MITO Y MISTERIOS
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por Alejandra Correas Vázquez
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Y nace el mito.
Allí, en el momento mismo cuando se encuentran ambas sociedades, la universitaria y la barranquera. "La Bajada del Negrito Muerto" y la ciudad universitaria de Córdoba... Cuando es edificado el Puente Centenario que unirá a ambas comunidades humanas, sin poder relacionarlas nunca.
Fue entonces cuando se estructuraron de improviso los rituales paganos y mágicos, al pie de la ciudad universitaria y erudita (apodada “La Docta”) y a espaldas de ella. La urbe crecerá en su derredor y nunca querrá mirar, ni admirar o sorprenderse con ellos. La Bajada del Negrito Muerto pervivirá dentro de estos rituales, sobre una barranca mágica cuyos habitantes vernáculos no tendrán nunca, ningún diálogo posible con el citadino intelectual, ni la Docta intentará aproximarse jamás a ellos.
Ajenas una a la otra, en sus dos orillas del Río Suquía, coexistiendo en una muda indiferencia, vivirá cada una su destino. Así como nació la Bajada mítica sin que se supiera cómo, sobrevivirá sin lograr saberse de qué forma. Inmutable al devenir o al progreso. Pero subsistirá mientras subsista la greda, la creciente del río y su fetichismo.
Fuera de todo plan de vida, al pie de una ciudad que por el contrario, nació y progresó por un plan prefijado. Esta Bajada del Negrito Muerto poblada al azar (no hay registros de ella en tiempos coloniales) junto a una ciudad universitaria cuyos pobladores en cambio, llegaron ab initio, con un programa especialmente detallado y con un plano ciudadano diseñado por un ingeniero en la oficina del rey Felipe II.
Por aquellos años hasta más de la mitad del siglo XX aún se veían en las crestas de la barranca extrañas procesiones nocturnas, que avanzaban en fila de a una, portando luminosas antorchas. Producían un efecto alucinante. Como fuegos fatuos de un mundo imaginario, tornado realidad en el barranco mítico. El camino zigzagueante por el cual circulaban, entre sinuosos gredales, volvíase diurno en medio de la noche estrellada. La Bajada con sus formas esculturales de greda recortábase en el firmamento como un gran cuadro mágico.
Lucía totalmente iluminada. Con las figuras portadoras de antorchas cuyos ropajes veíanse en penumbra, mientras los rostros sobresalían luminosos por los reflejos del fuego. Era una imagen abismal. Muda. Cautivante. Eran dos mundos de herencias irreconciliables que se observaban a distancia, desde lejos, y que nunca podrían incorporarse. Sería el uno o el otro.
Será la Bajada, esa barranca roja del río, un mito en sí misma. Sin comunicación con el exterior. Un mundo mágico conocido sólo por sus actores. La Córdoba del siglo veinte por contraparte, se irá en pos del progreso para hallar un lugar dentro del mundo moderno. Mientras que la Bajada del Negrito Muerto congelará el tiempo, evitando ser tocada por él.
Mientras el reloj más se detenga, más largo será su tiempo de vida. Su prolongación existencial.
Y aunque en este siglo XXI ya no existe... Aún la recordamos.
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