El avión en contravía

Los dos subimos al avión y en nuestro interior, sentíamos el mismo miedo de cualquier pasajero que no sabe si llegará a su destino. Nuestro vuelo salía de Bogotá con destino a Cali. Terminábamos de asistir a un evento de trabajo y transcurridos 15 minutos de los 30 finales del vuelo, mi acompañante de pronto me insinuó:
—Jefe, y si viene otro avión de allá para acá, si viene en contravía—
No pude evitar sonreír aunque nunca se me había ocurrido semejante idea.
De inmediato, el avión hizo un movimiento en forma vertical ascendente de manera súbita y la azafata que recogía las bandejas prendiéndose del maletero dijo:
— ¡Ay Dios mío!— y se escuchó al unísono el rumor de los pasajeros de un quejido suave.
Escuchamos la voz del capitán que decía:
—“Disculpen señores pasajeros, vamos a tener que retrasar un poco la llegada al aeropuerto de la
ciudad de Cali, porque hay una gran tormenta en el norte de la ciudad que nos impide la visibilidad”.
Mi compañero se paró del asiento y me dijo:
—Voy al baño—
Sorprendida por mi tranquilidad, creyendo calmarlo le dije:
—No se vaya a asustar porque ahora el avión así como sube, vuelve a bajar—
Ocho minutos transcurrieron y al ver que no regresaba llamé a la azafata y le dije:
—Señorita el pasajero que venía sentado aquí, no sale del baño—
—Voy a ver...—
Mientras tanto se escuchó la voz del capitán:
—“Pasajeros con destino a la ciudad de Cali, hemos superado la tormenta y en contados minutos
nos disponemos a aterrizar, favor amarrarse los cinturones de seguridad”—
Preocupada porque ni la azafata ni mi compañero aparecían, esperé sentada, mientras las personas empezaban a pararse de los asientos para apearse del avión.
Instantes después apareció mi compañero con la cara cual cáscara de limón, aferrado al brazo de la azafata quien me dijo:
—Señora, el pasajero está con diarrea, va a tener que solicitar un taxi que lo lleve rápido a su destino.
De inmediato pensé en los 45 minutos que nos separaban de la ciudad y luego otros 30 para llegar a la casa de él. Lo único que me salvó de semejante situación fue que él me dijo al oído:
—No se vaya a ir conmigo en el taxi que me da pena con usted, estoy churreteado— y su sonrisa
desganada se unió a la mía con picardía.
Abril, 2009

!Pobre viajante! Me puedo imaginar el sustito y la verguenza que se llevo.
Saludos
Sergio

Jajaja,por eso evito los aviones y cualquier cosa que este a más de un metro del piso.
Jajaja,me gusto.
¿es una anécdota real?

Por lo menos un mal viento levanta pero una churreta a...plasta. Lo que sería cierto es que con el calor de Cali las moscas también volaron.




Bss.

Gracias Sergio...
jajajaja.. Elisa me hiciste soltar tremenda carcajada.....
Mario, si es real, claro que lo de la diarrea se lo agregué, pobre hombre!!!

Muy bueno Etel una reina escribiendo.

Me gustó.

María

AHH POBRE HOMBRE,JA Y VOS TODAVIA LO ESCRACHAS JAJA

Mil gracias María y Mateo por entrar a leer.
Un besito para los dos.