NO HAY QUE RECHAZAR EL DOLOR. HAY QUE VIVIRLO.
En mi opinión, no en todos los casos es beneficiosa esa costumbre tan humana y habitual de tratar de evitar el dolor siempre que se pueda.
Sí está bien evitar el sufrimiento, porque solamente es el padecimiento y el tormento que nuestra mente añade artificialmente al dolor puro y noble de la emoción; el dolor verdadero debería extinguirse naturalmente una vez que ha cumplido su cometido de informarnos de que algo está fallando. O sea, el dolor es bueno –aunque es difícil comprender esto para quien no sea masoquista- mientras que el sufrimiento es el castigo innecesario que añadimos después –casi siempre de un modo inconsciente- al dolor natural y humano que nos provocan algunas emociones.
Algo dentro de nosotros nos dice que tenemos que quedarnos mal o sufrir ante cada error que hayamos cometido, como si fuese necesario un castigo, como si la única forma de aprender fuese a través del sufrimiento cruel y de la enemistad agresiva con uno mismo.
El dolor no tiene ese objetivo. Su misión es informar sobre algo que no está bien, sobre algún tipo de conflicto que no siempre es consciente y por eso necesita ese toque de atención que obliga a parar y darse cuenta.
En el momento que se presenta ese dolor –el que es puro y natural porque es una emoción- es conveniente pararlo todo y centrarse exclusivamente en él. Es un momento con unas características emocionales especiales que no se pueden repetir artificialmente en otro momento; se han presentado porque se han reunido una serie de situaciones o preocupaciones que se han manifestado de ese modo. Ese dolor es mental pero es real al mismo tiempo, por eso será imposible después reunir todas las circunstancias y sentimientos que se han juntado en ese momento para crearlo.
Cuando s presenta es el tiempo de dejarse fluir con ese dolor y permitirse dejarse llevar hasta su razón u origen. Es el momento de vencer el impulso y la tentación de salir corriendo porque sentimos que no es nada agradable y es más placentero dedicarse a algo satisfactorio. Cualquier distracción no hará nada más que aplazar el afrontamiento imprescindible con aquello que se ha manifestado en forma de dolor avisador. Es el momento de sentir y no de filosofar o teorizar, de llegar hasta el fondo para poder sentir cuánto y dónde duele, por qué, para qué, y qué está pasando realmente. No es conveniente plantearlo como una lucha para echar fuera el dolor, sino desde una posición de aceptación y rendición ante lo que es. La realidad siempre está por encima de nuestros deseos e intereses. La realidad ES. Por tanto conviene escucharla, dejar de creer solamente en lo que nos interesa o en lo que equivocadamente creemos que sabemos y escuchar la verdad. Nuestra propia verdad que reside en nuestro interior.
Es el momento de ser y estar totalmente presentes, de salirnos del personaje para entrar en la verdad y la realidad que residen en nuestro interior. De parar y rendirnos pero con agradecimiento: “De acuerdo, eres más listo que este yo desconcertado que creo ser; no eres un dolor gratuito sino que eres mi propia voz llamándome. Me entrego a ti sin oposición. Confío en ti”.
Es muy posible que en este proceso se entrometan tu mente o tu ego. Será bueno que estés alerta y lo impidas para que no se contamine el mensaje. Es un mensaje que brota de tu Ser y está lleno de una sabiduría que si la aceptas te beneficiará. Darás un paso adelante. Por tanto deja que el proceso se realice como corresponde y sin entrometerte. Siente dolor, rabia, angustia, miedo, soledad… todos los que se presenten son ingredientes necesarios para tu mejoramiento personal. Acéptalos todos, vívelos todos. Vas a salir tocado pero reforzado. No vas a morir ni estarás peor cuando todo se extinga naturalmente.
Recuerda que todas las emociones tienen como misión primordial alertarnos sobre algo. Cada una de ellas nos provoca de un modo distinto y nos invita a que prestemos atención a lo que nos está sucediendo en ese momento. Unas lo hacen en forma alegre o satisfactoria y otras son un dolor. Ambas se merecen el mismo respeto y la misma atención. Cuando sea el momento de ser feliz con una emoción habrá que disfrutarla. Cuando sea el momento del dolor, habrá que hacerle y hacerse preguntas aprovechado el estado emocional al que nos lleva. Y no rechazarlo antes de aprender lo que nos viene a enseñar, pero tampoco quedarse en él más de lo estrictamente necesario.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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