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 Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento

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luis tejada yepes
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luis tejada yepes


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MensajeTema: Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento   Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento Icon_minitimeSáb Jun 07, 2008 1:22 pm

LOS GATOS ALEJAN A LOS RATONES. CUENTO

Llegaron en la noche, soldados de la patria, corazas de dolor, corazón de hierro.
¿En donde están los otros?. Nadie respondió.
¿En la selva, en el río, en el hontanar sanando sus heridas?. Nadie respondió.
Siguieron su camino, hiel en la mirada, buscando lo perdido.

1

El mayor Alberto C se bajó de un salto del pesado camión. Este hacía parte de una caravana de transporte militar con más de doscientos hombres, Venía de su base en Puerto Berrío.
El Mayor estiró el cuerpo, con las manos en la cintura hizo un movimiento hacia atrás, casi hasta perder el equilibrio. Miró inquisitivamente a su alrededor, a vuelo de pájaro el panorama con sus expertos ojos de aguerrido militar. Era un especialista en inteligencia militar y combate en la selva. Ciertos detalles en el ambiente, que para las personas del común eran baladíes, para él podían ser vitales.
-Las mismas construcciones, igual a la de todos los pueblos por donde había pasado en su larga carrera militar, herencia arquitectónica de los españoles-.
Pensó para sus adentros.
Una plaza rodeada de casas de un solo piso, transformadas para dar cabida a los diferentes negocios comerciales. Este sería su campo de operaciones hasta nueva orden.
Los ciudadanos, que a esa hora de la tarde consumían, compraban o departían en los diferentes negocios, miraron a su vez con curiosidad a la caravana militar detenida a todo lo largo de la calle Real.
Este inusual despliegue de tropas alteraba la rutina acostumbrada.
-Van hacia la base militar de Segovia, ¡seguro!-.
Decía alguien a su interlocutor.
Los camiones de transporte militar, imponentes por su gran altura y enormes llantas, comenzaron a escupir soldados por la parte de atrás.
-Abajo todo el personal, rápido, rápido a formar –
Gritaba frenético un sargento mayor de uniforme camuflado, un poco entrado en años, ojos claros y pelo rojizo. Generalmente no hablaba, vomitaba improperios, a no ser que se dirigiera a su inmediato superior ante el cual cambiaba el libreto como un veterano actor transformándose en un obediente y sumiso militar.
Parte de los soldados tomaron posiciones en las esquinas y miraban con desconfianza hacia todos lados, su misión era proteger al grueso de la tropa que se formaba rápidamente unos quince al frente y cuatro en fondo conformando un rectángulo a lo largo de uno de los costados de la plaza.
El mayor Alberto C en compañía de el capitán Cesar A y un teniente, este último por su edad se veía a leguas mil que estaba recién desempacado de la escuela militar, fiscalizaban el movimiento de tropas y esperaban el reporte del sargento encargado de hacer mover la maquinaria militar..
Seguían el protocolo practicado miles de veces en los cuarteles. Se realizaba religiosamente para mantener el organismo, compuesto de múltiples miembros, cohesionado en una sola voluntad.
Terminado el movimiento y hechas las presentaciones correspondientes el Mayor conversó en voz baja con sus ayudantías.
Los parroquianos divertidos ante tan inusual espectáculo comenzaron a enmarcar tímidamente al gran número de tropas. Vieron algo nuevo. Entre las tropas, se veían mujeres uniformadas y formadas. Algunas muy bonitas. A pesar del grueso uniforme, dejaban insinuar delicadas formas. A los ojos de algunos de los muchachos pueblerinos esos uniformes militares en cuerpos femeninos eran irresistiblemente sensuales.
Pero lo más nuevo de la situación era que no los habían echado de los palcos. El oficial, como caso raro, era sumamente simpático con las gentes que se arriesgaban a acercarse al grupo de militares. En otras ocasiones ante el arribo de las tropas era mejor poner pies en polvorosa, la llegada de estas significa peligro de muerte.
La fama de los habitantes del pueblo no era la mejor carta de recomendación para confraternizar con las tropas oficiales. Prevenidas de antemano de estar frente al enemigo, podían soltar mortales disparos, presionados por la campaña psicológica recibida antes de desplazarse a este pueblo olvidado de Dios y de los poderes centrales.
El mayor saludó de mano al personaje más cercano. Cortesía inusual en los militares en su relación con la población civil. El hombre le rozó tímidamente los dedos a la manera campesina.
-Soy el mayor Alberto C y me da mucho gusto el conocerlo-
Lo dijo esgrimiendo la mejor de las sonrisas y exhibiendo una hilera de dientes blancos perfectamente alineados como las tropas a su espalda.
El hombre estaba tan desconcertado que no dijo esta boca es mía. Los años de confrontación habían creado un recelo entre civiles y militares; pero en estos momentos el Mayor estaba tratando de romper la cadena de resentimientos, era lo que llamaban en el argot militar confraternizar con la población civil.
El recelo del campesinado con las tropas no solo era desconfianza hacia la fuerzas militares, obedecía también al hecho de que los ojos de la guerrilla, presentes en todas partes podrían interpretar cualquier acto de amistad con las tropas oficiales como una traición al movimiento, así no pertenecieran a él. Ese gesto de amabilidad podría ponerlos en la mira de la guerrilla y posiblemente hasta perder la vida. En la cafetería del aeropuerto una mesera muy amable con los clientes que arribaban al aeropuerto, entre ellos jóvenes militares, irresistibles a sus ojos adolescentes, había sido ejecutada porque estuvo alguna vez muy sonriente con un apuesto teniente de paso por Remedios. Estos mensajes eran claros para la población civil respecto a cual debía ser el comportamiento con las tropas cuando hacían presencia por esos lados.
El Mayor, ante el silencio del civil, como llaman los militares a los no militares, no se decepcionó y prosiguió dando manos como político en campaña.
Todos los parroquianos se tomaron confianza y comenzaron a rodear al Mayor. Este no hizo gesto alguno de desconfianza. Más bien invitaba, con inusual y desprevenida actitud, a acercarse a todos los expectantes parroquianos parados alrededor de las tropas.
Francisco G, dueño de un bar llamado El Cafetín, en razón de la localización de su negocio a todo el frente de donde se desarrollaba la revista militar se acercó a saludar el Mayor, y como era su costumbre, indagó por todo, para después salir a contarlo a los cuatro vientos. En este caso su tarea era averiguar cuales eran las intenciones de estos militares con un comportamiento nunca antes visto entre las tropas oficiales.
-Mucho gusto Mayor, mi nombre es Francisco G, pero dígame Pacho. Con esa chapa me distingue todo el mundo-
Al mismo tiempo estrechaba calurosamente la mano extendida por el Mayor en símbolo de amistad.
Francisco G continuó con la conversación para tratar de averiguar a fondo las intenciones de los uniformados recién llegados al pueblo y poder posteriormente transmitir a los clientes de su negocio esas valiosas informaciones. Seguramente al verlo conversar con el militar, acudirían en masa a preguntarle más tarde lo averiguado. Esto le permitiría, no solo mantener el monopolio sobre la información, sino aumentar de manera significativa las ventas.
Haciendo gala de la mejor de las sonrisas, le preguntó al Mayor, aprovechando la confianza brindada:
-Mayor, que lo trae por estas tierras, se les ve cansados, ¿cierto?, permítame invitarlo a un fresquito, !ah!, a los otros oficiales también, si gustan claro está.-
-Muchas gracias Francisco G, es usted muy amable, lo necesito y creo que el capitán también. Permítame relacionarlos, ¡Capitán! le presento a Francisco G, nos invita muy amablemente a un refresco.
-Mucho gusto, Capitán Cesar Q a su servicio y de toda la población, choque esos cinco amigo-.
Francisco G pensaba para sus adentros,
¿Estas serán tropas de otro planeta. Que se traerán entre manos. Militares tan amables en un campo de guerra…?.
Pensaba Pacho ante la nueva actitud de los militares.
-Mi negocio está aquí no más, frente a ustedes, siempre a su servicio para cuando quieran volver.
-De primera Francisco G, por aquí estaremos molestándolo-.
El mayor aprovechó el momento para darle algunos datos sobre las tareas encomendadas por sus superiores para este pueblo. Intuyó que este civil podría servirle de canal expedito para comunicarle a la población civil la parte de la misión que podían conocer.
-Entre otras cosas Mayor que vientos lo traen por estos lados, claro está, sino es imprudencia de parte mía, si lo es le ruego me perdone de antemano-
-No…no, Pacho. Mire, le informo que nuestra intención es la de permanecer al lado del pueblo por una larga temporada. Venimos a ayudarlos en todo lo necesario, principalmente en lo relacionado con la seguridad del pueblo y de paso con el mejoramiento de la convivencia entre vecinos. Esto depende de muchas cosas y de la aceptación de los pobladores de Remedios. Vamos a tener muchas oportunidades para vernos y conversar de muchos asuntos-.
Francisco G ya tenía la primera información importante para comunicar, y la guardó en su correo mental para empatarla con las otras que esperaba obtener en esta importante conversación.
-¿Quedarse Mayor?, eso nunca se había visto de parte de los militares. Llegaban, hacían presencia por unas horas y desaparecían del panorama-.
-Cierto, pero en este caso si nos quedaremos por algún tiempo. El pueblo pidió protección y las fuerzas militares están dispuestas a prestársela. Pero necesitamos la colaboración de la población civil con información para poder hacerla efectiva. Sin una información veraz estamos ciegos. Sabemos del miedo a colaborar y lo comprendemos y también de los castigos infligidos por la guerrilla, pero cuenten con toda la seriedad y reserva del caso, ¿me entendió Francisco G?. Si es del caso reubicaremos a los informantes en otro lugar junto con sus familias inclusive en el exterior, eso depende de la importancia del asunto-.
Le contestó el mayor a Francisco G con franqueza y seguridad en que lo prometido se cumpliría al pie de la letra.
-Bien mayor, la situación está caliente por estos lados… no se, veremos lo que se puede hacer, usted debe saber como son las cosas por aquí ¿cierto?-.
-Claro Pacho, se muchas cosas y también se lo reitero, somos conscientes de lo que les puede pasar a los colaboradores con las fuerzas militares. Pero si no superan el miedo nada va a cambiar y seguirán en las mismas, conviviendo con el temor y la zozobra, es una pobre vida, este pueblo merece algo mejor. Y ni se hable de la situación en lo referente a la economía, ¿Cuántos negocios están en quiebra?. Tantos efectos negativos y todo para nada.
Se notaba el conocimiento del Mayor sobre los acontecimientos cotidianos del pueblo. No era de extrañar, pensaba Pacho. Un contingente de tropas tan grande no van a llegar a la ciega a un pueblo con la fama de este.
Lo que no sabía Pacho era que previamente se había hecho un informe de inteligencia militar como hoja de ruta para la misión en movimiento y con ella se aparecieron hoy, para tratar de conciliar con el pueblo, después de años de desprecio y abandono.
-Mayor, entonces se quedan…humm, esto se va poner bueno por aquí… ¿se toma una cervecita o lo que desee? Pida lo que quiera, cortesía de la casa-.
Francisco G decidió cortar la conversación ante la suficiente ilustración y tambien porque no era bueno dejarse ver confraternizando con la tropa, muchos ojos diversos estarían pendientes en estos momentos de sus nuevas amistades. Ya había obtenido la suficiente información para concluir cual era el papel de ese batallón formado al frente de su negocio. Además no defraudaría a los que, apenas se retirara el mayor, caerían a interrogarlo sobre los detalles de la conversación con el militar, incluyendo a la guerrilla, que quizás sería la más interesada.
El mayor a su vez consideró la suficiente ilustración. Ya había mandado un mensaje por el conducto regular certeramente analizado: Francisco G. De acuerdo a informes de inteligencia era la caja de resonancia, fuente de todos los chismes del pueblo y un efectivo transmisor de ellos. Le agradeció las atenciones al amable y comunicativo anfitrión con un leve palmoteo en la espalda, como gesto de familiaridad.
-La mejor forma de empezar a confraternizar con la población es ganarse a este tipo de personas-.
Pensó en esos instantes amables y obviamente con su mentalidad de experto en inteligencia militar.
Seguía al pie de la letra el manual de instrucción para operaciones especiales. Este fue estudiado detenidamente en un curso instructivo de inteligencia operativa dictado a todos los oficiales escogidos para esta misión algunos meses antes de su llegada al área de operaciones militares.
Mientras esto ocurría, a unos cuantos metros, alarmados policías miembros del puesto permanente en el pueblo, habían permanecido a la expectativa. El subintendente al mando estaba muy disgustado porque no se le había avisado de la llegada de esta numerosa tropa. Podían ser guerrilleros haciéndose pasar por militares con la intención de tomarse el pueblo sin mucha resistencia. Ya había ocurrido en otros lugares, no podía descuidarse por eso había tomado las precauciones aconsejadas en estos casos: trincheras y el dedo en el gatillo hasta aclarar todo. Por eso había mantenido el acuartelamiento en primer grado de los policías y ordenado a cada uno de ellos tomar el puesto de combate asignado, ojo avizor, previendo cualquier contingencia.

Continua...


Última edición por luis tejada yepes el Sáb Jun 21, 2008 11:10 am, editado 3 veces
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MensajeTema: Re: Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento   Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento Icon_minitimeJue Jun 19, 2008 6:12 pm

Excelente, voy por la segunda parte, aunque aqui resalto la condición de la población civil, siempre "como jamón del medio",entre dos grupos armados...
Veremos como sigue el relato.Interesante,muy bien narrado
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MensajeTema: Re: Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento   Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento Icon_minitimeVie Jun 20, 2008 11:49 am

Es la triste realidad de las personas que viven en medio de dos fuegos cruzados. Buen rompecabezas a resolver.
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MensajeTema: Re: Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento   Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento Icon_minitimeSáb Jun 21, 2008 1:42 am

Un excelente texto, una vez más tomas la realidad y la desnudas en letras.
Dos posiciones y en el medio, la gente que solo quiere "su pan, su hembra y la fiesta en paz", como diría Aguaviva.
Sigo la lectura.
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MensajeTema: Re: Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento   Los Gatos Alejan a los Ratones I. Cuento Icon_minitime

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