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 HUELLA DEL RETORNO XI/XII

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Jorge
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MensajeTema: HUELLA DEL RETORNO XI/XII   HUELLA DEL RETORNO  XI/XII Icon_minitimeLun Ene 26, 2009 8:18 pm

UN POCO DE QUIETUD…



DESPERTÒ... faltaban los paisajes costeros, la bandera tricolor y su mujer...afloró en su soledad un extraño sentimiento patrio.
Lo único que recordó en ese momento fue la imagen borrosa de su mujer tratando de sostenerle.
Aunque había notado que se mareaba con frecuencia desde hacía algún tiempo, se lo reservó. Por eso Tania se sorprendió al verle así. Efrén que ahora tenía mas de cincuenta años poesía un estado físico envidiable….

Se encontraba en un cuarto de hospital con paredes blancas y luz tenue.

El reloj marcaba las primeras horas de un día que prometía ser prolijo en humedad y sol, considerando los reportes meteorológicos que emitía el canal noticioso.
De hecho, un fino rayo de luz se filtraba sigiloso a través de una hendidura rompiendo silencioso la penumbra.

Dos jóvenes vestidas de blanco, entraron en su habitación llevando consigo un carrito color marrón surtido de hipodérmicas, alcohol y medicamentos debidamente seleccionados.

Buenos días señor: mi nombre es Karen, mi compañera es Hannia.
Somos estudiantes y nos han ordenado cuidarlo y suministrarle algunos medicamentos.

Efrén no respondió; se limitó a observar….

Sintió un ligero pinchazo... el rostro de la joven desapareció lentamente pero al acercarse le permitió inhalar su aroma y disfrutar por un instante la suavidad de sus manos…

Hola Efrén -La voz grave de Frank le tranquilizó -

Frank, graduado con honores hacía algunos años, era reconcomido en el difícil campo de la medicina como un profesional excepcional gracias a su férrea disciplina y a su carisma que le permitían lograr rápidamente la confianza del paciente.

Fue compañero de Efrén en una de sus etapas de formación y habían conservado la amistad pese a que el destino les llevó por caminos diferentes.
Compartían el gusto por la música y la poesía. “El hombre que alimenta su espíritu con el arte es un ser vivo” –solía decir-

Se inclinó levemente en un gesto amable de reconocimiento.

– Dos viejos amigos cumpliendo una cita de rutina. – pensó –

Conocía sus méritos y en especial su habilidad para comprender al hombre y evaluar al paciente... su calidez mitigaba el sufrimiento…

Frank: olvidé tus recomendaciones -dijo –

Como era de esperarse, no hizo comentarios: conocía su patología y sabía que por más que le aconsejara…sería su paciente por mucho tiempo.
Terminó su valoración e impartió algunas instrucciones a la enfermera jefe.

Antes de partir, lo abrazó.

–Haré lo que sea necesario para que te recuperes Efrén del Carmen-

Claro que lo haría…

El concepto que tenía Efrén sobre la amistad, jamás los había distanciado, siempre estaban ahí cuando se necesitaban; jamás pedían nada a cambio y un simple saludo era suficiente…

Cuando el reloj marcó las 17:00 hrs., una señora de ojos claros y tez blanca, rolliza y de buen genio, se acercó a su lecho empujando un carrito metálico. Como siguiendo un ritual, colocó en forma ordenada sobre una mesita auxiliar todos los elementos para servir la cena.

La recomendación de Frank se cumplía.

–Dieta baja en azúcares y harinas –

Sirvió los alimentos en una bandejita finamente pulida y la colocó a su alcance; cerró la puerta y desapareció.

Es la rutina - pensó –

RECETA PARA SER FELIZ...

-Habla con Dios
-Ten fe
-Ama

Estas palabras se hallaban grabadas en el fondo de la bandeja donde habían servido su cena.
Quien quiera que haya sido, logró el objetivo.

Efrén reflexionó.

. ¿Había amado?
¿Quién era Dios para él?
¿Dónde estaba su fe?


Llegó la noche.

Tendido de espaldas, apoyó la cabeza sobre sus manos pensando solo en dormir…

Los cristales se rompieron y un aire frío penetró en la habitación. El atril se balanceaba peligrosamente casi hasta tocar el piso, subía y bajaba...las sábanas flotaban transformándose en extrañas figuras que tomaban posesión de las únicas salidas. Un pájaro se posó frente a él sosteniéndose en el espacio con un aleteo sincronizado. Su mirada intimidante hizo que un frío intenso recorriera su cuerpo…

Es el fin –pensó-

Al despertar, todo estaba intacto... sólo la humedad en sus sábanas y el brillo de los cristales que esta vez era más intenso, marcaban la diferencia.

Se dirigió al baño asiendo el atril en forma de bastón. El catéter se movió y un hilillo de sangre bajó lento por su brazo. Al salir, miró el reloj: sólo habían transcurrido tres horas desde la cena.

Llamó al stand de enfermería y al poco tiempo empezó a girar el pomo de la cerradura...le saludó una hermosa mujer con uniforme blanco, que ataba sus delicados rizos dorados con una fina balaca en forma de U.

Buenas noches señor. –dijo-

Buenas noches: contestó Efrén tratando de disimular su pánico…

No necesitó dar explicación. La enfermera le observó…

Luego de canalizar la vena e instalar un nuevo catéter, colocó la mano derecha sobre su hombro en un gesto tranquilizador…

No habrá más vidrios rotos –pensó-



LA CLINICA

La Clínica Central había sido construida durante la década de los sesenta.
Contaba en su primera planta con amplios pasillos, un patio florentino con aljibes y un hermoso antejardín que invitaba al regocijo.
El pabellón principal tenía forma de rotonda y había sido bautizado con el nombre de San Francisco de Asís.

El área de cuidados intensivos, laboratorio y salas de recuperación, estaban localizados en el segundo piso. El tercer nivel había sido adecuado con habitaciones para pacientes que debían someterse a tratamientos prolongados.
A través de la ventana, Efrén del Carmen vio nacer el nuevo día. El alba recibía el saludo de las aves que aleteaban incesantes sobre los frondosos cauchos y almendros que circundaban el edificio.

El hecho de que no hubieran permitido el acompañamiento de un familiar, demostraba en principio que su caso sería resuelto pronto.

-Esto pensó mientras se duchaba –

Pero estaba errado…

Giró la cerradura... esta vez no apareció la joven enfermera de los rizos dorados. Era un hombre mulato con casi dos metros de estatura que arrastraba una camilla reluciente en sus asideros.
Esbozo una leve sonrisa, e indicó a Efrén que debía prepararse para salir ya que le practicarían unos exámenes fuera de la clínica.

Haremos el traslado dentro de diez minutos. – dijo –

La ambulancia se detuvo en el área de estacionamiento y al bajar la camilla, el rodaje emitió un leve chasquido al hacer contacto con el piso.
Al llegar allí, vio en sus ojos reflejado el cansancio de una noche en vela. Silencioso, le dio un beso y al sumirse en su regazo, sintió como si un árbol frondoso le hubiera esperado a la vera del camino cuando el sol canicular azota. Era su mujer… a sus veinticinco años, Tania aun conservaba en su rostro la inocencia de una niña lo que le hacía ver más hermosa…más mujer.

Efrén del Carmen había renunciado alguna vez al amor…jamás a su belleza.

El destino ha sido pródigo conmigo. – pensó-

Poco después, fue instalado dentro de una cabina cilíndrica…

La voz impersonal brotó desde un rincón... el sonido estéreo daba un toque de magia y suspenso a la breve y obligatoria estadía allí.

De su actitud depende el éxito de esta evaluación.-Sentenció-
A su derecha encontrará las instrucciones.
Agradezco su colaboración...

Para Efrén del Carmen Alvarado no era fácil manejar situaciones sobre las que no ejercía control.

Se sentía vulnerable…

Sobre una mesita tallada en mármol, reposaba un folleto con la imagen corporativa de la unidad. En su interior se hallaba la descripción detallada del proceso y las recomendaciones para el paciente.

Se desorientó un poco pero al final asimiló el procedimiento pese a que hacia un calor impresionante y el altavoz generaba decibeles ensordecedores…

Al regresar a la clínica, el camillero encontró instrucciones para que le trasladaran a otra habitación.
Le instalaron en el tercer nivel del edificio; desde allí, podía observar el paso del tiempo. . . y disfrutar de la suave brisa.

Aunque Efrén del Carmen comprendía ahora que su situación era más complicada de lo esperado, conservó la calma…había aprendido la lección: si nada puedes hacer, simplemente espera…

Tomó una decisión:
Aprovecharía al máximo su permanencia allí…

Cuando el camillero se marchó, tuvo la oportunidad de regocijarse con el atardecer amarillento que se fundía en lontananza... era el inicio del adiós del día.

Un sobre amarillento que yacía sobre la mesita que hacía las veces de nochero, le causó cierta inquietud por lo abultado de su forma...
Se incorporó para tomarlo pero fue sorprendido por una enfermera que posó su mirada en él con gesto interrogante.

¿Necesita algo?

Efrén no respondió.
Observó en sus ojos la candidez de un alba que nacía sobre las aguas claras de un rió lejano poblado en sus orillas con mortiños, guayaberos y azulejos canoros… se sintió feliz al contemplarle….

Haciendo gala de su entrenamiento, no hizo mas preguntas. Se acercó un poco para hacerle entrega del sobre y de paso tranquilizarle.
Solo se trataba de unas placas de tórax y el diagnóstico...


Esta vez durmió plácidamente.

Ni siquiera advirtió el despertar del nuevo día... una vez más se repetiría religiosamente la rutina.
Ronda médica cada seis horas, desayuno a las siete, almuerzo a las once y treinta, cena a las cinco y treinta de la tarde, visitas a las tres y la inevitable despedida de su mujer que durante el día no hacía otra cosa que leer el diario y vigilar cada uno de sus movimientos . . .
Su presencia le fortalecía. En las mañanas, llegaba sigilosa hasta su lecho embriagándole con su aroma de mujer y alertando sus sentidos…Buenos días amor

A partir de allí, todo lo que sucedía en aquella habitación era tedioso.

Cuando el reloj marcó las 11:00 hrs. Frank apareció…
Efrén advirtió su prisa y se sintió frente al hombre de carne y hueso denotando incertidumbre…esta vez no vio al amigo…

El galeno le tomó de la mano y su mirada fue fugaz. Algo estaba funcionando mal.
La hipodérmica se acercó... un diamante en forma de pirámide iluminó su rostro y un verde oasis se proyectó en toda la habitación creando un ambiente apacible . . . el rostro de Frank se agigantó bloqueando toda opción de defensa; el pinchazo fue inevitable. . .se sintió como en un túnel…vagamente sabía que existía…

Frank había coordinado con la Administración su asistencia durante las horas nocturnas; las dos estudiantes seleccionadas, hacían turnos de ocho horas cada día.


Su despertar alertó a la joven que yacía recostada en un sofá atisbando de soslayo mientras leía en una revista.
Al acercarse a su lecho, Karen esbozó una sonrisa reflejando su satisfacción por el suceso y sin mediar palabra tomó el citófono y marcó... su mirar sereno indujo a Efrén a pensar en la felicidad y en lo poco que se necesita a veces para lograrla. Consideró además, que “somos poco justos cuando esperamos que perdure y demasiado afortunados si nos salpica de vez en cuando” recordando en ese instante un bello tema que escuchó en sus tiempos de juventud.

Solo su mujer y el personal médico sabían cuánto tiempo había permanecido Efrén del Carmen en estado de inconsciencia.



Fue trasladado a otra Clínica por tratarse según el diagnostico, de un paciente de alto riesgo.

En su nueva habitación, extrañó el paisaje.
Las ventanas habían sido cerradas para mejorar el rendimiento del acondicionador de aire y las paredes se encontraban cubiertas con gruesas cortinas color marrón.

Se sintió asfixiado…no permanecería allí.

En la tarde del día siguiente y sintiéndose con algo de ánimo, observó que una de las ventanas estaba sin seguro; con un poco de dificultad pero con la firme intención de fugarse, salió hacia el pasillo principal seguro de que lograría su libertad… pero cuál sería su sorpresa: a pesar de que nadie detectó sus movimientos, al llegar a la puerta se encontró con su mujer.

Sin mediar palabra, lo tomó del brazo y le condujo de nuevo a la habitación. A partir de ese día, permaneció en silencio y optó por mantenerse ajeno a todo…

Días después, una enfermera lo despertó y sin preámbulos le puso al tanto de lo que sucedería.-Su intervención ha sido programada para hoy; esperamos que cambie de actitud para que todo salga bien-.

Dicho esto, se alejó.

El golpe de la puerta al cerrarse le hizo ver la realidad…estaba enfermo y solo allí encontraría parte de la solución...

Aunque la navidad había quedado atrás hacia varios días, los arreglos permanecían en su lugar destacándose la figura bonachona de un papá Noel revelando en su rostro la satisfacción por el deber cumplido...su mujer lo observaba. Una lágrima humedecía sus mejillas.

Sintió pena.

No solo la había ignorado durante los últimos días; la había herido.

Efrén: pagarás por tu egoísmo…le dijo en un tono sombrío, casi imperceptible. Aunque había frío en su mirar, su candidez hizo bello aquel instante; pero jamás pensó que esa seria la última vez que escucharía su voz.

Al ingresar a la sala de cirugía sintió miedo. La sentencia de Tania retumbaba en sus oídos.

Pocas veces le habìa sucedido…era un hombre de carácter para quien llegar al límite sólo era una experiencia más…

Terminado el procedimiento al cabo de cuatro horas, fue trasladado a una pequeña sala de recuperación con la asistencia de los dos auxiliares quienes verificaban constantemente sus signos vitales.

No fue tan traumático –pensó- Pese a la anestesia estaba aun consciente.

Le instalaron un generador de estímulos electromagnético para facilitar la estabilización de las pulsaciones del corazón y la oxigenación de la sangre sin alterar el funcionamiento de los demás órganos.

Pasadas las 18:00 hrs. fue llevado a la habitación. Allí le esperaba Frank quien al verlo le donó la más franca de sus sonrisas.

Jorge 26/01/2009 DRA
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