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 CAPÍTULO 11 - DIALOGAR

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Francisco de Sales
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Cantidad de envíos : 1372
Fecha de inscripción : 12/12/2012

CAPÍTULO 11 - DIALOGAR Empty
MensajeTema: CAPÍTULO 11 - DIALOGAR   CAPÍTULO 11 - DIALOGAR Icon_minitimeMiér Sep 02, 2020 2:16 am

CAPÍTULO 11 - DIALOGAR

Este es el capítulo 11 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.


“A las chicas que empiezan una relación, les digo que en lugar de preguntar al chico si las querrá siempre, le pregunten: ¿me hablarás siempre?”. (José Antonio Marina)

“El diálogo siempre ha de ser abierto, sincero, y no llevar mala intención visible ni oculta, para que uno pueda manifestar sin temor lo que desea, y en el diálogo uno ha de estar receptivo a recibir las críticas constructivas que el otro pueda aportar”.

Advierto a quien aún no lo sepa que el silencio es enemigo cruel y eficaz en la relación.

Su presencia insistente y continuada daña mortalmente.

En muchas ocasiones, y sobre todo cuando uno está enfadado o cuando se siente defraudado por algo que el otro ha hecho, escoge entre gritar, acusar y culpabilizar, armando un tremendo y desproporcionado escándalo, o encerrarse en un silencio del que no quiere salir. Cualquiera de las opciones es un error. Ni una ni otra opción es buena.

Cuando uno se siente enojado no es momento de razonar con la ecuanimidad requerida. No es momento de dialogar mientras se permanezca en ese estado. Se pueden llegar a decir muchas cosas de las que arrepentirse después, porque muchas de esas cosas que se dicen no se sienten. Ni siquiera es uno mismo quien las ha dicho, sino que ha hablado la rabia.

Cuando uno se encierra en su silencio y no quiere salir de él, y por tanto no expresa sus sentimientos, el otro se queda sin saber qué está pasando, y no puede ayudar a encontrar remedio. Todo lo que no se diga quedará sin saberse. El silencio, en estos casos, sólo es admisible si es por encontrarse demasiado enojado y hablar descontroladamente sería peor.

Para que se pueda entender mejor la diferencia entre hablar y dialogar, que aparentan ser lo mismo, supongamos que hablar es expresar pensamientos e ideas, o tratar de manifestar con palabras algo tan difícil de explicar como son los sentimientos. Una especie de monólogo. O dos monólogos si hablan ambos. Y esto no siempre se hace serenamente ni con intención de llegar a un acuerdo.

En cambio, supongamos que dialogar es promover una conversación entre dos buscando avenencia. En el diálogo hay apertura a escuchar, hay predisposición a colaborar en aclarar lo que sea, hay buena voluntad y no hay disputa: hay razonamiento. Y no hay gritos ni alteración.

Para resolver cualquiera de los conflictos que se van a presentar –y se van a presentar, sin ninguna duda- es preferible hacerlo en un momento en que ambos estén suficientemente tranquilos, en que tengan predisposición al arreglo y no a retomar una batalla pendiente o a iniciar una nueva; que el lugar sea cómodo y que nadie vaya a interrumpir; que se haga aportando cada uno todo el amor que tiene al otro y dejando fuera el rencor y las ganas de represalias o venganza; que esté presidido por una sonrisa –o por lo menos, por una insinuación de sonrisa, pero nunca desde unas caras adustas que vaticinen algo que no es bueno-, y estar predispuestos a dar más importancia a la felicidad de ambos que a demostrar quién tiene razón.

Aun cuando no se trate de conflictos, en lo cotidiano, conviene que las conversaciones estén presentes; es bueno interesarse por las cosas que le gustan al otro, para contarle si se ha oído o leído uno noticia que le gustará conocer, y es bueno tener un mundo propio para poder compartirlo con el otro. Es bueno promocionar cosas que les gusten a ambos, para que eso que tienen en común les una aún más.

Una de mis hermanas dice que hay que hablar con todo el mundo, porque esa es la forma de aprender y de enterarse de las cosas. Esto es más importante aún con la pareja. Aunque lleven muchos años juntos y crean que se sabe todo del otro, siempre quedan cosas por descubrir. Incluso lo que saben del otro ha podido evolucionar, o el otro ha podido cambiar de pensamiento, por eso conviene no dar nada por supuesto y es mejor no seguir usando criterios o ideas que puede que ya no estén vigentes. Preguntar para saber. Además de que el otro, cuando sabe que está siendo actualizado constantemente, como persona y como pareja, recibe el mensaje de que sigue siendo importante para el otro porque se sigue interesando en descubrirle y conocerle más y mejor.

Por otra parte, está demostrado que la mejor forma de enterarse de lo que uno mismo piensa es dialogando. En el inconsciente conviven armoniosamente todos los pensamientos que hemos tenido a lo largo de la vida, todas las opiniones propias y ajenas que hayamos escuchado, y cohabitan en plácida avenencia aunque sean absolutamente contradictorias. Sólo cuando nos hacen una pregunta o tenemos que dar una opinión es cuando descartamos las que no nos son útiles, o aquellas en la que ya no creemos, y nos vemos forzados a crear una frase que exprese nuestra actualidad con respecto al asunto de que se trate.

Se dice que “hablando se entiende la gente”, pero hablando también se entiende uno mismo, se entera uno mismo de lo que piensa. Los pensamientos viven sin definir hasta que llega el momento de expresarlos, en el que se cosifican y adquieren entidad.

Al dialogar, ambos, el otro y una, se enteran y aprenden y son mutuamente beneficiados.

Dialogar, comunicarse, conocerse… es tan necesario que propongo concertar citas con la pareja para hablar. A solas y de todo. En casa, en lo cotidiano, se hablan de los asuntos rutinarios y de los asuntos que hay que resolver, pero… ¿cuándo hablamos de ti y de mi?, ¿de nuestra relación?, ¿de cómo nos va a cada uno juntos?, ¿de nuestro amor?...

Francisco de Sales

(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
http://buscandome.es/index.php/board,89.0.html)

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