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 MARINEROS DE AGUA DULCE

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Alejandra Correas Vázquez
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MensajeTema: MARINEROS DE AGUA DULCE   MARINEROS DE AGUA DULCE Icon_minitimeMar Jun 23, 2020 11:46 am

MARINOS DE AGUA DULCE
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por Alejandra Correas Vázquez


El periplo de navegación europeo, africano, asiático y americano, fue descripto de generación a generación por las familias coloniales de luso-origen a sus descendientes durante cuatro siglos, en Argentina, y en especial entre las familias vernáculas cordobesas con tres siglos y medio de residencia.

El arribo al puerto de El Callao en el Virreinato del Perú, cruzando el Océano Pacífico desde las colonias portuguesas de China e India, y otros numerosos islotes oceánicos como Timor, demandóle a los lusitanos de ultramar —acompañados por sus familias— una larga travesía con todas sus peripecias. Eran los finales del siglo XVI.

No fueron demasiado generosas con ellos las autoridades españolas virreinales del Perú, pues enviaron a gran cantidad de estos nuevos habitantes, marinos portugueses, con sus familias completas (que eran gente de alcurnia y profesionales habituados a las elegantes cortes orientales) más allá de Salina Grande, específicamente al “Tucumanao”, zona precultural, que era la frontera del Tucumán.

Con toda evidencia viéndolo desde hoy, Siglo XXI... “se los querían sacar de encima”. El Tucumanao estaba situado al pie de la prehistoria sudamericana, donde los nativos vivían en cuevas. Eran hombres de las cavernas subsistentes en ese estado primigenio, desnudos, en plena Edad Moderna, cuando ya Europa había pasado por el Renacimiento.

Estamos a finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, cuando se reparten las Mercedes Reales para poblar el Tucumanao (territorio incluido dentro de la provincia del Tucumán). Más de la mitad de ellas son otorgadas a portugueses, siempre y cuando se radiquen allí con sus familias completas. Lo importante para este rey Felipe II era poblar y fundar ciudades. El Tucumanao (que hoy es el centro de Argentina) en ese entonces era una inmensa tierra inexplorada, dependiente del Virreinato del Perú, pero que hasta ese momento sólo figuraba en el mapa de Diego Homen como “Icógnito Regno”.

Los lusitanos llegaron allí luego de seis meses de tránsito en carretas desde el Alto Perú (hoy Bolivia) con pesados bártulos. Baúles con vajilla. Mobiliario. Arcones con ropas. Bolsas con semillas. Jaulas con gallinas. Y arriando ganado vacuno.

Hay una muestra engañosa que ofrece la cinematografía actual, donde las familias pioneras van cómodamente en las carretas llevadas por un ágil corcel. Pero nada de esto es verdad, sólo una ficción. En la realidad esas personas iban caminando a pie junto a las carretas, que estaban pesadamente cargadas y tiradas por yuntas de bueyes. Podían llegar a ser seis u ocho bueyes, según el peso de la carga. No había espacio libre en esos carretones para los seres humanos. Debido a ello ninguna persona mayor hacía tal viaje, sino matrimonios jóvenes con hijos en edad de caminar. Llevaban unos pocos caballos que trotaban a la par de las carretas, con jinetes bien armados.

Atravesaron el Altiplano. Pampas y Punas. Forestas. Lluvias. Selvas. Churquis. Gredales. Salinas. Sequía. Pantanos. Vientos. Sierras ariscas...

¡Siglos de mar se eclipsaron de un solo golpe! Ahora serían marinos de agua dulce.

Ya nunca más verían a los delfines ni a los tiburones. Ni los bancos de perlas o de corales. Ni los puertos de Oriente. Ni el límpido cielo de los mares del sur. Una inmensa llanura sudamericana, tan extensa como el propio océano, iba a atraparlos para siempre. Como si la vara de Moisés que abrió el Mar Rojo y retiró sus aguas, se hubiera perpetuado sin retorno.

Así llegaron estos pioneros portugueses que trocaron el delfín por el ombú, a la gran pampa de Río Segundo (nombre actual, provincia de Córdoba). Con olor a barco y ballenas. A mar y mareas. Con color a perla y coral. Atrapados en el interior de este continente, en el Cono Sur de Sudamérica, para ingresar en un “improntum” dentro de su historia. Y siempre como buenos pilotos de alta mar con sus sextantes, brújulas y cuadrantes, que habíanlos guiado hasta allí haciéndoles posible “navegar” por ese mar de tierra.

Un llano inacabable. La pampa inmensa y virginal. Fértil y abandonada desde siempre. Desconocida. Peligrosa. Habitada por gente prehistórica. Donde ni siquiera el Inca habíase internado, para develar su misterio. Negándose a llevar hasta esas tierras su fuerza imperial y cultural.

Eran familias enteras acostumbradas a vivir en ciudades mundanas, con todo el ornato de Portugal. Y se internaron en el interior del continente sudamericano, sin salida al mar. Cargando el barroco mobiliario portugués. La afectada elegancia lusitana. El ropaje varonil bordado con su gola al cuello. Las largas vestiduras de encaje de sus mujeres. Los enormes arcones. Las pesadas carretas... ¡Que vaciaron en ese escenario salvaje!

Hijos de Lusitania. Sofisticados. Elegantes. Enjundiosos. Casi soberbios. Acostumbrados a los lujos orientales, de las cortes que visitaban en tiempos del Rey Juan. Separados ahora del mundo. Aislados. Muy solos. Arrinconados en ese descampado. Con pretensiones nobiliarias nunca confirmadas, y acusaciones marranas (judías) tampoco confirmadas. Y habrían de transformarse a partir de ahora en un pilar fundamental, para la empresa del Virreinato del Perú, como toda ocupación de frontera hecha con ahínco.

Los lusitanos fueron los primeros europeos que en estas tierras colocaron familias. Centros de producción. Ganadería. Tambos. Curtiembres. Sembrados. Molinos. Familias pioneras que vinieron en épocas de una dureza increíble, después de atravesar varios océanos: Atlántico, Indico, Pacífico. Navegando.

Este finisterre salió de la prehistoria mediante sus encomenderos portugueses, que hicieron progresar a las “Mercedes Reales”. Esto es, tierras del rey confiadas en administración a un encomendero, con sistema hereditario. Su carácter era el mismo del Vasallo con el Monarca medioeval, que fue el nacimiento del feudalismo.

Ellos eran hombres de alta mar. De puertos. Herederos de antiguos navegantes, cuyo ancestro era el propio dios Neptuno, confinados ahora para siempre (con todos sus descendientes) en este desconocido Tucumanao... “Incógnito Regno”.

Tucumanao. Final del Tucumán. Final del Imperio del Inca. Final del extensísimo Virreinato del Perú, en los siglos decimosexto y decimoséptimo. Final del mundo ilustrado y progresista. Límite entre civilización y barbarie.

¡Finisterre! ... Final de ruta. Final de los caminos que trajeran desde tan lejos a aquellos hombres y mujeres, quienes soportaron este destierro sudamericano con el estoicismo que otorgan las fuertes convicciones para sobrevivir. ...Finisterre final...

Y así finalmente, o por fin, pusieron aquellos marinos su ancla en tierra firme, alejándose de todo su aventurero pasado. De todos los racismos, desencuentros religiosos, o misterios desconocidos —ocultos— que los llevaron a esta emigración hacia el centro de la futura Argentina.

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