Profanadores de Tumbas ( Relatos Reales)

Cómo anduve entre tumbas algunas noches




Mi memoria no es tan exacta, creo que llevaba dos meses como Detective novato, mi Jefe el Comisario don Manuel Recabal, me ordenó ir esa noche al cementerio a detener a ladrones de tumbas. Ya había observado mi falta de miedo ante las supersticiones, estuvo “echando pericos” por las denuncias recibidas por deudos de personas muertas y enterradas en la ciudad de los muertos local, que habían sido víctimas de profanadores que durante la noche sacaban los cuerpos para robarles ropas y zapatos.
Tales delincuentes, sin miedo, les quiebran los dientes para arrancarles las tapaduras de oro y hasta cortan dedos para robar anillos.
Me ordenó que llevara de acompañamiento a uno de mis colegas más nuevos a pasar la noche en la necrópolis y atrapara a dichos bandidos.




Es difícil olvidar tal aventura, no por mi creencia en que los muertos están durmiendo, sino por el temor inexplicable de mi colega, de quien me reservo su nombre.
Esa noche, antes de dirigirnos a la tumba en la cual en el mediodía enterraron el cuerpo de un conocido y próspero comerciante fenecido tras una larga enfermedad, pasamos a la oficina del administrador de la necrópolis del cual era muy amigo, máxime que yo tenía relaciones románticas con una de sus jóvenes y bellas cuñadas. Nos proporcionó café para mantenernos despiertos; además, nos dio información de los profanadores que eran muy astutos para ocultarse del guardia nocturno y que no tenían sospechosos.
 
La estrategia que ya había ideado, consistió en que nos turnaríamos en dormir un par de horas, bien arropados, mientras uno de nosotros prestaba guardia. No escondimos detrás de un mausoleo, teniendo a la vista el sepulcro que debíamos vigilar.
 
Tomé el primer turno y dormí como un bendito arropado con excelentes frazadas que me prestó mi amigo el administrador del cementerio, quien habitaba con su bella esposa y sus hijos en el edificio donde funcionaba su oficina. “ Félices sueños, Flaco” fue su comentario irónico sin maldad, pues ambos somos cristianos sin temores estúpidos.
 
Mi personalidad, que mis lectores ya conocen, siempre irónico y burlón, hizo que llevara un par de sábanas blancas con un par de agujeros para poder mirar. Serían las dos de la madrugada cuando notamos la presencia de dos individuos que se aproximaban sigilosamente entre las cruces. Portaban solamente palas, pues la tierra estaba blanda y no eran indispensables picos y barretas para cometer tan macabro delito.




Necesitábamos pruebas fehacientes de la contravención a la ley y esperamos pacientemente que sacaran el cadáver; le abrieron la boca y con una linterna examinaban sus dientes; con un alicates procedieron a extraer las piezas dentales que tenían obturaciones de oro.




Debo aclarar que ambos Detectives estábamos contraviniendo la ley, pues hasta ese momento éramos cómplices pasivos de los malhechores. Naturalmente en nuestro plan contemplábamos mentir descaradamente al excelente juez que conocía mis debilidades con tal de hacer justicia. Simplemente nuestra declaración ante el Magistrado sería que los sorprendimos in fraganti en tan horripilante actividad al momento de arribar al sitio del suceso. El severo administrador de la ley sabíamos que “miraría para otro lado” con tal de castigar a los profanadores de tumbas; recuerdo que me lanzaba una mirada como diciendo “no soy tonto” y yo continuaba con mi cara de piedra.




No olvidaré nunca mis pesadas bromas como esta para atrapar a tan asquerosos individuos.
Nos cubrimos con las sábanas y saltando sobre los sepulcros, yo por un lado y mi colega que había rodeado por el lado contrario, dando fuertes “ Uuuuuuuuuuu” nos abalanzamos sobre los ladrones, quienes quedaron paralizados de miedo y cuando quisieron reaccionar para huir ya estábamos sobre ellos. Nos quitamos de un tirón las “fantasmales” telas y les apuntamos con nuestros revólveres y linternas.
Creo que los tipos respiraron aliviados al ver que éramos policías y no espectros, pues se entregaron mansamente. Esposados los llevamos a nuestro cuartel, los aseguramos en un calabozo; sólo entonces dormimos como benditos con la satisfacción del deber cumplido y al día siguiente el juez concurrió al cementerio para corroborar nuestra declaración. No encontró argumentos para regañar.




Cuando llegó el resto del personal, todos nos reímos como locos por la forma de detenerlos.
Un año o dos después de este hecho, mi jefe me ordenó repetir el “remedio” acompañado de otros dos colegas; esta vez no nos disfrazamos de fantasmas, pero igual detuvimos a dos profanadores más. Sospecho que temor a los espectros no le tenían, pero sí a los Detectives chistosos. Disminuyeron estos tétricos delitos al extremo que no supe más de profanadores de tumbas en mi ciudad.




      

No sé quienes son más "valientes", (leáse así, entre comillas) si los ladrones o los detectives... Creo que ambos se despojan del miedo que puede causar estar en un cementerio a esas horas.
Espeluznante el relato, creo que si me contratan como detective, salgo de pobre, porque les arrancaría no los dientes, sino a los jefes policías una buena cantidad de dinero. Este oficio, ni el del sepulturero es para mi. jajajaj

Muy bueno Jaime...

Ja ja ja jaaaaaaa, gracias querida amiga por tu comentario; recién comenté con Nany lo "pesadito" que era ( o soy todavía) con mis bromas. No me atrevo a contar otras situaciones con los "pobres" delincuentes ( tan defendidos aquí en Chile por ciertos grupos ), aprovechando mi buena puntería y frialdad; esos bandidos se daban cuenta que no disparaba al aire para que se detuvieran en su huida, sino que veían rebotar las balas muy cerca de sus pies. Aquí en mi barrio no se atreven a entrar porque los "viejos chistosos"  retirados de la Policía de Carabineros ( uniformados ) y de la Policía de Investigaciones (PDI ( civiles, sin uniforme ) tiramos muy cerca de ellos, siempre al suelo para no herir a inocentes.


Quizás algún día me atreva a escribir situaciones que me pudieron costar mi carrera policial en el gobierno de la dictadura militar. Antes de criticarme ... les digo que me arriesgué como un Pimpinela Escarlata, salvando amigos; uno de mis hermanos era comunista, yo vivía con el corazón en la mano. Creo que al no ser "ni fú ni fá " los Detectives pasamos "piola".

Que buenos sustos dieron, je que gente tan fea que no respeta nada, menos mal que fueron apresados, Saludos Don Jaime.

Qué vida interesante lleva un detective, activos y creativos. Tantos recuerdos merecen un libro que los recopile.
Nilda