GASTA MÁS EN LOS OTROS
En mi opinión, los resultados que ha ofrecido un estudio realizado recientemente confirman lo que ya imaginaba por conversaciones que he tenido con respecto al asunto de lo que las personas gastan y cómo y en qué y por qué.
Hay gastos que son inevitables y hay que afrontarlos necesariamente, pero al final siempre queda alguna cantidad que uno puede gastar “libremente”.
Se ha verificado que da más satisfacciones lo que uno gasta en “hacer” que lo que gasta en “tener”. Produce mucho más placer–y además es más duradero- lo que se gasta en ir a un concierto o a una cena con unos amigos que comprarse unos zapatos o una prenda de ropa que luego van a pasar más tiempo en un armario que puestos.
Con el dinero no se compra la felicidad, como dice el dicho, ya que lo que se compran son los placeres. Y no es lo mismo. El placer es efímero, la felicidad perdura en el tiempo. El placer puede ser un asunto del ego, o del personaje, pero la felicidad es personal e intransferible.
Uno ha de ser consciente de sus limitaciones con el presupuesto de lo que se puede gastar, pero será bueno que tenga en cuenta la opción de gastar en los otros, cada uno en la medida de sus posibilidades.
Al margen de que sea considerado una obra de caridad y solidaridad, una demostración de empatía y compasión, y de que sea también la respuesta a una petición imperiosa de la conciencia que conviene escuchar, la generosidad con los otros produce una satisfacción espiritual impagable, que no lo produce ninguna otra cosa que se pueda hacer con el dinero.
Gastar en los placeres propios –fuera de las necesidades básicas reales- es un asunto que se hace generalmente para dar satisfacciones al ego malo. No está mal del todo. Uno tiene derecho a darse caprichos porque para eso se esfuerza en trabajar –o sea, para eso renuncia a una parte de su tiempo de vida para conseguir ese dinero-, pero también hay una voz menos ruidosa que pide compartir los bienes propios con los que realmente lo necesitan. Se le puede llamar empatía, apoyo, fraternidad, amor… se puede denominar con cualquiera de esos nombres que indican humanidad y generosidad.
Gastar en comprar para uno satisface al ego, gastar en los otros le produce satisfacción al Ser, complacencia al alma, y bienestar al corazón.
Y no es necesario dedicar una cifra desorbitada para ese capítulo. De sobra conocemos que los más pobres son los más generosos.
Estará muy bien depositar una ayuda en la mano suplicante que nos recuerda sin palabras que nosotros estamos en mejor situación que el propietario de la mano. Como hermanos tenemos una obligación no escrita de colaborar en su bienestar.
Estará muy bien gastar un poco de nuestro tiempo en consolar a quien sufre, en dar de comer al hambriento y de beber al sediento, en abrazar al desamparado, en consolar al afligido, en ayudar a quien nos necesita, en ofrecer para ello una parte de nuestra vida que es nuestro bien más valioso.
Y también estará muy bien colaborar con nuestro dinero para que los necesitados –que son muchos más de los que vemos, sólo hay que estar atentos para descubrirlos- pueden tener un poco más de dignidad en su vida y un poco más de paz en su vida.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales