mariazul11 Escritor activo
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RECONOCIMIENTOS Mención: - a la excelencia en sus comentarios Mención: - por sus Aportes a Letras y Algo Más Premios: 2º Lugar Concurso Honrando la Poesía 2012
| Tema: SEGUIMOS CON LOS DICHOS Jue Mar 26, 2009 9:05 am | |
| A otro perro con ese hueso: La expresión se usa como una forma de desanimar a quien quiere hacernos creer una mentira o bien nos ofrece algo cuya calidad es inferior, invitándolo a que lo intente con otra persona, aludiendo de esta forma a la ingenuidad del perro, que corre detrás de cualquier cosa que se parezca a un hueso, sea una piedra o un hueso de plástico. Respecto de la versión en inglés -tell that to the marines!, algo así como "anda a contárselo a los "marines"- está basada en la proverbial integridad que caracterizaba a los integrantes de ese Cuerpo de la marina de los EE.UU., célebres por su fama de incorruptibles, particularmente, durante la guerra fría, a partir de los años 50. En esa época, era poco probable que los "marines" aceptaran la imposición de una orden, sobre todo si esta vulneraba su integridad moral. Con el tiempo, y en la misma medida en que decayó la popularidad de los "marines", esa interpretación dejó de ser corriente en los Estados Unidos y entonces comenzó a usarse con idéntico valor- la expresión I am from Missouri (yo soy de Missouri), en alusión a la característica seriedad y poca credulidad de los habitantes de ese estado. Hoy en día, la locución a otro perro con ese hueso -que muy bien parece ser propia del Río de la Plata- se usa con idéntico valor.
A seguro se lo llevaron preso: Es un dicho que, en su origen español, habría sido a Segura lo llevaron preso, en el que se produce un juego de palabras entre el apellido Segura y el adjetivo seguro/a. Aparentemente, se referiría al castillo de la villa jienense (de Jaén) de Segura de la Sierra, que sirvió de prisión. Para algunos, era una cárcel para delincuentes comunes en la que la vida era muy dura y sobrevivir se convertía en un logro casi inalcanzable; para otros, era un lugar de detención de personajes de cierta alcurnia, con lo que las condiciones de vida no eran tan malas y el tiempo de permanencia de los presos no era muy prolongado. De cualquier forma, la expresión alude a la posibilidad de que, no importa la condición social de las personas, a cualquiera le cabe la posibilidad de ser encarcelados si no ponen cuidado en sus acciones. Originariamente, la frase pudo haber sido A Segura, lo llevaron preso, como diciendo "a ese lugar (Segura), fue donde lo llevaron preso". En nuestro país, se utiliza la frase para dar a entender que nadie está exento (seguro) de que le pase algo, bueno o malo.
A tontas y a locas: Según el Diccionario de la Real Academia Española, significa “hacer una cosa con desbaratamiento, sin orden ni concierto” Es frase muy antigua, que se encuentra ya en Don Quijote en los versos truncos, de cabo roto, que dirige Urganda la Desconocida, en la parte poética preliminar de la novela. Por cierto que entonces Cervantes, jugando con el vocablo, emplea esta segunda imagen no sólo como expresión adverbial sino en su simple sentido, llamando tontas y locas a las doncellas que se entretenían en vanas locuras. Algo parecido pasa con la historieta atribuida al dramaturgo contemporáneo Jacinto Benavente, a quien, habiéndole propuesto unas damas que pronunciara una conferencia en un club femenino, allá por los años veinte de nuestro siglo, contestó que no le gustaba improvisar, hablar “a tontas y a locas”, jugando con el sentido literal y el sentido adverbial del vocablo. Sin embargo, hemos de añadir que esta anécdota, como tantas otras, ha sido atribuida a Jacinto Benavente un tanto a la ligera. Aunque es posible que se expresara tan sarcásticamente, es seguro que la frase no era suya. Efectivamente, el licenciado Juan de Robles en su primera parte de El culto sevillano, obra del siglo XVII, escribe, refiriéndose al fraile agustino fray Juan Farfán: “Convidáronle ciertas monjas para predicarles un sermón grave, dándole poco lugar de estudiar. Subióse al púlpito y escusóse de ello y remató la escusa diciendo: "Pero al fin, hoy predicaremos a tontas y a locas, como pudiéramos"”. Éste debió de ser un chascarrillo bastante vulgar en los postreros años del siglo XVI puesto que se registraba también en los Diálogos de apacible entretenimiento de Gaspar Lucas Hidalgo (Barcelona, 1605). Y asimismo en Luis Quiñones de Benavente, en el siglo XVII, pues el personaje Cosme dice en su Entremés del soldado: De aquestas palabras pocas no os agraviéis, damas, no; que ya se sabe que yo lo digo a tontas y a locas.
Abrir los ojos: La expresión está basada en el origen de la palabra abrojo, que aunque muchos suponen que es una palabra propia del Río de la Plata, procede del latín, a través de la forma apere oculum, equivalente de "abre el ojo". Esta palabra era usada originariamente como advertencia para las personas, debido al peligro que supone caminar por una senda plagada de esta clase de planta de tallos largos, rastreros y frutos muy espinosos y perjudiciales para las cosechas y las personas. Posteriormente, en el ámbito militar, se comenzó a utilizar la frase abrir los ojos para advertir a los soldados acerca de la presencia de campos minados de abrojos, pero en este caso no referida a las plantas sino a unas piezas de hierro en forma de estrella, con cuatro púas que, al caer al suelo, quedaban con las puntas hacia arriba, obstaculizando el avance de la caballería enemiga. En la actualidad, la expresión se usa para advertir a alguien sobre la inminencia de un riesgo o peligro, para lo cual es necesario mantenerse alerta.
Al freir será el reir: Existen varias versiones para justificar el origen de este dicho, utilizado generalmente para pronosticar el cumplimiento de algún hecho adverso, o bien para reprobar la escasa prudencia en la ejecución de cierta tarea. La versión más probable dice que en la España del rey Felipe IV existía un calderero (vendedor de calderas, salamandras, ollas y sartenes, entre otros utensilios) muy famoso por sus picardías. Pero sucedió que una vez, otro pillo ansioso de jugarle una mala pasada y de burlarse de él, entró en su comercio y pidió comprar una sartén. Con el mayor de los desparpajos, el calderero le alcanzó una que estaba quebrada por abajo. El comprador, ignorando aparentemente la falla de la sartén, abonó satisfecho el importe del elemento, pero lo hizo con plata falsa que el calderero recibió también descuidadamente. Cuando el calderero advirtió que su comprador se retiraba sonriendo con malicia, dijo intencionadamente: "je, je... al freír será el reír", como previendo el mal momento que su cliente habría de soportar al querer utilizar la sartén. Una vez que el comprador escuchó esta frase, replicó en igual tono, diciendo: "ja, ja... al contar será el llorar", seguro de la desagradable sorpresa que se llevaría el comerciante al hacer el recuento de sus ganancias del día.
Apaga y vámonos: Para explicar el origen de este dicho, debemos relatar un original desafío sostenido hace siglos por dos sacerdotes del pueblo de Pitres, en Granada. Sucede que ambos clérigos eran aspirantes a una capellanía castrense y decidieron un día apostar a cuál de los dos sería el que dijese la misa más rápidamente, es decir, en menos tiempo. Una vez dispuesto el día de realización del original "duelo", el primero de ellos subió al altar y dijo: "Ite, misa est", forma que hoy equivale a lo que los sacerdotes católicos expresan cuando dicen: "Hemos celebrado la Misa. Podéis ir en paz". El segundo, que ya veía que su contrincante había sacado ventaja, dudó un instante, giró, miró a su monaguillo y le dijo: Apaga y vámonos, con lo que a nadie le quedó duda de que su "misa" había sido la más breve. En la actualidad, suele usarse este dicho para dar a entender que en cierto lugar nada queda por hacer y está todo terminado. Entre nosotros, circula la variante que el último apague la luz con un valor diferente y quizás algo más apocalíptico.
Armarse un tiberio: Claudio Tiberio fue el segundo emperador romano. Hijo de Tiberio Nerón y de Livia -después esposa de Augusto-, se distinguió muy pronto por sus dotes militares. Cuando murió Augusto, se apoderó del imperio, el que gobernó con todo acierto en sus decisiones. Pero más tarde, luego del fallecimiento de su hijo adoptivo Germánico, se convirtió en un déspota cruel y despiadado que recelaba de todo el mundo. Hizo ejecutar a gran cantidad de amigos y parientes, entre quienes se contó a su esposa Julia, ejerció un poder arbitrario y sus desmanes sembraron el terror y la confusión por toda Roma. Tan así fue, que en Roma se decía que no había familia que no tuviera que lamentar la muerte de algún familiar a manos de Tiberio quien, finalmente, murió supuestamente envenenado por su sucesor Calígula, otro personaje digno de cuidado. De la triste memoria de aquellos tiempos procede la expresión armar un Tiberio, con la que se expresa cualquier situación de desorden, alboroto o ruidosa pelea.
Así me las den todas: El origen de este dicho está basado en un hecho muy directamente relacionado con el accionar de la Ley y la Justicia. Cuentan que un alguacil, por orden del juez, fue una vez a ejecutar un mandamiento. Sin embargo, las cosas se le complicaron: en lugar de cobrar la multa que pretendía, sólo recibió como pago dos sonoras bofetadas. De regreso ante su superior y confiando en mover la cólera del juez contra el agresor, relató ante aquel lo sucedido y acabó por decir que los bofetones, en realidad, se los habían dado a él, al señor juez en su propia cara, debido a que no habían querido acatar la orden por él dictada. El juez -hombre de buen humor, sin dudas- lo escuchó pacientemente y le respondió: "Cierto... pero así me las den todas, como queriendo decir que, de esa manera, no tenía inconveniente en "cobrar una paliza". Si bien el dicho no es muy usado en la actualidad, suele usárselo irónicamente, para dar a entender que algo nos es indiferente, sobre todo si se trata de males o desgracias ajenas.
Atar los bártulos: ¡Cuántas veces habremos mencionado los bártulos, sin saber realmente a qué clase de elemento aludíamos!. En realidad, Bártulo o Bártolo de Sasso-Ferrato (que posteriormente dio origen al popular nombre Bartolo) fue un eminente jurisconsulto italiano que vivió en la baja Edad Media, profesor de Derecho en las universidades de Pisa, Bolonia, Padua y Perusa y cuyas obras -contenidas en trece volúmenes- sirvieron de base de estudio durante tres siglos a los alumnos de Derecho de toda Europa. Los estudiantes españoles tomaban nota de las obras del ilustre tratadista y, una vez concluida la clase, ataban los apuntes por medio de cintas o correas. Al conjunto de estos apuntes se los conocía familiarmente por el nombre de bártulos, de donde, en la jerga estudiantil, la tarea de reagruparlos y atarlos una vez utilizados, dio origen a la expresión atar (o liar) los bártulos. Así, por extensión, el dicho terminó por aplicarse también a toda disposición o preparativo que, por lo general, hace referencia a una mudanza, cambio de domicilio o traslado de utensilios.
Atar los perros con longaniza: Este dicho nos remonta a los principios del siglo XIX, más precisamente al pueblo salmantino de Candelario, cercano a la ciudad de Béjar, famoso por la calidad de sus embutidos, en el que vivía un afamado elaborador de chorizos llamado Constantino Rico, alias el choricero, cuya figura sería inmortalizada por el artista Bayeu en un famoso tapiz que hoy se exhibe en el Palacio El Pardo. Este buen hombre tenía instalada la factoría en la que trabajaban varias obreras en los bajos de su propia casa y en una oportunidad, una de éstas, apremiada por las circunstancias, tuvo la peregrina idea de atar a un perrito faldero a la pata de un banco, usando a manera de soga, una ristra de longanizas. Al poco tiempo, entró un muchacho -hijo de otra operaria- a dar un recado a su madre y presenció con estupor la escena e inmediatamente se encargó de divulgar la noticia de que en casa del tío Rico se atan los perros con longaniza. La expresión, no hace falta decirlo, tuvo inmediata aceptación en el pueblo y desde entonces, se hizo sinónimo de exageración en la demostración de la opulencia y el derroche. | |
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