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Esta receta es lo que recuerdo, de la que hacía mi abuelita Oliva, alta de moño, delgadita con su imperdible cigarro de tabaco envuelto en papel amarillo y que con sus brazos de manos suaves siempre me abrazaba:
Tómese agua y déjese descansar durante tres días con sus noches en un lugar cerrado y oscuro. Recolecte rosas rojas, sepárelas en pétalos y deposítelas con cuidado en el agua...
Abuelita sacaba una botella chiquitititica y yo le preguntaba: una y otra vez. Misteriosa: soltaba una gota y una sonrisa; a la olla la gota y la sonrisa: alegría…
Años después encontré esa botellita entre sus cosas y ahora que escribo la receta, la tengo entre mis dedos... Casi puedo ver su peineta, oler el humo de su cigarro: recomendando el hacer del agua de rosas las muchachas que querían conquistar a su galán:
Lávese el arroz con esta agua de rosas y déjese durante una hora. ¡ No bote el agua, es un refrescante para el estómago y ayuda la digestión ! — decía con saber antiguo. Píquese bien los olores: chile dulce, cebolla, culantro, en una olla, ponga aceite, caliente y a freír los olores. Deposite el arroz, remueva, sal al gusto y échele el agua de rosas, después lo deja reventar, cuando esté seco lo revuelve y le pone una tapa, lo deja a fuego lento; un cuarto de hora…
! Ah..lo deja tapadito un ratico.¡
Mézclese siempre esta agua de rosas, con cualquier alimento en particular es más efectiva, si se le mezcla en diversas formas, por lo tanto haga un almuerzo a su pretendiente y elabore varios platos; mientras los prepara con el agua de rosas piense intensamente en el amor que usted siente por su posible enamorado…
Y que Dios la bendiga, así se despedía la muchacha, el Agua de Rosas y las recetas. Me parece estarla viendo ahora que percibo el brillo de las lunas que tenía por ojos en el vidrio nacarado de su botellita…
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