CAPÍTULO 4 (2ª parte) - CAMBIAR
DESDE UNA VISIÓN UN POCO RELIGIOSA
¿Y si comenzamos por mirarnos con los ojos de Dios?
Desde los ojos de Dios.
Dios nos ha permitido que ahora mismo estemos siendo así.
Supongamos que tiene alguna buena razón para ello.
También nos ha dado herramientas para darnos cuenta de las cosas, raciocinio, energía, la capacidad de amar, sentimientos, emociones, sensibilidad… y a nosotros mismos. También nos ha dado la libre voluntad de hacer lo que queramos con nosotros (mortificarnos, despreciarnos, hacernos buenas personas…) y con nuestra vida (vivirla, gozarla, sufrirla, malgastarla, perderla…).
Saquemos partido a todos estos útiles.
POR LO TANTO
Hay que planificar una estrategia.
Pensar si comenzar desde la imposición del cambio, que sería una mala idea, o desde el consenso con todos nuestros yoes para que colaboren en conseguir descubrirnos y acrecentar nuestras posibilidades de mejoramiento. Ésta es la mejor solución.
La voluntad de desear lo mejor para uno mismo está implícita en el ser humano, así como el mecanismo de defensa que trata de salvarnos de todos los ataques o supuestos ataques externos, por eso desde que uno decide reencontrarse se pone en marcha un mecanismo autónomo -que agradece se le preste atención de vez en cuando- por el cual el proceso está continuamente activo. No son buenos ni recomendables las transformaciones bruscas. No se asumen bien.
Esas modificaciones que van a suceder van mejor por el camino tranquilo.
Serán imparables.
Vienen por sí mismas.
Son una hormiguita en su labor.
Para comenzar puede ser conveniente buscar dentro de uno mismo la rebeldía o el empuje suficiente que nos lleven inevitablemente al cumplimiento de lo deseado. No aceptar de un modo incondicional “lo que estoy siendo aunque no me guste”, sólo invita a persistir en esa situación de inconformidad resignada e inútil que ni ayuda ni lleva a algo bueno. Mientras vivamos en la resignación nada cambiará.
El paso necesario para comenzar un proceso de cambio es aceptar todas las realidades que habitualmente escondemos o negamos.
Modificando la forma de ver y pensar nos parecerá que cambia el mundo. O por lo menos, nuestro mundo.
Los cambios estéticos o de ropa, son rápidos e inmediatamente perceptibles; los cambios internos requieren un tiempo de conciliación entre el yo que tiene miedo y se aferra a lo conocido, y el Yo auténtico que desea modificar el presente. Todo eso requiere de tiempo para su asentamiento, para que el yo cuestionado baje la guardia y colabore.
Hay una cosa que debemos tener clara: la corrección es un asunto nuestro y se ha de realizar en el interior y desde el interior. No nos puede cambiar el profesional, ni un libro, ni una conferencia, ni un gurú charlatán. Ellos nos pueden indicar un camino, abrir una puerta, fomentar algo en nosotros o sembrar más inquietudes, pero no hay cirujanos espirituales ni expertos en trasplantes de personalidad.
A ellos les demandamos una contestación asombrosa, milagrosa, la pastilla curalotodo, o que nos toquen con su varita mágica de la felicidad infinita, por eso cuando recibimos por respuesta que es uno quien debe hacer el proceso, nos sentimos decepcionados y, a veces, buscamos el milagro en otro sitio.
El propósito de Ser Uno Mismo –¡por fin!- se despierta por diferentes motivos –como ya hemos visto- que van desde la insatisfacción por la vida que está llevando uno hasta el deseo de imitar a aquellos que parece que sí les va bien –y ya hemos comprobado que es un error de planteamiento-; desde un hecho trágico que afecta directamente hasta el encuentro con la realidad de uno al mirarse en el espejo el día que se cumplen muchos años.
Entonces se manifiesta con más intensidad la inquietud latente y uno piensa: se me pasan los años y estoy desperdiciando la vida; ya tengo cuarenta o cincuenta o sesenta y no he cumplido casi ninguno de los pocos sueños que me permití tener; he acumulado algunas riquezas pero no tengo la sensación de vivir; no he conseguido triunfar socialmente y además me siento muy a disgusto conmigo; veo que va en serio esto de hacerse mayor, y me empiezo a convencer de que yo también voy a morir; hace mucho tiempo que he perdido la ilusión, y aquella sonrisa florecida que lucí en otro tiempo no la encuentro por ninguna parte…
Conviene prestar atención a todos estos descontentos y solucionarlo.
TRABAJA EN ESTO
Tómate todo el tiempo que necesites para responder a estas cuestiones y a otras similares que tú puedes aportar porque las conoces y te inquietan:
LO QUE ME IMPIDE “CAMBIAR” ES…
POR MEJORAR ESTARÍA DISPUESTO A…
LO QUE ME GUSTARÍA QUE FUERA DISTINTO ES…
TRABAJAR EN ESTO
Estos son los pasos imprescindibles que hay que dar para efectuar el descubrimiento de quien realmente es Uno Mismo.
1º - RECONOCER: ni negar, ni ocultar, ni anclarse. Reconocer y reconocerse en lo que uno es en la actualidad. No empezar con mentiras.
2º - ACEPTAR: recoger al niño herido, al humano dolido, curar su alma y abrazar su corazón. No se debe partir de la condición equivocada de “no me quiero mientras no sea de otro modo” porque entonces no se querrá uno nunca y no se empezará nunca.
Ni odio ni desprecio, ni una enemistad que invite al yo herido a rechazar la ayuda del Yo que se da cuenta y emprende la reconciliación y la sanación.
3º - ASUMIR: la situación actual. Y partir con lo que hay.
SOLUCIONES O SUGERENCIAS
La rosa tiene un don del que tú careces: está perfectamente conforme con lo que es. ¿Y tú estás siempre insatisfecho contigo mismo?, ¿estás repleto de una violencia y una intolerancia para contigo mismo que aumenta a medida que te esfuerzas en cambiar?
Aparentemente sólo hay dos alternativas ante ese deseo de cambio: la auto-agresiva no aceptación y la auto-aceptación derrotista y resignada. Yo encuentro otra alternativa más: la auto-comprensión. El comprender lo que eres exige una completa libertad respecto de todo deseo de transformarte en algo distinto de lo que eres. Y este puede ser el Camino.
Tenemos la crueldad de no admitir en nosotros los “errores” y “defectos” que sí comprendemos en los demás. Entendemos las “debilidades” en los otros pero no las aceptamos en nosotros y además nos aplicamos el rigor más duro.
Piensa…
¿Quién se da cuenta de que quieres cambiar?
¿Y quién da la orden?
¿Y si cambias seguirás siendo tú?
¿Cómo se instalará lo nuevo en ti?
¿Dónde irá a parar el que estás siendo ahora?
Una sugerencia antes de que comiences: evita el “tengo que” o el “debo hacer”, y cámbialos por “quiero hacer”, “decido hacer” o “elijo hacer”. La fuerza motriz de nuestra conducta ha de nacer voluntariamente dentro y no venir de impuesta de fuera. Hay alegría y el cumplimiento de la voluntad propia cuando “quiero, decido o elijo”, frente a la imposición de “tengo que” y “debo”.
Se requieren un mínimo de tres condiciones:
1 – Conocer lo que se quiere actualizar y tomar conciencia de la situación actual.
Para conocer habrá que hacer como los jueces: escuchan a todas las partes antes de emitir un juicio. Las partes que queramos modificar tendrán argumentos suficientes para seguir como hasta ahora, que es un terreno en el que tienen experiencia y no quieren perder el status.
Habrá que escuchar con ecuanimidad, sin implicarse en el asunto, siendo sólo juez y no preocuparse por cuál va a ser el resultado ni tratar de beneficiar a una de las partes.
Hay que limitarse a observar desapasionadamente el diálogo que surja. Descubrir las mentiras y los argumentos caducados y desechar todas las excusas.
Si el veredicto es seguir adelante con el Descubrimiento, hay que hacerlo.
2 – Desear esa actualización.
Al principio, sólo el deseo tranquilo casi es suficiente. Si ayudamos con buena voluntad y un esfuerzo no agresivo, mejor.
Es importante la constancia.
Las modificaciones se notarán en la medida en que la atención y la voluntad se hagan cargo de ellas. Cuando se nos vuelva a manifestar esa actitud que queremos modificar se encenderá una señal de alerta que dirá, dulcemente, “te recuerdo que deseas modificar esto y es por tu libre voluntad. Tienes la oportunidad de seguir como siempre o puedes poner en práctica tu deseo de descubrir la realidad y modificarla”.
Desear con tristeza, deprime.
Desear con fe y optimismo, estimula.
3 – Amor. Nunca dolor.
Esto es absolutamente imprescindible. Cualquier cosas que queramos modificar se va a resistir, como mecanismo de autodefensa. Necesitaremos todo nuestro amor para dárselo a la parte a modificar, para que no se sienta mal, porque vamos a abandonarla después de tantos años de compañía. Y va a ser todo mucho más plácido y gratificante si lo hacemos con amor.
MIS REFLEXIONES PERSONALES
He estado pensando en que no sé cómo se produjo mi “cambio”. A pesar de que he estado conmigo todos los días y en casi todos los momentos, no he notado uno concreto en que se haya producido. No ha habido una luz en el cielo que lo indicara, no ha habido una convulsión en mi mundo, ni una señal en el cielo, ni una aparición.
Ha sido todo mucho más sencillo, se ha encargado de ello el tiempo, un poco, y el deseo, en mayor medida.
Ahora me parece que ha sido fácil: ni ha habido noches de fuertes peleas con los diablos, ni conflictos desgarradores, ni intentos irrefrenables de abandono; no ha sido insoportable, sino todo lo contrario: ha sido tan sencillo como estar pendiente de lo que la vida dice y tan prudente como no acelerar mucho las cosas y ser consciente de casi todos los momentos.
Las lecciones están siempre ahí, los que no estamos somos nosotros.
Ha sido tan sencillo y tan complicado como estremecerme con mis emociones más sinceras, sin tratar de traducirlas a palabras, y vivir los sentimientos en lo más profundo del corazón y no en la mente.
El error, y ahora es cuando lo veo, es buscarnos donde no estamos. Comprendo que uno que se sienta perdido y ansioso de salir de esa situación y que busque desesperadamente. Suponemos que hacerlo de esa forma es más válido, incluso nos enorgullece un poco nuestra actitud de urgencia y empeño, y resulta ser lo contrario. Cualquier cosa que se haga desde el estado de desesperación no coincide con la serenidad que requiere el cambio; lo que se haga a través del condicionamiento de la rabia, del despecho, o del nerviosismo, no irá acompañado del amor que necesita cada uno de los actos que llevan al Descubrimiento.
RECOMENDACIÓN
Conviene repetir, llenándolas de amor, estas dos palabras: ME ACEPTO. Repítelas sinceramente, hasta que te suenen puras y verdaderas, hasta que te lo creas. Haz un pacto inquebrantable de amor, de aceptación, de comprensión, de paciencia… acepta, acoge y abraza esas partes de ti de las que tanto reniegas. Hazlo de corazón, no caigas en ese modelo de resignarse y conformarse con lo que pase.
Francisco de Sales
Si le interesa ver los capítulos anteriores están publicados aquí:
http://buscandome.es/index.php/board,88.0.html