¿QUÉ QUIERO PARA MÍ?
En mi opinión, las personas nos enfrentamos a veces a preguntas cuyo origen desconocemos pero que se forman y manifiestan desde nuestro interior, sin duda como reclamación por alguna inquietud a la que no le prestamos la atención que requiere y merece.
Si alguien se hace esta pregunta es porque ha llegado a una parte profunda de sí mismo. Por supuesto que no se refiere a qué se quiere en cuanto a cosas materiales que se pueden comprar, porque esa pregunta, incluso con las mismas palabras, la hace el ego. Y el ego se conforma con cosas materiales de fácil acceso a quien tiene dinero.
La intención a la que me refiero la hace el Ser Interno. La hace el Alma, la hace la parte Divina, se hace desde la trascendencia. Hay algo que quiero, que siento que necesito, que se me hace casi vital aunque no sé concretarla. Quiero algo más que este pasar los días uno tras otro en un desfile derrochador de tiempo de vida. Quiero algo más que pasar por este mundo sin dejar huella y no me refiero a dejar huella en la fama y la posteridad sino a satisfacer una inquietud que se podría denominar como espiritual.
A veces creo que estoy bien, me parece que mis cosas van saliendo de un modo satisfactorio; no tengo preocupaciones graves y mi cabeza está a flote. Pero no… sigue latente esa inquietud, ese desasosiego que no se calma con distracciones y regalos. Hay una ansiedad espiritual, una necesidad de otro algo que me permita estar en paz interior. Por eso surge espontánea la pregunta: ¿qué quiero para mí?
Ni yo mismo comprendo la pregunta aunque intuyo que está bien hecha. Así ha surgido y no de la mente sino del Ser. Es el Ser quien pregunta, quien quiere, pero qué quiere... ¿paz?, ¿el auto-encuentro tan anunciado y esperado?, ¿la Iluminación?, ¿deshacerse del ego?, ¿lograr que el sufrimiento externo no afecte?
¿Qué quiero para mí?, me pregunto. Y en seguida la mente se entromete pretendiendo responder a una pregunta que no le han hecho a ella. No quiere comprender que la pregunta surge de dentro y se contesta desde dentro. Las palabras no respetan que esto no es un diálogo a varias bandas sino un soliloquio en el que no se admiten intromisiones. Y ahí reside parte de la dificultad porque parece que no sabemos comunicarnos con nosotros mismos sin palabras. Tal vez esta pregunta sea para responderla sin palabras, para que sean los sentimientos quienes intervengan mudos, para que uno sienta y no piense.
Me doy cuenta de que es muy posible que la pregunta esté mal hecha, aunque parecía irreprochable. Si hay un “mí” en la pregunta hay un ego en la pregunta. Entonces… ¿por qué otra pregunta cambiarla?... no sé… ¿qué anhela mi Ser?, por ejemplo.
Esta pregunta es de respuestas lentas que van apareciendo poco a poco. Sin palabras. Si uno pone voluntad en satisfacer esta inquietud comprobará cómo a medida que insiste van sucediendo cosas, como si el Universo colaborase para que sucediera; van apareciendo personas, sensaciones, claridad, comprensión; uno siente que se aleja de quien está siendo pero, en cambio, se siente más él mismo que nunca.
Las respuestas se reflejan en el modo de ver y VIVIR la VIDA. No se nota de un día para otro, pero los demás se dan cuenta y uno mismo se da cuenta cuando mira unos meses atrás. Las cosas que suceden se ven de otro modo distinto.
¿Qué anhela mi Ser?
¿Te atreves a preguntártelo?
¿Te lo concederás cuando lo averigües?
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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