NECESITAMOS UN TERCER HOMBRO
En mi opinión, todos necesitamos un tercer hombro, pero ajeno, externo, que le corresponda a otro Ser Humano, en el que podamos vaciar nuestra congoja, sobre el que descargar la gravosa carga que a veces arrastramos, en el que diluirnos, o en el que morir para renacer después.
Un hombro que acoja y soporte por un tiempo nuestras lágrimas, que se deje humedecer por ellas, que escuche nuestra angustia y nuestros hipidos y los gritos sin palabras que encierran las lágrimas.
Preferiblemente un hombro silencioso, aunque a veces es agradable y beneficioso que pueda decir algunas palabras, pocas y concretas, como “cuenta conmigo siempre”, “no te preocupes, aquí estoy yo”; un hombro que muestre todo su acogimiento incondicional, que sepamos que no nos va a juzgar, sólo servirá para ausentarnos un tiempo del peso de nuestros pesares y que se haga cargo de él mientras nosotros nos permitimos mostrar y compartir la “debilidad”, el desasosiego, el penar que nos aflige, el asunto que en ese momento nos va venciendo.
Un hombro que sea un apoyo temporal, al que traspasarle el peso de nuestra vida en los peores momentos, pero también un hombro con el que poder compartir los mejores y al que poder contarle las dudas, los miedos, los sueños, el desconcierto que es esto de vivir la vida sin conocer el oficio.
El tercer hombro es ese incondicional que está siempre, el que adivina cuándo te sientes mal y le necesitas; siempre está a tu lado cuando le necesitas, silencioso y sin pedir nada a cambio, pero aunque no pida es correcto cuidarlo, darle amor y reconocimiento a cambio.
Y es bueno reflexionar cuando uno se aleja de ese hombro que ya ha cumplido su misión. Es bueno darse cuenta de la fortuna que es poder disponer de él, y está bien darse cuenta de que algún mérito tiene que tener uno si es capaz de tener a su disposición un hombro así, siempre esperándole. Y casi es lo mismo que sea uno quien se ha ganado el premio de poder contar con él o que sea el destino quien lo ha puesto. El destino sabe a quién tiene que premiar.
En justa compensación, es equitativo estar siempre disponible para cuando otra persona, sea quien sea, nos quiera convertir en su tercer hombro.
A ese hombro también se le llama SER MUY QUERIDO.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales