HABLAR DE LA MUERTE ES HABLAR DE LA VIDA
En mi opinión, si hay un asunto representativo de aquello que la gente trata de eludir como tema de conversación o de reflexión es el asunto de la muerte y todo lo que tenga algo que ver con ella. No voy a escribir desde el punto de vista de quien espera la muerte sin miedo porque confía en que después de esta vida le espera otra mejor. Lo hago más bien en nombre de la mayoría de los que no deseamos su llegada.
Nos molesta un poco menos cuando la muerte le llega a desconocidos a los que no nos unen sentimientos. Incluso hemos empezado a acostumbrarnos a no sentir el drama cuando cientos de personas se ven afectadas por una tragedia. Es otra noticia más. La muerte es aceptable cuando se trata de desconocidos, pero cuando afecta a un ser querido o cuando surge la preocupación de que sea uno el protagonista… el terror entra en escena.
Y la muerte es tan cotidiana como la vida. La diferencia está en que toda la vida es más larga que el momento de la muerte. Pero ahí está, aunque no la veamos. Es imparable. Cuando escribo este artículo, según las estadísticas, cada segundo mueren 19 personas en el mundo. Cada minuto, 1.150 aproximadamente. Cada año, más de 60 millones de personas. Repito: más de 60 millones de personas. Que nos morimos es innegable. No hay en la historia del mundo ningún inmortal. Eso incluye Reyes, magnates, multimillonarios y pobres.
Ante un hecho que va a acontecer de todos modos, la negación es inútil y hasta contraproducente. Ante tan innegable verdad, lo mejor es asumirlo. Nos va a suceder. A ti y a mí. A los enemigos y a los amados. Y mientras antes aceptemos esto como una parte natural del proceso de ser humano… será mejor, porque nos permitirá ser aún más conscientes de la vida –y, sobre todo, de su limitación- así como pensar en la vejez –con su correspondiente e inevitable deterioro- nos puede ayudar a vivir este tiempo más esplendoroso con mayor atención.
Somos moribundos desde que nacemos. La muerte es incurable. Así que la única prevención puede estar en cuidarse físicamente –aunque esto sólo puede alargarla un poco y no en todos los casos- y, sobre todo, en asumirlo mentalmente. Lo repito a menudo: es inútil oponerse a lo inevitable. Y esto lo es.
Una reflexión productiva acerca de la muerte –y de la vejez- nos invitaría a encontrar ideas que podemos –y debemos- aplicar en nuestra vida. Cada uno hará sus propios descubrimientos personales y los aplicará en la medida y cantidad que desee.
Es recomendable que todas las reflexiones que se deriven de este asunto sean constructivas y positivas y es mejor que no sean precisamente lo contrario. Estancarse en la rabia y la negación infantil porque uno no quiere que eso suceda… es inútil. No va a conseguir que cambie. Y el tiempo dedicado a la pataleta y el berrinche es tiempo que se resta al limitado espacio temporal del que disponemos en esta IRREPETIBLE e IRRECUPERABLE vida.
Es imprescindible ser sincero sobre los miedos y los descubrimientos que aparezcan. Yo creo que no molesta la muerte, porque no la tenemos asimilada como tal aunque se la nombre así. Es posible que ni siquiera se piense en la muerte aunque se crea que sí. En lo que se SÍ se piensa, y es lo que NO gusta, es en dejar de vivir. Y no es lo mismo.
El concepto de la muerte -y lo que la sigue- es imaginativo, es una suposición, mientras que la vida es “conocida”. Hablar de vida es hablar de algo que creemos conocer, es un terreno más o menos habitual. Abordar la muerte, aunque sea en el pensamiento, es enfrentarse a algo aterrador y temido, desconocido, que no promete nada interesante –tal vez sí para los muy creyentes en el Cielo o en vidas posteriores-, y que, sobre todo, nos va a quitar la preciada vida.
Es una forma errónea de afrontarlo si se hace desde el miedo, en inferioridad de condiciones y desde la negatividad que produce su rechazo.
Para mí, hablar de la muerte es hablar de la vida. Podemos decir que, de momento, la muerte no existe para nuestro cuerpo pero sí existe la vida. La muerte es un asunto a medio o largo plazo, y la vida es YA. En este mismo instante. Aquí y Ahora.
Hablar de la muerte ha de ser hablar del aprovechamiento de la vida, de vivir con intensidad, de atención y disfrute, de sensaciones y sentimientos, de implicación y prioridades. De consciencia. De plenitud. De estar totalmente en cada uno de los instantes.
Saber que la muerte es nuestro inevitable destino no ha de llevarnos al abatimiento ni la desesperación ni la tristeza ni el dolor. Ya sabemos que va a llegar. Seamos valientes para mirarla cara a cara y decirle que no tenemos prisa porque llegue, pero el día que corresponda será recibida sin miedo.
Hasta que llegue ese día… pues a VIVIR. Con mayúsculas. A evitar cometer esos errores de desatención y desaprovechamiento que se nos pueden presentar en forma de sufrimiento cuando lleguemos al Tiempo de los Arrepentimientos. A organizar un nuevo Plan de Vida en el que poner las cosas que nos gustan y del que quitar las que no nos gustan.
Me parece interesante un trabajo que hizo Bonnie Ware, una persona que trabajó durante muchos años en Cuidados Paliativos. Lo plasmó en el libro “Los cinco mandamientos para tener una vida plena”. Se refiere a las cinco cosas de las que más se arrepienten las personas que están a punto de morir. Estas son:
1.- DESEARÍA HABER TENIDO EL CORAJE DE VIVIR UNA VIDA VERDADERA CONMIGO MISMO, NO LA VIDA QUE OTROS ESPERABAN QUE YO VIVIERA.
2.- DESEARÍA NO HABER TRABAJADO TANTO.
3.- DESEARÍA HABER TENIDO EL CORAJE DE EXPRESAR MIS SENTIMIENTOS.
4.- DESEARÍA HABER ESTADO MÁS EN CONTACTO CON MIS AMIGOS.
5.- DESEARÍA HABERME PERMITIDO A MÍ MISMO SER MÁS FELIZ.
Los descubrimientos que han hecho con sus experiencias las personas que nos han precedido son una buena lección de la que podemos sacar un buen aprendizaje.
El poema titulado Instantes, que se atribuye a Borges, es otra lección.
“Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años…
y sé que me estoy muriendo”.
HABLAR DE LA MUERTE ES HABLAR DE LA VIDA
- 2ª parte -
En mi poema QUIERO VIVIR hago una reflexión sobre lo que siento.
Quiero vivir
que es más que espantar aburrimientos,
más que amanecer con la tristeza puesta,
o dormir con remordimientos,
o pasar las horas a contracorriente,
o acumular días en blanco,
o despreciar la Gloria que es la Vida,
o añorar la Vida que no se Vive…
pero sigo insistiendo en el desaprovechamiento,
anestesiando a la conciencia para que enmudezca,
acallando los latidos revolucionarios,
mintiéndome de continuo,
llorando cuando no me veo,
huyendo cuando me aproximo…
mientras que lo que yo realmente deseo
tiene música y colores,
risas y alegría,
un presente latiendo,
energía inyectada en vena,
la sonrisa fija en la boca,
el alma en paz,
y la Vida llena,
o sea…
VIVIR.
VIVIR es evitar arrepentimientos futuros. VIVIR es el motivo de estar en la vida. Es nuestra función y misión. Pasar por esta vida y sus regalos y oportunidades sin prestarles la atención que merecen es un derroche irreparable e inexcusable. Dejar que los días se vayan vacíos de vida, sin nuestra marcada y atenta presencia es un pecado casi imperdonable.
Aún en el caso de las vidas muy ocupadas por responsabilidades y obligaciones, por asuntos o prioridades urgentes inevitables, siempre hay espacio para una tregua, para un descanso de ese ajetreo –aunque sean unos minutos-, para encontrar un refugio de las penalidades o contratiempos de la vida, un tiempo para nosotros. Una vida sin nuestra presencia consciente no es VIDA.
La muerte es tan cierta como lo es la vida en este momento. Ahora podemos decir que estamos vivos. Algún día no podremos decirlo. Vivir es inaplazable. Esta vida no es eterna: ya nos dijeron desde el principio que era un regalo con fecha de caducidad. Esta última parte se nos olvida a menudo. Tenemos un cuerpo y una vida que algún día tendremos que devolver. ¿Hemos aprovechado bien el tiempo entre el principio y el fin?, ¿podemos parafrasear al poeta y decir “confieso que YO SÍ he vivido? No siempre he VIVIDO del modo adecuado y a conciencia, pero es mi intención hacerlo bien a partir de ahora”.
VIDA & MUERTE
Aceptémoslo:
esto de vivir
-o estar en el mundo-
es una carrera loca
-y destartalada-
contra la vida
porque
contra la muerte
es una guerra
perdida
una batalla
inútil
un hecho
sin futuro.
Ha de ser la vida
-y aún más la NO vida-
y no la muerte
nuestra preocupación.
También sirve que la vida sea
-totalmente-
nuestra ocupación
La muerte es un incentivo para vivir mejor. Y no ha de ser motivo de abatimiento el hecho de pensar en su existencia. Está y va a seguir estando aunque pretendamos obviarla y aunque la neguemos. La honestidad personal consiste en aceptar esta realidad pero sin que ello condicione negativamente el presente. Llegará de todos modos y será mejor que nos encuentre con un pasado lleno de VIDA. Llenemos de vida y de satisfacción cada uno de los días para que cuando hagamos balance podamos decir que desde hoy y en adelante –lo pasado ya es históricamente inamovible- estamos más motivados para vivir.
“Todos morimos, pero no todos vivimos”. Esta puede ser una realidad que tenemos que rebatir. Nosotros hemos de ser de los que se incluyen entre los que SÍ han vivido.
“La muerte es solamente la ausencia de vida”, con esta frase y las siguientes podemos filosofar. Si no hay plenitud y atención en nuestra vida… ¿estamos muertos en vida?, ¿estamos muertos aunque sigamos respirando?
“Lo que importa es que haya vida antes de la muerte”, ¿hay vida en tu vida?
“La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida”, ¿valoras tu vida en su justa medida?, ¿le das a tu vida el valor real que tiene?
“El tiempo que pasas sufriendo por la muerte es tiempo de vida perdida”, ¿para qué sufrir por lo inevitable?
“Ante la muerte no hay nada que podamos hacer. Ante la vida, sí”. Esta es una buena invitación a prestar más atención a la vida. Muerte aún no tenemos, vida sí.
Para las personas que estén interesadas en APRENDER A VIVIR, en este enlace encontrarán varios artículos interesantes sobre el tema:
https://buscandome.es/index.php/board,63.0.html
Para las personas que estén interesadas en diseñar su Plan de Vida en estos enlaces encontrarán información sobre el tema:
EL PLAN DE VIDA – EL GUIÓN DE VIDA
https://buscandome.es/index.php/topic,16803.msg19426.html#msg19426
HAZ TU PLAN DE VIDA YA
https://buscandome.es/index.php/topic,14875.msg17386.html#msg17386
CÓMO REALIZAR UN PLAN DE VIDA
https://buscandome.es/index.php/topic,16167.msg18756.html#msg18756
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales