, poco a poco, a medida que los días se suceden, abrimos esa caja de Pandora que nos regaló el traicionero verano y por nuestra vida se extiende la realidad. El cansancio comienza a agobiarnos. Surgen las decepciones, las competiciones por conseguir un poco de efímera felicidad en un amor que finaliza en cuanto comienza el descenso de las temperaturas, en una esperanza infundada que defrauda. La amistad se acaba, se va, se esfuma, se olvida...
Intentamos darnos ánimos unos a otros: ¡Hasta el próximo año!... Hasta el nuevo verano en el que nos atreveremos a soñar. Y al fin, un día, ya no corremos para hacer las maletas, no queremos competir para conseguir un lugar en el mejor pueblo junto al mar o la montaña. Llega el día en el que, serenamente, cuando al asomarnos a la ventana nos aturde el olor a calor, ese olor embriagador de verano, cuando el ruido de los motores de un avión que sobrevuela el cielo ya no exalta nuestros ánimos con la esperanza de unas vacaciones, volvemos a sentarnos en la butaca preferida de esa casa de siempre y agradecemos las mañanas frescas que son la realidad del verano. Es entonces cuando nos atrevemos a dejarle a la vida que nos sorprenda con cualquier cosa, bueno o no tan bueno, todo lo acogeremos como una sorpresa, como un regalo inesperado. Sólo es un verano más de tantos, una nueva estación meteorológica que dura exactamente igual que sus hermanas la primavera, el otoño y el invierno.
Sí, el verano tiene una particularidad. Siempre se apodera de nosotros como un amante posesivo, sin embargo, después, con el paso de los años, con los sucesos vividos, conocemos sus defectos y virtudes y podemos manejarlo como si fuera el esposo anciano al que se conoce a fondo después de largos años de matrimonio. Pero ¡cuidado!, siempre puede comportarse como un amante infiel. MAGDA.

JAJA, BUENA COMPARACION XANINO, UN CUENTO FRESCO PARA UN VERANO MUY CALIENTE POR ESOS LARES.
UN ABRAZO ABU XANINO

Me alegra que te haya hecho pasar un rato distraído, querido Mateo. Estoy de vuelta en casa pero el calor sigue apretando, y dicen que nos llega una ola de calor del Sahara... !Dios nos asista...! Aire acondicionado y a no moverse esperando el fresquito. Un besito.

Presioso cuento, ameno y que se disfruta,aqui con estufita claro ja