ATRÉVETE A ESCUCHARTE.
En mi opinión, tenemos tan pocas ganas de reconocer ciertas cosas nuestras -que no nos gustan- que aplazamos una y otra vez la que debiera ser inevitable tarea de contactar con nosotros mismos, con nuestra esencia, con nuestras inquietudes, y con nuestras reclamaciones interiores de quien pide auxilio a gritos dentro de nosotros.
Tenemos tan pocas ganas de escuchar reproches y reclamaciones y tan pocas ganas de perdernos en nuestras dudas y de reconocer el desbarajuste emocional o personal, que eludimos como podemos las llamadas del interior y procuramos no pensar en ello o lo minimizamos o lo queremos sacar de los asuntos pendientes para enviarlo al olvido con el deseo de que éste haga bien su trabajo y lo suprima de entre nuestros pensamientos.
Y con esto nos engañamos. O, por lo menos, es lo que pretendemos. Tratamos de que la mente tape nuestras verdaderas preocupaciones, esas que pueden ser -o son- dolorosas, y que camufle los errores y las cosas mal hechas, porque un cobarde que nos habita trata de evitar el reconocimiento de nuestros fallos, de no reconocer las realidades –esas que no nos gustan- y trata de evitar que nos contemos la verdad, y que nos enfrentemos a ella desde el reconocimiento sincero de nuestra realidad, sea la que sea.
Y tenemos una necesidad enorme de contarnos la verdad, aunque duela. Ya sabemos que el primer paso en cualquier propuesta de cambio o de mejoramiento es el darse cuenta. El segundo paso es el reconocimiento de esa realidad. El tercero, buscar y aplicar las soluciones.
Para esto es imprescindible contarse la verdad. Es una tarea que uno hace a solas, así que no se debería tratar de minimizar las realidades o de ocultarlas, porque están ahí, son ciertas, existen, y la negación no las va a hacer desaparecer y menos aún solucionarlas.
En el alboroto desconcertado de la mente conviven todas las ideas, incluidas las que están caducadas, las que nunca han sido ciertas, las perjudiciales y hasta las inútiles. Tenemos ahí todo tipo de adjetivos, distintos puntos de vista e incluso distintas versiones del mismo hecho. Si queremos saber la verdad hay que hacer un selección y quedarse sólo con lo que es cierto.
Hablar es uno de los mejores métodos de averiguar qué es lo que realmente piensa o siente o saber uno. Al hablar, te escuchas. Al sacar de la mente las ideas –cosificándolas- y ponerlas en la voz, ya bien seleccionadas, ordenadas, con un cierto criterio, uno puede ver lo que el autoengaño o la mentira esconden.
Hay que ser valiente para escucharse DE VERDAD y escucharse LA VERDAD, y hay que ser valiente para reconocerla y afrontarla. Es necesario. Ineludible. Uno Mismo es su propia responsabilidad, Uno tiene que hacerse cargo de sí mismo y de su vida. Y para eso necesita conocerse y para conocerse necesita hacerse preguntas y responderlas y escuchar esas respuestas, porque ahí está la verdad. Está el problema y la solución.
Atrévete a escucharte. Lo bueno y lo menos bueno. Lo que destacas y lo que ocultas. Tus sombras y también tus luces. Sé sincero, sé noble, sé honesto, sé riguroso y sé generoso. Aprovecha el momento para afianzar aún más los lazos que te unen a ti. Aprovecha para mejorar la relación contigo, para que no sea tan tensa y tan crítica cuando se trata de reconocerte en profundidad y completitud.
Date tiempo, date silencio externo, date una oportunidad. Escúchate.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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