NO VALORAMOS BIEN NUESTROS SENTIDOS
En mi opinión, disponemos de la maravilla de unos sentidos que nos permiten gozar de cuanto nos rodea, de lo que hacemos y de lo que vivimos, incluso de lo que pensamos y lo que recordamos. Los usamos como algo acostumbrado y eso hace que no los apreciemos y valoremos tal como son realmente de importantes.
No me voy a referir a los cinco básicos, porque a éstos se han ido añadiendo otros: propiocepción, termocepción, nociocepción, incluso hay quien añade el hambre y la sed, y así hasta 32 más. Me parece apropiado añadir también la mente –aunque no sean un sentido como tal-, las emociones -incluso los sentimientos- y hasta el hecho de poder imaginar o recordar cosas. Disponemos de todo un mundo de sensores que nos permiten tener sensaciones y sensibilidad, observar y apreciar, degustar y sentir placer.
Nos parece normal –porque se ha convertido en norma- que podamos ver, y entendemos que es algo que nos corresponde por naturaleza y no es algo extraordinario; estamos tan acostumbrados que no valoramos esa magia de poder ver las cosas, pero… que le pregunten a un ciego qué sería eso de poder ver, cómo y cuánto lo apreciaría, y entonces es posible que nos demos cuenta de lo afortunados que somos. Que le pregunten a un sordo si le gustaría poder escuchar una sinfonía, el murmullo de un río o cuando alguien le diga “te quiero”. Que le pregunten a cualquiera de los que carecen de algún sentido.
No valoramos en su justa medida lo que entra por nuestros ojos y esa magia maravillosa que es poder ver. No siempre apreciamos lo que es sentir una caricia, un abrazo, o la maravilla que es llorar de emoción, (¿con qué otra cosa podríamos expresarnos mejor?)
Los sentidos y los sentimientos nos aportan la dimensión real de lo que nos pasa y nos capacitan para poder asistir a esos momentos especiales que suceden en la vida provistos de una sensibilidad que permite captar todos los detalles y matices. Eso de “ni siento ni padezco” parece cómodo, pero tal vez sea mejor navegar por todas las emociones que quedarse estancado en la apatía indolente del no sentir. Prefiero sentir dolor a veces y alegría y amor en otras ocasiones antes que quedarme muerto emocionalmente y perderme los estremecimientos que las cosas me pueden provocar.
Al margen de lo que pueda encajar en la definición de sentidos, pueden unirse otras cosas más: cuando estamos bien de salud, por ejemplo. Que le pregunten a un inválido, un enfermo crónico, a quien esté hospitalizado. O cuando añoramos, cuando recordamos, hasta cuando soñamos despiertos. O descansar. Empatizar. La intuición.
Propongo VIVIR con atención y consciencia, continuamente en el Aquí y Ahora, observando y dándonos cuenta de estos regalos, que son un milagro, que tenemos para usar. No mirar, sino ver. No sólo pensar, sino también sentir. No a la indiferencia, sí al asombro. No a la apatía, sí a la acción. Poner mayúsculas cada vez que pensemos o digamos VIVIR.
Ya que disponemos de los sentidos… pongámonos a sentir.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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