Negro el once

El matrimonio se puso de acuerdo.
Habían llegado ese mediodía al Carmelo, localidad de la costa uruguaya. Preguntaron, después de almorzar dónde estaba situado el casino, una vez ubicado pidieron una habitación. Antiguo y húmedo, con pasillos terroríficos, pasillos mohosos de una pared que alguna vez fue blanca. El principal hotel de esta ciudad pequeña y pobre. Actualmente es una ciudad turística con atracciones y tal vez ese edificio esté ya remodelado, pero en esos años parecía casi abandonado.
Pidieron una habitación. Una cama matrimonial y otra pequeña para la niña de cinco años.
Conversaron sobre las posibilidades de jugar el mayor tiempo posible, se tendrían que turnar para cuidar a la niña rubia que esa noche constituía casi un estorbo.
Salieron a recorrer la ciudad, cenaron en un boliche sin prestar demasiada atención a la comida, el bichito del “No va más” los había picado.
La niña cansada del viaje en lancha, se estaba durmiendo en la mesa.
Llegaron al hotel, acomodaron sus cosas presurosamente, la nena ya dormía plácidamente en su camita.
- Bueno, vás una hora, volvés y bajo yo –
- No, voy a tardar un poco más, si comienzo ganando no vuelvo tan pronto –
- Bueno, pero apuráte, que me muero por bajar también –
- Está bien mujer, tené paciencia –
- Si querés voy yo primero, tengo la sensación que esta noche es la mía –
- No, voy yo, quedáte acá y esperáme –
El hombre bajó los dos pisos por aquella escalera solitaria y tétrica, el hall del hotel estaba iluminado, una especie de arcada hacía de entrada a la sala de juegos.
Cambió su dinero y ya comenzó a transpirar, los ojos fijos en el paño colorido y olvidó todo, a su mujer, a la nena, sólo existía el idilio entre él y la bolita blanca, caprichosa e incierta.
Mientras tanto, la mujer retocaba su maquillaje, ya había pasado una hora y él no regresaba, no quería perder la noche, tomó el monedero negro donde tenía dinero, el que le había dado su esposo más unos pesos más para pasar una velada divertida. Miraba a su hija, la puerta. En su cabeza bailaban las luces, el croupier, negro, colorado, cero, primera docena…Pensó, hace tiempo que duerme, no se va a despertar. A la hora y media tomó el monedero, cambió sus chinelas por zapatos de taco alto y se fue.
Ya en la sala, deslumbrada por ese ambiente que la transportaba a un mundo de caras largas, festejos, saltos, abrazos, lágrimas reprimidas, con la fichas en la mano, eligió una mesa y comenzó a apostar.
Ambos no se encontraron, estaban inmersos en el juego, cada uno por su lado, apostando y ganando lo que los envalentonaba para seguir. La bola rodando, blanca y reluciente, diabólica los había envuelto en la pasión del juego.

La niña despertó, no sabía dónde estaba, buscó por la habitación desesperadamente alguna imagen familiar. Comenzó a llorar desconsoladamente, pero entendió. Trató de calmarse, con sus cinco añitos, se calzó los pantalones pescadores, abrió temerosa la puerta que daba a ese pasillo oscuro, comenzó a bajar cada peldaño lentamente, uno, dos, hasta que se sintió segura, llegó al primer piso y comenzó a escuchar las voces.
El último tramo de la escalera, lo bajó corriendo, muerta de susto, apareció en el hall.
El conserje medio dormido la vio pasar como una gacela, atravesó la entrada y entró a la sala de juego.
Los jugadores petrificados pensaron en una aparición, algún castigo del más allá, una enviada del Señor para recordarles que basta de juego, de tirar el dinero de su familia, que algunos habían ganado con sumo esfuerzo, en las zapatillas que le faltaban a la Silvia y el pantalón que ya le quedaba corto al Ramón, en…
Sus padres se encontraron frente a frente, la niña los miraba, solamente los miraba…

Lili Frezza

el título es un clásico, hasta un bar tenemos con ese nombre, y el texto se sitúa en la época en que en Buenos Aires estaban prohibidos los casinos y Mar del Plata muy lejos.
La anécdota tiene todo el realismo de la verdad y cumple perfectamente su cometido.

Gracias por tu visita Antifaz, es una historia verídica, adornada por supuesto.
Besitos
Lili

Muy bueno Lili, excelente ambientada, con los detalles justos y sobre todo una moraleja final.

Gracias Mario, un placer que me visites.
Besitos
Lili

Qué entretenido relato, Mariazul, muy real y si le has adornado, mejor aún.Ese tinte tragicómico que has dado-o yo he comprendido- me encantó:
"...una aparición enviada del señor para dejar el juego" jejjeee

Muy bueno, amiga.

salu2

Gracias amigo Laín, un gusto que estés por acá.
Besitos
Lili