Los Zorros de Fuzhöu

Los Zorros de Fuzhöu

En la antigua ciudad de Fuzhöu, ubicada en el sureste de china, es muy conocida la historia de los Huli Jing, o mejor dicho, la historia de la época en que se adoraba a estos seres.
Las desapariciones de personas a manos de inescrupulosos bandoleros al alejarse demasiado de los límites de la ciudad, ocasionando un comportamiento cerrado y desconfiado en todos, y la creciente superstición de la gente se habían arraigado hace mucho tiempo ya. El gobernador Xiang Su había cambiado los planes de la ciudad, las nuevas modificaciones disponían que la ciudad debía estar rodeada de un alto muro, pero no solo fue eso, los barrios también debían estar rodeados por muros y, a su vez, las casas debían estar dentro de una pared individual. Dividiendo así cada barrio y cada casa. También repartió a la guardia de la ciudad en las puertas de los diferentes barrios, nadie podía entrar o salir después del atardecer, por eso todos se apresuraban en volver a sus casas antes de que se oculte el sol. Rara vez la gente abandonaba la ciudad, ya sea para conseguir arroz, agua o cañas de bambú y cuando volvían debían pasar un largo y penoso examen para corroborar su condición humana.

Unos años después llego de la capital el sabio llamado Jun He que, al ver el intrincado camino de paredes, puertas, muros y callejones sin salida, decidió que era momento de dar una pastilla de escepticismo e incredulidad a esa gente. Comenzó a predicar por el centro de Fuzhöu la falsedad de las creencias antiguas y populares, decía que la vida de estos animales era tan insignificante como la del perro o el gato y que estas historias solo se utilizaban para engañar a los débiles de mente, llego incluso al punto extremo de llevar un zorro y lo sacrificó ante todos como muestra de su carácter mortal. Unos meses después escribió un libro destinado a sacar a esas personas del temor constante a los zorros chinos en el que había historias y moralejas destinadas a que el pueblo comience a descreer de las historias antiguas. Estas predicas llegaron a oídos del gobernador Su y rápidamente comenzó a movilizar a sus hombres. Jun He fue perseguido, censurado y atacado por todos los rincones de la ciudad con la excusa de que su predica alentaba la rebeldía y atacaba las honorables tradiciones de Fuzhöu. Unos meses después fue atrapado en uno de los barrios de la ciudad mientras intentaba escalar una de las tantas paredes, fue llevado a la plaza central y allí, ante la presencia de todo el pueblo, fueron juntando todas las copias de su obra. Una vez armado el gran montículo el mismísimo Xiang Su se encargo llevar la antorcha que purificaría con su fuego sagrado ese gran montón de injurias y blasfemias que había envenenado a su gente. Ante el gran fuego y el abrasador calor, los sabios de la ciudad recitaban versos extraños del tao, hasta entonces desconocidos por los habitantes y seguramente por el resto de China, que supuestamente servían para aplacar la ira de los Huli Jing y para purificar la ciudad.
Jun He observaba como su obra ardía de forma lenta pero abrasadora, así como la vida se va consumiendo desde el momento del nacimiento y así como el olvido invade las cabezas del mundo. Luego de unas horas, cuando todo el papel se consumió, el verdugo se acerco al sabio Jun y movió el látigo para azotarlo como castigo. Pero en el momento en que el látigo estaba en el aire, Jun He se convirtió en un campesino, en una prostituta, en otro gobernador Su y por ultimo en zorro para desaparecer en el aire. Desde ese curioso acontecimiento ya nadie supo nada sobre los habitantes de Fuzhöu y las puertas se cerraron, infranqueables.