CAPÍTULO 10 – LOS ESTADOS DEL YO (Análisis Transaccional)
Este es el capítulo 10 de un total de 82 -que se irán publicando- en los cuales se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL.
El Análisis Transaccional, una herramienta imprescindible en el conocimiento del ser humano, dice que cuando nos manifestamos lo hacemos desde uno de estos tres patrones de conducta o estados del yo: Padre (P), Adulto (A) o Niño (N), y dice que es útil conocer cada uno de ellos para saber desde cuál estamos actuando o manifestándonos para, de ese modo, saber si estamos utilizando el adecuado para el momento o la situación.
Conociéndolos, podemos averiguar el origen de muchos de nuestras actuaciones o formas de pensar, el porqué de ciertos sentimientos, o de dónde vienen ciertas opiniones.
Esos estados del yo son tres formas distintas de estar, pensar, sentir y actuar.
EL PADRE es la parte de nuestra personalidad regida por el principio del deber. Aquí están las costumbres, la moral, las obligaciones, los condicionamientos… aquí se fijan las normas, pero… en muchísimos casos tenemos un padre que está desactualizado. Funciona repitiendo todo, como una grabación que se hizo en cierto momento que sigue repitiendo siempre lo mismo mientras no se vuelva a hacer una nueva grabación encima.
Se formó a partir de la información que adquirimos al ver cómo se comportaban nuestros padres o educadores.
El Padre puede ser Crítico (PC) ó Nutritivo (PN).
El del primer caso (PC), lo único que hace es juzgar, amenazar, castigar, sermonear, reprobar, pero sin dar una razón; el motivo suele ser “porque sí” o “porque lo digo yo”. Regaña, critica y acusa desde una especie de superioridad que no permite la discusión o ser rebatido. Da órdenes e impone. Actúa en base a patrones y modelos cerrados. Sus respuestas están automatizadas. No aporta nada positivo y desvaloriza.
El segundo caso (PN) corresponde al Padre que educa, aporta, cuida, protege, nutre… Advierte o informa sin amenazar. Confía en el otro y cuando interviene lo hace suavemente. No impone autoridad, aunque se hace respetar. Escucha.
Si un niño coge un plato de la mesa y se le cae, el PC le va a reñir; le va a echar en cara que es torpe, y que por su torpeza ha roto el plato, y le recriminará que ahora tendrá que trabajar más para comprar otro, y que lo que tiene que hacer es quedarse quieto y no hacer cosas de mayores. Tendrá cara de enfado el resto del día y eso le hará sentirse mal al niño, le creará un complejo de torpe, y le coartará su capacidad de seguir experimentando en la vida ante el temor de otra reprimenda.
El PN le dirá, con mucho cariño, que su intención ha sido buena y eso es lo importante, que la próxima vez que coja un plato será bueno que lo sujete con más fuerza para que no se le caiga. Le dará su apoyo y le mostrará una sonrisa de premio al final de la conversación.
EL ADULTO es el que piensa, el que se da cuenta de las cosas y sabe lo que conviene hacer. Razona, analiza, calcula probabilidades, usa la lógica, da y pide información y, por lo menos aparentemente, no tiene emociones, sino que es práctico.
El Adulto es sereno, calmado, actúa desde el aquí y ahora. Sabe lo que conviene hacer. No le gusta predominar, y sí colaborar. No responsabiliza a los demás de sus problemas. Sabe decir NO. Tiene libertad de opción y cambio. No se implica emocionalmente en las decisiones que toma.
El Adulto actualiza sus informaciones y por eso sus respuestas y actos son más acertados. En cambio, el Padre se mantiene más anclado en sus ideas, por lo que sus soluciones pueden ser menos propicias. El Niño es más “irresponsable” por lo que sus respuestas pueden ser disparatadas y sin lógica. Eso sí, el Adulto tiene que tener cuidado de que ninguno de los otros dos estados le contamine sin darse cuenta y entonces no sea él, puro, quien al final decida. Los estados de Padre y Niño, por sí mismos son estáticos, pero el Adulto puede actualizar ambos, y además es conveniente que lo haga. Puede conseguir, por ejemplo, que el PC no sea tan rígido, tan crítico, que no se entrometa en los otros estados; puede pedir su colaboración al PN en ciertos momentos y puede pedir al Niño que se muestre más a menudo.
Si es el Padre quien contamina, es un prejuicio; si es el Niño, es un autoengaño.
EL NIÑO es el que hace en cada momento lo que le apetece o le gusta. Lo suyo es la intuición, la parte mágica y creativa. Es ingenuo y natural. Manifiesta libremente lo que le gusta y lo que le disgusta. Goza, sufre, siente. Busca cariño y aceptación. Fantasea y sueña. Es alegre, entusiasta y vivaz. Dispone de una gran fuerza interior.
El Niño puede ser Natural (NN) y Adaptado (NA). A su vez, el Niño Adaptado puede ser Adaptado Sumiso (NAS) o Adaptado Rebelde (NAR). También hay un Pequeño Profesor (PP).
El NN es natural, espontáneo y juguetón. Lo que uno es, en su pureza, cuando nace.
El NAS se ha tenido que adaptar a lo que había durante su educación, para poder sobrevivir. Seguramente no estaba de acuerdo con las normas injustificadas que le exigían sus educadores, y encontraba incoherencias, pero un poco de cordura le hizo ver que si se sometía y acataba cuanto le mandaban, eso le aseguraba seguir en la familia y era lo que necesitaba a esa edad para seguir vivo. Su obediencia es automática: no piensa, pero padece una auto-descalificación continua. Se adaptó de un modo Sumiso y acepta lo que hay, lo que no quiere decir que le guste.
El NAR, por contra, se adaptó a lo que había, pero no lo acepta y se rebela cada vez que puede. Es inconformista, agresivo, y desafiante. Tanto éste como el NAS tienen sensaciones de angustia, de que algo va mal, y se sienten atemorizados y culpables al mismo tiempo.
El PP puede actuar desde su intuición o imaginación, y puede aportar soluciones originales cuando se necesitan, pero conviene que las revise el Adulto, que está acostumbrado a hacerlo basándose en los hechos de experiencias anteriores o similares. Es pensativo, a su modo, y creativo e imaginativo.
Es bueno distinguir cada uno de los estados, de ese modo si uno se sorprende utilizando el inadecuado para el momento, lo puede cambiar.
En general, si uno está en su trabajo puede ser Adulto o Padre, pero no Niño (salvo que trabaje de payaso o animador infantil); si uno está jugando no debería ser Adulto, y aún menos ser Padre, porque no le acompañarían en su juego; si uno tiene que tomar una decisión importante, es mejor que sea el Adulto quien se encargue, y no el Padre ni el Niño.
Para que la comunicación con las demás personas prospere de un modo adecuado, conviene que nos pongamos en el mismo nivel desde el que nos están hablando los otros.
Si me están dando una información importante en el trabajo, no conviene que sea Niño y me comporte como tal; si estoy divirtiéndome no es conveniente que lo haga desde el Padre o el Adulto, porque ninguno de ellos sabe disfrutar libremente; si estoy en un velatorio es adecuado que sea Adulto, pero no Niño.
Los errores y conflictos en la comunicación se provocan al hablar y manifestarse desde distintos Estados del Yo.
Para que las relaciones con los demás, y con nosotros mismos, se desarrollen del modo adecuado, conviene tener en cuenta en qué estado del yo nos encontramos, cómo debemos usarlo, cuándo, y con quién.
Conviene estar en cada uno de ellos en el momento adecuado que les corresponde, pero siendo conscientes y, sobre todo, no dejar nunca de ser uno mismo independientemente del estado del yo en que se encuentre. Hay que acostumbrarse a manejarse bien en todos, y ser íntegro cuando está en cada uno de ellos, pero prestando atención, porque uno de ellos puede dominar y excluir a los otros dos y eso no es lo correcto.
Estos estados no tienen nada que ver con la edad de cada uno. Es precioso ser Niño cuando uno ya está jubilado, y es digno de admiración el niño que sabe ser Adulto cuando es necesario.
RESUMIENDO
Conviene que releas el capítulo si no te ha quedado claro, o que busques más información en otra parte, porque este es un asunto muy importante. Si te empiezas a observar a partir de ahora, verás cómo están bastante claros los tres estados. Te verás pasar de uno a otro varias veces a lo largo del día, y advertirás que no siempre estás en el adecuado. Observarás que dándote cuenta de ello, y yendo al que es conveniente en cada caso, te irán mucho mejor las cosas. Fíjate en los demás cuando estén contigo y practica a comprobar en qué estado están en cada ocasión: te ayudará mucho a mejorar tu relación con ellos.
Sé tú mismo en cada momento, pero desde el estado apropiado.
Francisco de Sales
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