PROPUESTA PARA JUNIO

"No perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación"
Propuesta para el foro Espacio juvenil
Esperamos que te animes a escribir sobre hechos fantásticos, reales o inventados que hayas vivido, escuchado, imaginado o deseado.
Esta propuesta comenzará en el mes de junio así que andá llamando a las musas para que se den una vuelta por tu espíritu.
mariazul11

Veremos la forma de participar, Lili..!
Me encanta esta propuesta.

Mundos fantásticos, mundos fantásticooooooossss!!!
Lili, un besote enorme. Te quiero, amiga!

Que tengas un bello día!

Por supuesto hay que participar!.
Esta propuesta es interesante. Llevarnos a leer sobre la fantasía es un reto grande...
Ya estaré con ustedes...

Y quién se anima a dejar su primer texto? Vamos, adelante creadores de letras!...

Feliz día...

Jamás ninguna persona pensó qué podía existir en aquel caserío enclavado en la montaña lejana de la ciudad, historia semejante: Años atrás Coronado, un habitante vecino sintió en el aire el olor a fiebre amarilla y decidió investigar encontrando que en ese caserío todos sus habitantes habían fallecido de una terrible calamidad que los llevó a todos a la misma fosa. Cada habitante lo colocó uno encima de otro, hasta completar una larga hilera, la cual fue tapada con cemento para que el mal no se fuera de visita a otros lugares.
El rumor y el temor se apoderó de otras vecindades, no volviendo nadie por ahí.
Transcurrieron nueve ciclos lunares cuando Fantas quien caminaba bajo la luz de la luna por el lugar, sintió lo que parecía ser unos movimientos muy suaves y muy rápidos. Semejante al ermitaño, el hombre movió su lámpara para enfocar los árboles y tamaña sorpresa se llevó. Muy fijo y absorto contemplaba cada rama sin entender nada.
Con la velocidad de una gacela llegó hasta la cueva donde había dejado a su hijo durmiendo, pues proseguirían su viaje hasta llegar a la capital. Tartamudeando sacó del sueño a su hijo contándole lo que había visto. Este se levantó y lo tranquilizó diciéndole que había salido de su cuerpo, pero este le dijo que era realidad.
El muchacho y Fantas decidieron ir y sin necesidad de alumbrar empezaron a ver el escenario: En los árboles habían pequeños castillos y los hombres vestidos con batolas rojas se deslizaban por sus troncos, mientras los peces multicolores volaban de rama en rama.
De pronto un ruido extraño les hizo voltear su cara para encontrarse con un burro con zapatos rojos y lomo verde, en él iba de pie un hombre con cara de cocodrilo, mientras atrás lo seguía una tortuga de pico amarillo, ésta llevaba nada menos que a un gran hombre con cara de pájaro. Lo que más llamaba la atención es que de la mano de ambos hombres salía una cuerda roja que se anudaba al cuello de los animales. Tanto viejo como muchacho no atinaban a decir nada. Al fondo tres hombrecillos con capuchas amarillas de las cuales salía una gran nariz de color roja. Parecían todos felices y hasta escuchó que la tortuga le decía al burro que estaba feliz por las copas heladas que contenían los árboles.
Fantas dijo señalando con el dedo: ¡mira aquí! Observaron árboles rojos, amarillos y verdes, en sus alturas las hojas se cerraban y formaban copas llenas de helado y encima de ellas lágrimas de colores se deslizaban pero finalmente no caían al suelo. El muchacho sudaba copiosamente sin entender el por qué, mientras el viejo parecía entrar en profundo éxtasis como si el tiempo se hubiera detenido ante él.
Setenta y dos horas después llegaron tanto viejo como muchacho al pueblo cercano y contaron lo sucedido.
Coronado no creía, pues él mismo había enterrado a todos los habitantes, mientras las viejas del pueblo en reversa se echaban la bendición, era tanta la seguridad que los dos cuentistas ponían en sus palabras, que decidieron ir todos al lugar.
El caserío estaba intacto con sus habitantes y al preguntar por la fiebre amarilla, todos se miraban y preguntaban ¡qué era eso! Coronado llegó hasta el sitio donde él creía haber enterrado a todos sus habitantes, pero no lo encontró. Fantas y su hijo salieron huyendo del lugar, mientras las viejas caían de rodillas rezando y pidiendo para que alejara del lugar la amenaza de una terrible calamidad.
Veinticuatro horas más tarde encontraron a Coronado colgado de la rama de un árbol y con las cuencas de sus ojos encima del pecho.
Marzo 21, 2010

Ezpeluznante y maravilloso debut amiga, se me erizaron los pelos!!!!



Me dejaste muda

Mis felicitaciones

Lili

jejeje. Pura y legítima fantasía...
Mil gracias...

¡ja... qué bueno, Etel! hí va el mío, espero que os guste.

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E L L A

C U E N T O

Aquel verano ya lejano en el que, por imperativos de la profesión de mi esposo, nos trasladamos a vivir a la capital de España, al encontrarse nuestra casa situada muy cerca de los jardines de El Retiro, adoptamos la costumbre de disfrutar las tranquilas horas vespertinas en agradables paseos bajo la arboleda que sombreaba los sinuosos caminos del hermoso parque madrileño.
Entre todos los árboles, siempre he sentido admiración por los castaños, y tal vez por eso, escogí para descansar y leer el libro que siempre llevaba bajo el brazo mientras mis hijos se entretenían con sus juegos, un paseo bordeado de estos espléndidos árboles donde, a través de los resplandores del sol y la umbría propia del bosque, se formaba un acogedor rincón en el que un banco, se ofrecía como respiro a mi cansancio.

Comenzamos a verla pocos días después del principio de nuestros paseos cotidianos. Caminaba despacio, apoyada en su enorme paraguas rojo a modo de bastón, observaba con atención las copas de los árboles en un estudio silencioso y se sentaba en el banco situado bajo el enorme castaño de copa redondeada que, a mí, siempre me pareció como si la abrazara con sus ramas bajas. Era muy mayor pero imposible adivinar su edad. Su vestimenta de lo más original, muy poco común en una mujer que ya se podía denominar anciana, la diferenciaba, en mucho, del resto de las personas, sobre todo de las de su generación y supuse que su estación meteorológica preferida era el otoño ya que, durante ese tiempo del año, se la veía más feliz. Parecía que la alegría se reflejaba en aquel rostro de piel muy blanca, terso, sin arrugas. Con un cabello plateado que recogía en un moño, tenía el aspecto de la reina de un país mágico. Muy pulcra aun en su extraña indumentaria: un chaquetón largo en tonos marrones rojizos sobre una falda amplia de un tostado claro que sólo dejaba ver unos zapatos bajos casi amarillos, atados con cordones, similares a los de los colegiales por los que asomaban unos calcetines anaranjados doblados varias veces sobre los tobillos y encima de las medias, mientras una bufanda larga de lana, de variado y vivo colorido, daba dos o tres vueltas sobre su cuello. Con una mano agarraba por las asas de cuero un maletín de viaje antiguo, grande, del que jamás conocí su contenido pero que formaba parte de su identidad, y con la otra, sujetaba su inseparable y enorme paraguas rojo, aportando a toda su figura un aspecto de personaje sacado de un cuento infantil. Daba la sensación de que, en cualquier momento, podía elevar el vuelo lo mismo que si fuera la señorita Mary Poppins. Era una mujer muy peculiar y cuando se sentaba bajo el castaño, transmitía la placidez de haber llegado a su hogar. Suspiraba suavemente, miraba la copa como agradeciendo su sombra, incluido aquel abrazo que yo acostumbraba a inventar, sonreía y observaba cada incidente como si su única misión fuera vigilar que todo guardara un orden.
Le gustaban los niños, los ancianos y los marginados; pude comprobarlo desde el observatorio de mi banco en el que me sentaba para estudiarla, alejada de ella unos pocos metros en el camino del parque. No fui la única que se fijó en la singular mujer. A mis hijos también les fascinó su encanto y como nunca pudimos conocer su nombre, acabamos llamándola ELLA.
Poco tiempo después de nuestra coincidencia en el paseo de los castaños, pude ser testigo de sucesos insólitos que ocurrían durante su presencia a los cuales no se les podía dar una explicación racional. Un día, un niño jugaba con una pelota muy cerca de donde se encontraba sentada, en su carrera tras el balón, tropezó y cayó hiriéndose en una rodilla. Asombrada, vi como, ella, se alzaba con una agilidad inusual para sus años, sentó al niño sobre el banco, comenzó a hablarle mientras restañaba la sangre de la herida con lo que parecía un pañuelo blanco, y el pequeño dejó de llorar, sonrió, la miró a la cara y volvió a correr tras la pelota; en su rodilla no se veía ningún rasguño. Eso me sorprendió aunque llegué a pensar que mi apreciación había sido incorrecta y la herida no era tan grande como en un principio creí. Acostumbraba a conversar con los indigentes que se acomodaban a su lado, cosa que a mi me preocupaba. Yo no los perdía de vista, mi primera ocurrencia era la facilidad que se les ofrecía para el robo del inseparable maletín que mantenía en el suelo cerca de sus pies. Sin embargo, los necesitados que se acercaban, terminaban charlando amigablemente con ella, al cabo de un rato se levantaban muy sonrientes y con aspecto de felicidad, se alejaban paseo adelante como si hubieran encontrado una solución a sus vidas jamás soñada.
Más de una vez estuve tentada de acercarme e iniciar una conversación para conseguir esa intimidad que ofrecía a quien se aproximaba hasta ella, pero su mirada me detenía. Sus ojos grandes, claros, de un extraño color ámbar, hablaban sin pronunciar palabras. Cuando me miraba, estaba segura de que conocía mis pensamientos hasta lo más profundo de mi alma, como si se hubiera apoderado totalmente de mí, pero de una manera sutil, suave, maternal. Ella me comprendía, poseía el conocimiento más recóndito de todo mi ser, mis defectos, mis virtudes..., y era imposible mantener la mirada de aquellos ojos hermosamente amarillos que en algunas ocasiones se tornaban amarronados como las hojas otoñales de aquel castaño, lo mismo que si se mimetizara con ellas. No sé por qué, ella me mantenía aparte. Yo no debía acercarme, sólo me permitía observarla y pronto comprendí el poder que ejercía sobre mí. Sin palabras audibles me parecía oírla decir: "...tú ahí quieta, no puedes acercarte, no es el momento...", y ese dirigir mis actos de manera encubierta, que de alguna forma me inquietaba, por otra parte, me proporcionaba la fuerte seguridad de sentirme protegida.
Una tarde de finales de verano, cuando los vientos anunciadores del otoño desnudaban los árboles cubriendo los caminos de hojas semejante a una alfombra dorada, se desató de improviso una fuerte tormenta con relámpagos y truenos aterradores acompañados de una lluvia torrencial. Lo primero que pensé fue en ayudar a la anciana pero ella abrió su paraguas rojo que parecía un palio y siguió sentada en el banco. Yo eché a correr con mis hijos que intentaban cobijarse bajo los altos cedros pero, conociendo el peligro que esto significa en una tormenta, no se lo permití y cuando, en las prisas buscábamos la carretera libre, uno de los esbeltos abedules del paseo, fue alcanzado por un rayo. Desgajado, lo vi caer sobre mi hijo pequeño y el terror me paralizó. Cuando ya creí que inevitablemente lo golpeaba, de una manera irreal, el árbol dio un quiebro y cayó con toda su fuerza frente a mi hijo. Algo intangible me obligó a mirar hacia atrás; allí estaba la anciana, con su chaqueta rojiza, sus zapatos de muchacho, sus calcetines y su bufanda; el maletín en una mano y el paraguas rojo cerrado apuntando al árbol como si fuera una espada salvadora. Volví a por mi hijo, estaba empapado pero sin un arañazo. Mis otros hijos me llamaban bajo la lluvia para que me apresurara a salir del parque y al mirar hacia atrás para agradecer a la mujer, no sabía qué, ésta había desaparecido. La busqué con los ojos pero no la localicé por ningún camino, se había esfumado.
Con el principio de las clases, mis hijos ya no tenían tanto tiempo libre y dejamos de ir al parque, sólo lo frecuentábamos algunas mañanas de domingo cuando el tiempo lo permitía, en las que íbamos toda la familia a dar un paseo antes de la comida. Y poco a poco el recuerdo de la mujer se fue olvidando. La vida seguía su curso normal.
Mi marido, que por su profesión trataba con embajadas extranjeras, cierto día fue invitado a una fiesta en una de ellas a la que yo debía acompañarle. Habían llegado los monarcas del país correspondiente y celebraban un acontecimiento nacional. Yo estaba ilusionada, estas celebraciones no eran muy frecuentes y me compré un precioso vestido de noche en tonos verdes que era el que más me gustaba y el que yo creía más favorecedor para mi apariencia. Cuando llegó el momento del festejo, al entrar en la sala donde se iba a celebrar el baile, fui presentada a las personalidades y al llegar a los reyes, no pude reprimir un respingo. ¡La reina era ella, la peculiar anciana del parque! Vestida con un precioso traje de fiesta en color negro y una diadema espectacular que adornaba su cabeza nívea, me miró a los ojos con aquella inverosímil mirada suya de color amarillo; en el momento en que yo iniciaba la reverencia que me exigía el ceremonial, sonrió con dulzura, me apretó los dedos de la mano en un saludo protocolario que, aun así, sentí fuertemente íntimo, y siguiendo a mi esposo, esperé el comienzo de la música que invitaba a la danza. Pero mi interés estaba en la Reina. Pasé la noche observándola sin ver nada de particular en su comportamiento, era una anciana noble, muy ceremoniosa en su trato pero que en ningún caso se fijó en mí más de lo que debía. Tanto es así, que llegué a pensar que yo estaba viendo visiones.
A la vuelta a nuestra casa, una vez finalizada la fiesta, no pude evitar la pregunta:

-Luis, ¿sabes si se cuenta algo especial de la reina?- pregunté a mi esposo.

-¿Por qué lo preguntas?- respondió sorprendido.

En aquel momento comprendí que había algo fuera de lo común sobre aquel asunto, algo que mi marido no había comentado e hice hincapié en la pregunta, añadiendo:

- Parece una persona muy peculiar...no sé... un hada...

Aquí me veo obligada a hacer un paréntesis para explicar que Luis, mi marido, me consideraba una persona excesivamente imaginativa y, más de una vez, había recibido una buena regañina de su parte por sacar la realidad de su contexto habitual, sin embargo, esta vez no sucedió así. Me miró fijamente con aquellos ojos suyos entre guasones y serios que yo amaba tanto y me dijo, cambiando la vista:

-Se cuentan anécdotas de ella... dicen que aparece y desaparece...-volvió a mirarme dudoso para continuar diciendo algo indeciso –Dicen que le gusta mucho perderse en el bosque y el pueblo le da un sobrenombre del que no se sabe si ella tiene conocimiento…

-¿Cómo la llaman?- pregunté expectante.

-La reina de los árboles- dijo, guardó silencio durante unos segundos sin dejar de observarme, sonrió y continuó diciendo al mismo tiempo que acariciaba mi rostro: -¡Anda chatilla, que ya tienes tema para imaginar historias...!

Pero, no sé por qué, la anécdota quedó guardada en el baúl del olvido y acabé por pensar que la semejanza de la Reina con la anciana del parque, esta vez sí había sido una jugarreta de mi imaginación.
Pronto llegaron unas nuevas vacaciones escolares y el buen tiempo permitió las horas de descanso y juegos en los mismos jardines. Una tarde, volví a verla. Como en tiempos anteriores, se acercó con su característica vestimenta y se sentó en el banco que había bajo el castaño. Esta vez no pude refrenar la curiosidad, no podía intimidarme, pero en el momento en que me incorporaba para dirigirme a ella y aclarar mis dudas, oí la voz del mayor de mis hijos que me advertía de como su hermano menor había trepado a un árbol, hecho que transgredía todo lo autorizado por mi para sus juegos. Después de obligarle a bajar y aguantar la correspondiente reprimenda, cuando volví a mi lugar y quise acercarme a la anciana, ésta había desaparecido... pero junto al castaño frondoso de copa redondeada, pude ver un árbol en el que jamás me había fijado. No conocía la especie y sus preciosas hojas me sorprendieron hasta cortarme el aliento. Aun estando en verano, presentaban un color ámbar inigualable en ningún otro árbol y acaricié su textura parecida a suave terciopelo mientras tintineaban en una música única movidas por un viento inexistente. Toqué la madera de su tronco que me respondió con una tibieza indescriptible y entonces vi, apoyado en él, un enorme paraguas rojo.

Y aquí termina esta historia, la historia de E L L A, "La Reina de los árboles", como la he llamado desde entonces. Una mujer misteriosa, extravagante, peculiar y mágica. No volvimos a verla nunca más y un nuevo traslado de mi esposo que finalizó con nuestros paseos por el parque, cerró el misterioso episodio.
Sin embargo, yo no he conseguido olvidarla por completo y al recordarla, me pregunto si existió o todo fue parte de mi imaginación desbordada pero, cuando me asalta la duda, saco aquel paraguas rojo que encontré apoyado en el tronco de un extraño árbol y que todavía, después de mucho tiempo, conservo como un enigmático recuerdo. Este detalle me confirma que la historia es verídica.

Xanino: si de esta propuesta salen textos tan especiales como el tuyo y el de Ethel, la misión está cumplida, Me atrapó tu escrito, ojalá hubiera muchas "Ellas", tiene magia, sensibilidad y el misterio de lo que no se explica pero produce maravilas.
Me encantó, mis felicitaciones.
Lili

Gracias Mariazul y perdónme mis errores, algunas veces me aturullo y ya no encuentro la salida, luego me calmo y todo se arregla, Gracias por tu ayuda. Un beso.

Algo me llamó la atención:
Primero, cuando vi la imagen y el nombre, no se por qué pensé en Mary Poppins...
Segundo, tienes una historia que desde hace días ronda por mi cabeza, un poco parecida pero el personaje es masculino.
Así de esta manera me he sentido totalmente satisfecha con Ella, donde se mezcla la imaginación y nos dejas con esas escenas como la del otoño y la lluvia: maravillosas..
Un abrazo...

La verdad, Etel es que cuando describía el personaje de la anciana, en mi mente surgía la imgen de Mary Popins por eso la cité en el cuento pero prefiero que los seres mágicos sean ancianos, les tengo una particular preferencia, tal vez porque yo soy anciana y me gustaría ser mágica.
Si, pasa muchas veces que tienes en la cabeza una historia y, de pronto, encuentras escrito algo parecido como si hubiera habido telepatía entre escritores. Precisamente en una de mis novelas, (creo que es en DOÑA MARÍA) escribí una frase que decía algo así como "llorar hacia adentro" (en este momento no recuerdo muy bien la frase) y luego leí algo muy parecido, casi exacto, en una novela de Antonio Gala. Esto me sorprendió porque, naturalente, no fue copia, ni plagio, ni nada parecido, sino simple coincidencia. Claro que me sorprendió mucho más porque el autor de la frase es todo un señor escritor y yo una simple aficionada, pero sucedió... ¿curioso no?

Y los demás ¿no se animan?

Algo tenía en sus manos, no se animaba a abrirlas, pero ella sabía que allí estaba, moviéndose sin parar.
No necesitaba tener más de diez años, para intuir, que algo maravilloso estaba pasando.
Por unos minutos se asustó, recordando todo lo que los adultos siempre comentaban del mundo y "sus cosas malas y terribles".
Pensó. Si iba a la casa de sus amigas, la creerían loca. Luego imaginó la cara de sus abuelos y el rezongo que se llevaría solo por no obedecer.
Entonces decidió a caminar hasta su casa y buscó a la única persona que jamás le mentiría.
Sus manos temblaban... Se armó de valentía e hizo la pregunta que había guardado en su corazón:
- Mama, ¿Dime qué es esto?. Tengo miedo, muchos ya me han dicho cosas terribles de lo que pude ser esto que siento.
Y abrió sus manos despacito...
Su mamá, con esas sonrisas cómplices que solo tienen las mamás cuando encuentran magia en sus hijos respondió:
-Solcito, no te dejes engañar, has encontrado un hada. Y beso mis manos.


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Que excelentes relatos, veo a ver con que me animo, tanto xanino o sol son excelentes, ja me da medio cosita meterme ,capaz que quedo pegado ante estas dos damas y sus escritos,pero bueno lo intento ehh

Sol: no solamente NO te equivocaste sino que es una preciosura tu relato.

Besos
Lili

Muchas gracias por el comentario mariazul... estoy muy contenta de haberlos encontrado....
de vdd muchas gracias

Muy bien Sol, mis aplausos....

Ethel, Magda, Sol, sencillamente gracias por compartir sus mágicos relatos.

¡Qué cosa más mona, Sol! Es una dulzura de relato. Enhorabuena. Un abrazo.

¡Ánimo Nomade! No nos dejes solitas, que con ese aspecto de elfo o duende (no sé muy bien lo que es) de tu avatar, seguro que tienes abundancia de historias mágicas para explicar.

¿Y dónde están los caballeros? ja!...

Era una noche de esas de junio en las que la ropa es insuficiente, los pies se hielan y te frotás las manos en busca del calorcito perdido. Estábamos en el living de mi casa, testigo de fiestas, parrandas, discusiones familiares y noches de paz como en todas las familias.

Conversábamos sobre los misterios de esas cosas que no tienen explicación racional. Discutiendo con puntos de vistas totalmente diferentes, producto de diferentes personalidades, experiencias y generaciones. Todo dentro de los carriles normales, encimándonos unos a los otros para que las voces se oigan más como si el grito fuera garantía de ser escuchados primero. Creo que cada familia tiene estilos diferentes para discutir, la mía tiene ese.

En un momento la gata, Candela, una belleza de ojos claros, dulce, rebelde y remisa a demostraciones de afecto solamente reservadas para algunos elegidos como Luciana o yo misma, a veces Lunita, se abalanzó sobre el rostro de Leo, despedida abruptamente como impelida por una fuerza extraña, él “amablemente” se la tiró a Luciana pensando que era obra de ella.

Teníamos el miedo lógico de quienes habla de lo que no puede explicar, sombras, movimientos extraños, ruidos sin motivo. La gatita

La gata percibió, la gata sintió, la gata reaccionó.

¿Ante qué? ¿Por qué? Nunca lo sabremos.

Pero juro que fue así.

¿La percepción de los gatos abarca a los espíritus?

Relato sencillo pero no menos brillante que todos tus escritos.
Una narraciòn precisa que nos ubica en ese lugar privilegiado donde "nos reunimos en familia" cada dìa para tratar nuestros asuntos...

Y ese detalle especial: observas el comportamiento del felino con una precisiòn envidiable lo que nos hace sentir lo que percibe.

Un abrazo.

De nuevo por acà.

Què grato leele

La percepción de los gatos y la de los perros. En realidad creo que todos los animales son mucho más perceptivos que nosotros los humanos. Yo que he tenido perro, se puede decir que durante toda mi vida, he podido comprobar comportamientos asombrosos e inexplicables por parte de ellos. Tener la mirada fija en un sitio determinado de la casa en actitud de estar contemplando a alguien cuando no hay nadie ni nada en aquel lugar, barruntar la muerte de las personas y la suya propia, mostrarse más dócil y cariñosa con una persona enferma crónica, incluso yo diría que triste y, por ej., ¿por qué distinguen cuándo alguien desconocido que se acerca viene con buenas intenciones o no? porque, en esos momentos, si se acercan, les olfatean y se quedan tranquilos, no hay nada que temer, pero como gruñan y enseñen los dientes..¡cuidado! hay que prestar atención. Yo tengo muchas anécdotas muy inexplicables que contar sobre estos animales.
Muy interesante tu relato y real, lo creo completamente. Y sobre cosas inexplicables voy a copiar un relato auténtico que me sucedó. Lo pondré en el foro con vuestro permiso. Aunque esta vez, no tiene nada que ver con animales sino con las personas... que también percibimos lo nuestro... ¡vay qué si...! sobre todo algunas. Lo único que me ha sorprendido y me ha echo pensar en el cambio de latitud, ha sido adaptar mi pensamiento a ese día frío del mes de Junio para mí incomprensible, en esas fechas, aquí hace bastante calor y la gente comienza sus vacaciones veraniegas. Cosas de la naturaleza!
Me gustaría poder reunirnos en esas charlas misteriosas en las que, cada cual, cuenta sus experiencias esotéricas. Es divertido e interesante. Un abrazo mariazul.

A todos , pasare a ver lo que fantaseo

! LA FANTASIA AL PODER¡¡¡¡¡¡

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Estoy seguro de que he estado aquí,
tal como estoy ahora, mil veces antes,
y espero regresar otras mil veces más.
GOETHE


UN HECHO REAL



-Mamá, mamá. Despierta... Hay un hombre en mi habitación que dice que quiere que vayas a dormir allí.
-¡Por favor, Ramón. Vaya susto que me has dado! Vete a la cama y no digas más tonterías, !cómo va a haber un hombre en tu habitación! lo habrás soñado. Déjame descansar... anda... vuelve a la cama.
Mi hijo Ramón tenía entonces catorce años. Era un muchacho serio, muy poco dado a fantasías y que me demostraba un profundo afecto. Yo acostumbraba a dormir en un sofá-cama situado en el salón puesto que el cuidado de mi esposo enfermo me dejaba muy pocas horas de descanso, y aprovechaba los momentos en los que él dormía para restaurar mis energías tanto como me permitiera su inactividad.
Eran casi las seis de la mañana cuando mi hijo me despertó. Aparte del enfado que me ocasionó la interrupción de ese momento de sueño tan deseado, el anuncio de la visita de un "hombre" en su dormitorio con la petición de que yo durmiera en aquel lugar, me sobresaltó, pero pudo más el cansancio y después de regañarle, volví a perderme en profunda somnolencia.
La luz matutina y el ruido de los hijos al levantarse para dedicarse a sus quehaceres, me despabiló, y antes de que Ramón saliera de casa para dirigirse al Instituto, le pregunté:
-¿Por qué me despertaste anoche diciendo no sé qué de un hombre...? Me diste un susto de muerte.
Me miró muy serio y en sus ojos oscuros leí la preocupación y algo de miedo.
-Mamá, es verdad... En mi habitación hay un hombre y anoche me dijo que quería que fueses a dormir allí.... - rehuyó la mirada y, con lo que me pareció un poco de vergüenza, acabó diciendo: -Es un fantasma.
Me quedé petrificada. Ocupé la mañana en un paseo de habitación tras habitación yendo y viniendo en una búsqueda estéril del exigente y misterioso personaje que deseaba imponer un lugar preciso a mi descanso nocturno y, mientras realizaba este peregrinaje absurdo, sentí una intensa aversión hacia aquel ser al que no sabía darle nombre. ¿Por qué esa pretensión tan especial? Cada vez que surgía en mí este pensamiento, un repeluzno me recorría la columna vertebral de arriba a abajo. ¡Pues vaya un fantasma antojadizo!
Decidí zanjar el episodio restándole importancia y es muy probable que todo se hubiera olvidado a no ser porque, a partir de aquel día, comenzaron a romperse todos los vasos de la casa, cualquiera que fuera su ubicación, y, por supuesto, sin que nadie los tocara. Toda las máquinas del hogar, dejaron de funcionar una tras otra sin espacio de tiempo ni motivo aparente; la lavadora, el frigorífico, el friegaplatos, la plancha, incluso el calentador de agua. En los muebles aparecía una pátina gris como si fuera polvo, por más que se limpiaran y, de alguna manera más o menos importante, todos enfermábamos. No había ninguna explicación razonable para todos aquellos sucesos. De pronto, oíamos un chasquido y encontrábamos un vaso hecho añicos como por arte de magia estuviera donde estuviese, en la cocina, en el armario o sobre una mesa y a cada momento, alguien decía, ¡esto no funciona, se ha estropeado…!
La situación comenzó a ocasionarme una alteración incontrolable de mis nervios que me disgustaba y fue entonces cuando, al analizar el asunto para darle una solución coherente, recordé a mi amiga Elvira.
Para dar una explicación más clara a los hechos diré que, sabía de antemano, que aquellos bloques de casas en los que vivíamos, habían sido edificados sobre ruinas en las que era muy probable hubiera habido muertes, que incluso, algunas, podrían haber sido violentas, pero de ahí a pensar que los fantasmas andaban sueltos por las casas, era mucho elucubrar y como por más que miraba y buscaba, no encontraba ningún ser fantasmal; según mi hijo el hombre continuaba en la habitación, (yo no le creía capaz de engañarme), y para colmo, me estaba arruinando con la compra obligada de vasos nuevo y arreglos mecánicos, decidí ponerme en contacto con Elvira, la amiga citada anteriormente, ya que era vidente o como quiera que se nombre a estas personas que poseen dones paranormales; (en la familia le dábamos el apelativo cariñoso de "la brujita").
Por teléfono le expliqué, de manera superficial lo ocurrido y, un sábado por la tarde, se presentó en casa.
La primera frase que dijo al traspasar el umbral, me dejó sin resuello, fue: "Sí, aquí tenéis una presencia, ya lo creo".
-¿En que lugar de la casa lo ves?- le preguntó inmediatamente a Ramón.
-En mi habitación.
Una vez en el cuarto, recorrió con la mirada el entorno en una observación detallada. La habitación no era muy grande y sólo estaba ocupada por una cama pequeña, una mesita de noche y una mesa de trabajo con su silla. Frente a ellas se encontraba un armario ropero empotrado que ocupaba toda la pared. Mi amiga miró con atención hacia el armario y dijo:
-Sí. Está ahí. En ese rincón del armario, ese es su lugar- dijo señalando al esquinazo izquierdo del armario, junto a la ventana. -Seguro que, en vida, tenía ahí su vivienda o su trabajo...- hizo una pausa y continuó diciendo -se ha quedado enganchado en este mundo y necesita ayuda.
Pude comprobar que tanto ella como mi hijo Ramón, miraban al mismo sitio con temor o, mejor sería decir, con respeto, pero como yo no conseguía ninguna visión extraordinaria aparte de un armario corriente y moliente, le pedí explicaciones a mi amiga sobre lo que a mí me parecía una invención más o menos imaginativa.
-Es un hombre delgado, moreno y con bigote y está enfadado porque yo he venido y le he descubierto -dijo como si hablara para sus adentros.
Un poco escamada por la arbitrariedad del personaje que a mi me parecía un "ocupa" indeseable e indiscreto, le pregunté a Elvira:
-¿Y me puedes decir por qué quiere que yo venga a dormir a esta habitación? Sea fantasma o no, me parece que se está tomando unas atribuciones sobre mi persona que no le corresponden. Yo duermo donde me parece bien y no admito exigencias de nadie. ¡Faltaría más...!- Lo dije bastante enfadada y con el deseo encubierto de que el fantasma lo tuviera bien claro.
-No... la verdad es que no lo sé...- me dijo volviendo a hacer una pausa, y al cabo de unos momentos, continuó: -Mira, vas a hacer una cosa. Aquí en la mesita de noche pones cada día un vaso con agua y sal, por la mañana tiras el agua del día anterior por el desagüe del lavabo y vuelves a poner agua limpia, esto lo haces durante nueve días y reza todo lo que puedas, y si te atreves, dile (refiriéndose al fantasma) que siga el camino de la luz, que se vaya y os deje en paz. No creo que sea un ser maléfico -esto último lo dijo con una cierta duda que a mi me pareció era para auto-animarse.
Aunque esto me tranquilizó un poco, la verdad es que cuando mi amiga se marchó no me quedé demasiado convencida pero, aun así y todo, puse el vaso con agua y recé cuanto pude mientras le decía al dichoso fantasma que siguiera su camino, dejara libre el rincón del armario y no rompiera más vasos. El caso es que, una vez realizado el ritual novenario, la cosa se calmó, pasó el tiempo y fui olvidando el suceso. Mi hijo Ramón tampoco volvió a hablar de ello y todos nos sentíamos más o menos felices dentro de nuestras preocupaciones, hasta que, un día, cuando me fui a acostar, me percaté de que, hacía ya un cierto tiempo, se me había ocurrido, sin ninguna exigencia racional, instalar otra cama en la habitación de mi hijo Ramón.
Desde entonces, yo dormía en aquel lugar enfrente del armario ropero.
Creo que no es necesario explicar que, en cuanto se me presentó la ocasión, me cambié de casa. – MAGDA.

Dicen que los gatos ven los espíritus y noes nada raro sentir su chillido y verlos salir en carrera, ahí es donde a uno se le paran los pelos (si es que tiene)...
Y fantasmas! ufff creo que noresistiría ver algo así, aunque de vez en cuando he sentido mis cosas...
Gracias chicas por volver...