¿HAY QUE OLVIDAR LO QUE NOS HIZO DAÑO?
En mi opinión, ese eterno debate acerca de si hay que olvidar o no los errores que hemos tenido a lo largo de nuestra vida –que no son errores sino simplemente experiencias que no dieron el resultado apetecido-, o si hay que olvidar aquello que nos hizo daño, a quien nos hizo el daño, las traiciones, las decisiones que fueron –o parecieron ser- equivocadas… o sea, todo aquello que nos dolió o nos hizo sentir mal, es un asunto que se puede resolver pronto y bien.
Creo que no hay que olvidar el hecho histórico en sí, lo que realmente pasó, lo que es innegable y cierto, pero lo que sí se puede hacer –y considero necesario hacer- es olvidar todo lo que asociamos a aquello y que nos lleva a auto-castigos, auto-reproches, a la rabia, al sufrimiento, a la frustración. O sea, todo lo negativo que hayamos guardado archivado junto al hecho.
Está bien recordar que aquello no gustó o no se quiere volver a tolerar nuevamente, o lo que sí o no se va a hacer la próxima vez que se presente algo similar, o lo que se va a afrontar de otro modo distinto.
Hay que hacerlo de un modo sereno, desapasionado, viéndolo como lo que realmente es: algo que sucedió, algo que ya le pertenece al pasado, algo que no se pude modificar por mucho que eso sea lo que uno desea.
No se puede volver atrás, eso lo tenemos claro. Así que es mejor aceptar esto y sin rabia, y no quedarse enganchado en una pelea mental ya muy antigua llena de auto-reproches: “me da mucha rabia haber permitido aquello…”, “si volviera a estar allí…”, “tenía que haberlo hecho de otro modo...”
Hacemos de aquello un bucle y lo repetimos machaconamente, sin restarle la rabia sino añadiéndole más incluso. Persistimos en el dolor y lo mantenemos vivo como un modo de auto-castigarnos. Insistimos en el dolor pensando que al mantener viva la furia rabiosa no se nos olvidará la lección.
Mi opinión es muy distinta y se podría resumir así: “Nos costaría menos olvidar las cosas desagradables si no insistiésemos tanto en recordarlas”.
Lo pasado pertenece al pasado y es el sitio natural donde tiene que estar.
Para hacer las cosas bien, al detectar eso que hemos hecho y no nos agrada, el siguiente paso es reconocerlo, aceptarlo, responsabilizarnos, y decidir conscientemente cómo queremos actuar a partir de ese momento en situaciones similares.
O sea… extraer la enseñanza que todo acto y situación conllevan, aprender la lección a conciencia pero desde la objetividad y serenidad, de forma que se convierta en una experiencia que no necesita repetirse porque ya se ha aprendido.
Hay que aceptarlo con naturalidad, porque es natural no acertar siempre con las situaciones que no hemos experimentado antes y que no sabemos cómo son.
Sólo de ese modo, si se hace sin acritud y sin añadir resentimiento, podremos avanzar en nuestro aprendizaje.
Si conseguimos que eso pase a formar parte de nosotros ya no hace falta darle más vueltas. Ya está integrado. Ya está aprendido.
Y el recuerdo de aquello… que se quede si quiere. No importa siempre que no se mantenga con la intención de seguir haciendo daño.
La vida es un continuo aprendizaje y siempre somos novatos.
Perdonarse es una hermosa demostración de Amor Propio.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales