CAPÍTULO 45 – EL SILENCIO
Este es el capítulo 45 de un total de 82 -que se irán publicando- en los cuales se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL Y ESPIRITUAL.
“Cuando un hombre ignora sus fuerzas espirituales, sale de sí buscando el sentido de la vida en la seguridad, en los estímulos secundarios y en la satisfacción de sus impulsos.
El ejercicio del Silencio le permite reencontrarse”.
(Dürckheim)
“El Silencio es el único amigo que jamás traiciona”.
(Confucio)
“Cuando termina de hablar el hombre, entonces habla Dios”.
"En el Silencio esperan todas las melodías imaginables".
(Beethoven)
"El Silencio es el grito más fuerte".
(de la película La Vida es Bella)
Hay un silencio que se produce cuando no se ocasionan ruidos exteriores, un silencio que es falta de ruido, pero no me voy a referir a él. No al silencio que entra por los oídos sino al Silencio –con mayúsculas- que vive en el interior.
Me voy a referir al Silencio que se encuentra dentro de nosotros, a ese que se accede tras escapar del parloteo mental continuo, al que se llega al principio mediante ejercicios prácticos de relajación y meditación y se llega de un modo prácticamente instantáneo después.
Ese Silencio que es como un vientre materno en el que uno se siente a salvo, en el que uno puede indagarse, vaciarse, saberse en paz y sentirse realmente Uno Mismo y más identificado que con quien corre como pollo descabezado por la vida y es víctima de sus propias zancadillas.
Es un Silencio que nos proporciona quietud y prepara el estado preciso para acceder a todo lo que contenemos.
Para entrar en ese Silencio hemos de despojarnos de todo tipo de ruidos mentales y condicionantes que hemos adquiridos; tenemos que dejar afuera la mente y su incesante runrún; los anhelos y los temores, fuera; las preocupaciones y nuestras mezquindades, fuera; la prisa y quienes creemos ser, fuera.
Uno sólo puede acceder a él si está desnudo de todo lo externo y ajeno, si está en su auténtica modestia, despojado de títulos y materia, tan honesto y tan honrado como sea posible.
En ese Silencio nos damos perfecta cuenta de que nos sentimos como si fuésemos dos: el que está dentro y el que quedó fuera, en el ruido.
Nos sentimos otro que no es el que se manifiesta con el cuerpo.
Cuando uno lo conoce, y sabe lo que reconforta, le gustaría renegar de quien sabe que no es, y quedarse para siempre en ese Silencio, pero no puede ser así y no es lo adecuado; en el Camino que hemos elegido ha de convivir la espiritualidad con las facturas que hay que pagar.
Nuestra función en la vida es poder armonizar todos nuestros componentes y comprender que somos el mismo siempre, y saber que podemos compatibilizar el gozar los placeres mundanos con el acceso al Silencio, que podemos alternar estar dentro y fuera, y podemos lograr llevar la paz y comprensión del Silencio a la desarmonía que nos impone el exterior.
Este es el Silencio que podemos y debemos alcanzar.
Está más allá de esa visión del silencio –con minúsculas- como símbolo de aburrimiento, el que nos pone a pensar en lo que no nos apetece pensar, o a darnos cuenta de lo mal que estamos, o del desastre de vida que llevamos, o las cosas materiales que no hemos alcanzado, o los chicos que no nos hacen caso y las chicas que ni nos miran; así que nos parece que es mejor no quedarse mucho tiempo en ese silencio de ausencia de distracciones y ruidos, porque es desesperante a veces, y es mejor distraerse y eludirlo, mejor mucho ruido, chumba chumba, diversión y alcohol, chumba chumba, la tele, los juegos, los pasatiempos, chumba chumba, y todas las distracciones posibles, y la evasión del Silencio como norma número uno.
Un error.
Uno de los objetivos del Silencio es desacelerar la charlatanería interior, desidentificarse de las divagaciones de la mente, y poder comprobar que uno no es la mente, puesto que puede estar en un espacio-tiempo donde ella no está.
Sólo en el Silencio se manifiesta la sabiduría.
Nuestra autenticidad y pureza se mantiene a salvo en el Silencio.
El Silencio es necesario para escuchar las sanas intenciones, los sueños felices, los buenos deseos, para que se aposente la paz, para poder escuchar cómo se mueren las prisas y las confusiones, y poder acudir a su entierro.
Decía Confucio que el Silencio es un amigo que jamás traiciona. Y es muy cierto. Todo lo que se comprenda en el Silencio, y se viva en ese Silencio, y se sienta en ese Silencio, se manifestará en la forma de ser y actuar, que será muy distinta de antes de producirse el encuentro.
Quien destruya ese Silencio habrá destruido lo más grande que hay.
La autenticidad del Yo se encuentra en la respuesta que surge del profundo Silencio interior, y es muy curioso que la propia mente se ocupe de evitar que la mente se ocupe del Sí Mismo: lo que algunos denominan el Yo egoísta o Yo pequeño, pone todas las trabas que se le ocurren para que no sea fácil acceder al Yo Superior.
Curiosamente, cuando uno quiere hacer una meditación de contacto con el Silencio se le presenta todo lo que tiene pendiente, cosas totalmente olvidadas, y todas las moscas del universo vienen a posarse sobre uno. Hay, indudablemente, “algo” que se opone a que uno entre en su Silencio con facilidad.
El silencio exterior se asocia con la soledad y, por lo tanto, se activa el mecanismo desconocido que no permite disfrutar la soledad y el silencio, y así, cada vez que uno llega a casa, si está solo, lo primero que hace es poner la televisión o la radio, aunque no esté viendo ni esté escuchando lo que dicen. También se suelen encender más luces de las que se necesitan, porque de esa forma uno se encuentra menos solo. En cuanto se monta en el coche, si va solo, pone la radio aún antes de arrancar. El silencio exterior, por lo que parece, provoca un cierto nivel de angustia que hay que eliminar: produce desazón, inquietud, rareza… Uno quiere creer eso porque no está acostumbrado al silencio y necesita una auto-justificación para no experimentarlo. Por temor a ese silencio exterior se pone frente al televisor, haya lo que haya; por miedo, llena su agenda de citas que no le aportan más que aburrimiento, cuando resulta que es necesario ese Silencio para poder diseñar el resto de la vida.
En el camino de Descubrir hay muchos momentos en que uno tiene que estar en Silencio, exterior e interno. Esto aparentemente da la sensación de separación de los demás y de la vida. No es así. La vida está dentro, y lo que se vive dentro se proyecta fuera después. Se ha de encontrar un equilibrio y saber alternar el recogimiento con la extroversión y la frivolidad con la más profunda espiritualidad. El equilibrio y el centro se conocen cuando se conocen ambos extremos.
El silencio exterior, el de no hablar con palabras, crea una situación inquietante porque la necesidad de comunicación es inherente a la naturaleza humana. Uno de los motivos de infelicidad viene de no relacionarse con otras personas, pero no es necesario llevarlo al extremo de contar todo y hablar por acallar al silencio.
VISTO DE OTRO MODO
El Silencio Interior no se refiere exclusivamente a la ausencia de sonidos que vienen de fuera, como ya expuse antes, sino que se refiere a algo más.
El Silencio no es un vacío de estados: el Silencio es un estado.
El Silencio es un encuentro a solas, en la más honda intimidad, con de las partes que uno también es aunque la desconozca.
El Silencio es el Ser; es no estar en el mundo ni en el tiempo; es la puerta obligatoria para acceder a lo trascendental; es no estar pendiente de otras cosas, sino de Uno Mismo.
El Silencio es estar atento, observarse, sentirse, oírse fuera de otros ruidos; el Silencio es el modo en el que sí suceden las cosas, el modo que las experiencias necesitan para asentarse en su sitio; se ha de vivir en uno mismo, no es experiencia que puede ser prestada, no es dogma, no es utópico, ni exclusivo; pertenece a quien lo busque, a quien quiera integrarlo, a quien quiera vivirlo.
A veces se pretende crear el Silencio en el interior, pero de un modo artificial y no natural, y lo que se encuentra es una especie de vacío, pero sin tranquilidad; lo que se encuentra es un vacío muerto que no deja que se instale el Silencio-Serenidad. Cuando en el fondo sólo hay alborotos, aunque sean callados, no es el Silencio-sabiduría: es una ausencia que no dice nada.
EL MIEDO AL SILENCIO
El miedo al Silencio interior puede surgir por el temor a que se formulen ciertas preguntas que exijan una respuesta, por el temor a encontrarse, cara a cara y sin escapatoria, con la realidad a la que uno logra burlar entre el ruido y las ocupaciones exteriores. El miedo al Silencio interior puede deberse al temor que produce lo desconocido, aunque lo desconocido en este caso es Uno Mismo. El miedo al Silencio interior puede nacer del temor a esa sensación equivocada de estar perdiendo el tiempo. Yo, en cambio, creo que se está invirtiendo en mejorar la calidad del resto del tiempo
El Silencio interior sirve para conectar con la Realidad que es el poder único, con la Realidad que está más allá de todas las formas y todos los modos. Nos pone en contacto directo, sin intermediarios, con el poder creador, con la Esencia Divina.
Algunos de los efectos de ese tipo de Silencio son algo parecido a esto:
1.- La mente se aclara, se armoniza, es más profunda.
2.- La conciencia capta lo que se encuentra en el fondo de nosotros mismos.
3.- Se desarrolla la sensibilidad interna que permite acceder con mayor claridad la intuición.
4.- Se crea una consciencia mayor que permite estar más atento a la vida y al presente personal.
5.- Se descubre con un sentimiento que somos todo y a la vez una parte de todo.
6.- Se siente una comunión con Dios y una interrelación con todo lo creado.
7.- Se siente la auténtica paz, ausente de conflictos y libremente expresada.
8.- Nos lleva a descubrir al sujeto último que está detrás de todas las personalidades y de los distintos yoes.
9.- Permite acumular fuerzas físicas, afectivas, mentales y espirituales.
Además de esto y, por supuesto, se puede tener cualquier otro tipo de sensaciones, sentimientos, experiencias, vivencias… y todo ello es absolutamente personal e intransferible.
Parece que no hay otra cosa que aporte tanto como el Silencio a la vista de todo lo anterior. Todo lo expuesto es cierto y se puede lograr.
Pero -hay un pero-, mientras haya conflictos interiores, deseos, problemas emocionales o personales, será un poco más dificultoso acceder al auténtico Silencio interior. La gran dificultad para acceder a la paz interior es la guerra exterior. La paz se va instalando a medida que se van resolviendo discusiones, confusiones y dudas.
El Silencio creador se produce sin ningún esfuerzo.
Si hay que hacer esfuerzo es porque hay algo que se opone y crea una tensión, y entonces ya no se puede instalar el Silencio-Paz.
Pero -aún queda otro pero-, así como el contacto de conocimiento y toma de confianza con el Silencio se puede realizar desde ahora, para entrar en el Silencio interior profundo es importante tener ya clarificada la forma de ser y actuar, la identidad, ser y sentirse más sólido, más sereno, porque si la persona se abre al Silencio interior profundo sin tener estructurada firmemente su personalidad, y como el Silencio es un dejar de intervenir con la mente crítica y la mente que regula y controla, uno podría ser víctima de las fuerzas incontroladas que hay en los niveles inferiores. Podrían aparecer impulsos reprimidos, fantasías que pueden adquirir enormes proporciones, o la entrada de eso que llaman “espíritus del bajo astral”.
Para que el Silencio sea parte de un Camino positivo, tiene que estar siempre presidido por un deseo sano de encontrar tras él, o en él, la Verdad, la Realidad Última, el Creador… y a Sí Mismo.
Hay más miedos al Silencio: se trata de ese miedo a la soledad que supone el encuentro con uno mismo.
Necesitamos un tiempo interior, de vacío y Silencio, para reconocernos. Un tiempo y Silencio interior para escuchar nuestra relación entre lo externo y lo interno. No siempre estamos siendo nosotros: estamos siendo nuestra actitud.
Potenciando el Silencio interior desarrollamos las capacidades interiores, la salud, la intuición y el autoconocimiento.
ATENCIÓN
Otro de los beneficios de varios años de Silencio personal:
“Si consideramos atentamente la vida de aquellos que más han beneficiado a la humanidad, proporcionando alivio y consuelo no sólo a los cuerpos sino también a las almas, encontraremos que su apostolado siempre estuvo precedido por largos periodos de recogimiento y de aparente inactividad, los cuales en realidad suscitaban y concentraban potentemente las energías espirituales que debía irrumpir después y difundirse de forma irresistible.”
(Roberto Assagioli)
POR SI NO LO SABES
(A partir de ideas del libro “Creatividad y plenitud de vida”, de Antonio Blay)
Partimos de la base de que todos creemos que por encima de nosotros existe una Realidad (cada uno que la llame como quiera) que se expresa a través de todos los modos y formas que existen, visibles e invisibles.
El Silencio nos comunica en línea directa con esa fuerza o poder creador primordial llamada Realidad, y entonces pasamos a ser canales directos con acceso directo.
El Silencio es el poder más grande que existe.
Abrirse al Silencio es abrirse al potencial total, incondicional.
EFECTOS DEL SILENCIO
La mente se aclara y se armoniza. Profundiza mucho más con una capacidad de percepción desconocida. Permitimos que todo el revuelto de emociones y pensamientos se aposente, se estructure por sí mismo. Nuestra conciencia discierne con más claridad la profundidad que existe detrás de lo aparente y de lo confuso.
Al ahondar en el punto de conciencia, aumenta la potencia de nuestra mente y de toda nuestra personalidad de un modo extraordinario. Desarrollamos la sensibilidad interna y la intuición.
Descubrimos la unidad profunda que hay detrás de toda la multiplicidad de formas y manifestaciones.
Gracias al Silencio profundo se manifiesta la auténtica paz.
Ayuda en la realización personal. Nos lleva a descubrir al sujeto que está tras todas nuestras manifestaciones.
Acumulamos fuerzas físicas, mentales, afectivas y espirituales.
Nos ponemos en sintonía con el poder creador único, y éste se expresa en nosotros y a través de nosotros.
Es, en suma, el mayor realizador personal, quien nos facilita el contacto con el Ser, y quien nos confirma que también somos algo que está más allá de nosotros mismos.
¿CÓMO IR HACIA EL SILENCIO?
Mientras tengamos interiormente problemas de deseos, de emociones, de conflictos, es muy difícil vivir el Silencio, porque todo ello está buscando constantemente expresión, solución o huida. La mente empuja continuamente a pensar, soñar, imaginar, suponer… la gran dificultad que tenemos para poder estar en paz es la propia guerra mental que llevamos en el interior.
Por ello, es imprescindible solucionar ese estado de guerra.
Sólo el hecho de vivir las cosas que nos pasan con toda la intensidad, y con absoluta consciencia, permite que las cosas realmente se resuelvan, se liquiden, de forma que no dejen poso, ni rencillas pendientes, y se puedan archivar como asuntos resueltos. Sólo después de la expresión total de las cosas, y la lucha total si es necesaria, llega la paz.
Buscar la paz de otro modo que no sea resolver el conflicto es buscar una paz falsa, es una tregua disfrazada, o una mentira tapada.
La auténtica paz viene cuando movilizamos y liquidamos todo lo que nuestra mente nos reserva para nosotros: los miedos, los problemas, las dificultades… sólo la vida intensa, consciente, inteligente, zanja los asuntos definitivamente. No se convierten en otro problema pendiente que dejamos a la mente para que resuelva, sino que se los entregamos a la mente cerrado y resuelto para que no le cause distracción.
Entonces ya no es necesario seguir buscando la paz, porque entonces la paz se presenta sola, ya que la paz habita en nosotros y lo único que nos impide vivirla son las cargas que tenemos dentro.
Hay que tener cuidado de no confundir el Silencio interior con el acallamiento forzoso, con un esfuerzo de la voluntad, para que se produzca una aparente aquietamiento de las cosas. El Silencio creador se produce sin ningún esfuerzo, y donde hay que hacer esfuerzo es porque hay una resistencia que se opone. Si existe resistencia, no es el auténtico Silencio creador.
Eso sí, se pueden tener momentos breves de Silencio aún teniendo conflictos interiores, y es bueno tener esos momentos hasta que se pueda disfrutar del verdadero, pero no es el auténtico Silencio creador que será quien nos permita el contacto con los niveles superiores de conciencia
El primer paso, por tanto, es ser un buscador de la verdad, la realidad, lo auténtico. Si no existe este objetivo, el Silencio puede no producir la transformación, ni el acceso al nivel trascendente a la realidad.
¿CÓMO HAY QUE PRACTICAR EL SILENCIO?
El Silencio es una práctica que acompaña a todas las demás prácticas de trabajo interior. Para la autosugestión se necesita el Silencio; para recibir los beneficios de la oración, se necesita; para tratar de contactar con la Mente Universal, se necesita.
Incluso en la vida cotidiana, que debiera ser un constante ciclo de actividad y reposo.
El Silencio no es nada más que el reposo de nuestra personalidad y nuestro yo personal.
Se debe practicar diariamente. Cinco, diez minutos, nunca más de media hora.
Hay que elegir una postura confortable; mejor que la espalda y la cabeza estén rectas, verticales respecto al suelo, por lo tanto sentados cómodamente pero de modo que nos resulte fácil mantener esta postura. Para comenzar, mejor hacer una serie de respiraciones más profundas y completas de lo habitual, tomando conciencia clara de sí mismo.
Respirar suave y profundamente mientras se va tomando conciencia del cuerpo físico, que está presente. Pasar luego a la conciencia del estado anímico y el estado afectivo, y constatar que allí hay un estado de tranquilidad, de cordialidad y de amor suave. Pasar después al nivel de la mente y darse cuenta de que uno está mirando la mente, que ésta está presente, tranquila, serena, despierta, pero sin estar pendiente de ningún objeto.
Cuando se han seguido los tres pasos se dice que la mente está alineada, y es entonces, sólo entonces, cuando la persona puede olvidarse de su cuerpo, de su afectividad y de su mente.
Una vez hecho esto, empieza propiamente el ejercicio del Silencio. Se puede empezar por darse cuenta de la respiración: “Yo, que estoy aquí, tranquilo, presente, dándome cuenta de que la respiración funciona sola. Yo.” Y al decir yo, que se sienta presente. Esto hasta que note que hay una verdadera pacificación. Y se notará cómo la conciencia va ahondando.
Entonces hay que prestar atención a notar el Silencio alrededor de la cabeza, dentro de la cabeza y dentro del pecho.
Con la práctica habitual se va consiguiendo un estado de gran pacificación, de gran profundización.
En el Silencio no se busca nada. Se trata simplemente de que todo Yo esté presente, sin confundirme con nada, sin apoyarme en nada, sin buscar nada. En todo caso, buscar la noción pura de ser, de Realidad.
No olvidar que hay que mantenerse dueño de la situación; hay que mantener, junto con la lucidez, un claro grado de autoconciencia. Nada de esos vacíos en los que uno parece diluirse. No; la persona es centro de conciencia, y este centro ha de mantenerse y ahondarse. Quien está en el ejercicio ha de ser el Uno Mismo, y no la personalidad.
Para salir del ejercicio hay que hacerlo de un modo gradual. Los pasos, todos lentamente, son: un acto de resolución interna de querer volver a la conciencia exterior, acentuar suavemente los movimientos de respiración, abrir los ojos, mover suavemente las manos y, siempre despacio y con suavidad, levantarse.
RESUMIENDO
Como has podido ver, es tan creativo y enriquecedor, tan necesario, que no necesita de mis ánimos para que empieces, a la mayor brevedad posible, a descubrirlo.
Francisco de Sales
Si le interesa ver los capítulos anteriores están publicados aquí:
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