11 historias Vol. 2: Tienes que Olvidarme
Miriam sentada en el mueble de su apartamento con la fotografía de ella y su novio en las manos, lágrimas en los ojos y una clara expresión de tristeza dibujada en su rostro, cajas amontonadas una sobre otra, maletas a un lado, parecía que se mudaba.
Detrás de ella mirando a través de ventana en dirección a la calle el chico de la fotografía con una expresión de seriedad.
― Hoy es de esos días en los que más extraño como era todo antes ― dice ella mirando la fotografía. ― Como solíamos divertirnos, como... me hacías reír... ahora, solo me haces llorar... ― dice bajando la cabeza.
El solo observaba por la ventana con las manos en los bolsillos, escuchaba atentamente a la joven.
― Sé que... no debería sentirme así, que... no debería dejar que me lastimes...
― No quiero seguir lastimándote..., ― responde el joven ― no sabes cómo me hace sentir saber que... te hago daño...
― Pero no hay solución, ya no hay nada que puedas hacer... todo terminó, todo está hecho... me voy a ir... quizás así... pueda comenzar otra vez y... dejar de sufrir por ti... quizás...
― Me gustaría poder hacer algo y evitar que te vayas... porque una vez que cruces esa puerta no podré ir tras de ti..., por más quisiera... ― dice avanzando y sentándose frente a ella en el mueble, ella mantenía la mirada alejada de la de él, solo mantenía la mirada en la fotografía. ― si piensas que es lo mejor... que te vayas de aquí... y me dejes... por más que me duela, si eso te hace sentir mejor... pues hazlo... ― dice mirándola fijamente.
― Sabes que soñé con muchas cosas en este apartamento..., me... no, nos costó mucho conseguirlo...
― Los antiguos dueños no se querían ir... de no ser por ese viaje... jamás hubiéramos conseguido este lugar... ― Responde él asintiendo.
― Esa pareja amaba este lugar... y es que es perfecto, está en una buena zona... tiene buena iluminación, no hay ruido, suficientemente alejado de la autopista... una bonita vista... no es muy costoso... ― sonríe la joven.
― Eso es lo que más me gustó... ― responde el muchacho sonriendo.
― Recuerdo que brincaste cuando te dijeron el precio...
― Sí, recuerdo muy bien eso, es que comenzamos con poco presupuesto... convivir era costoso... y pues... estábamos estudiando...
― No estábamos como para pagarnos un lujo, este edificio fue una bendición... ― dice ella arqueando las cejas. ― Fue como encontrar nuestro nido de amor... ― Miriam dibuja una tierna sonrisa mientras mira a la joven, luego esta se borra de su rostro regresando a la tristeza.
― Un hermoso nido de amor... que nos cobijó y.… nos dio un lugarcito para ambos... ― continua él.
― ¿Recuerdas que difícil fue encontrar el color adecuado? ― dice la joven forzando la sonrisa a duras penas...
El asienta.
― Tu querías cada color más.... Horrible... ― ríe mientras se seca las lágrimas.
― Si es verdad, mi sentido del decorado nunca fue el mejor... menos mal estabas tú... siempre... salvándome de todas mis tonterías... ― el baja la cabeza.
― Finalmente quedamos en el azul..., nos gustaba a los 2... y ― ella mira a su alrededor ― lo mantuvimos así durante todos estos años...
― 3 hermosos años a tu lado... 3 años que... jamás olvidare y vivirán en mi para siempre... me diste... la felicidad más grande... estar a mi lado... no sabes cuánto te lo agradezco, Mirian. ― se inclina con la intención de alcanzar las manos de la chica, pero se arrepiente a medio camino.
― Estos años tuvieron de todo, alegrías, penas... problemas, discusiones estúpidas... muchas de esas debo reconocer que fueron por mi culpa... pero... pues siempre me entendías o tratabas de hacerlo... eso extraño, que me entiendas... ― dice ella.
― Era fácil hacerlo... y te entiendo, incluso entiendo esta decisión, Miriam... ― agrega el.
― Extraño como después de cada discusión, cuando me sentía mal, te acercaba s a mí y... ― sonríe ― inventabas cada estupidez para que te perdone, cuando... ― ríe ― sabias que no habías hecho nada ― ríe y deja caer algunas lágrimas ―... sabias que yo era la loca que peleaba por cualquier tontera y… me ponía histérica, pero... estabas ahí, disculpándote sin saber que habías hecho... pues te digo que nunca hacías nada..., no sabes cuan mal me sentía entonces y cuan mal me siento ahora…
Él sonríe y luego baja la mirada.
Ella continua.
― Me gustaba como eras conmigo... como siempre intentabas hacerme feliz como pudieras, con alguna simplicidad... con algún chiste o algún gesto, o cuando... simplemente ― levanta la mirada y lo ve a los ojos por unos segundos, lo ve fijamente, su expresión cambia y retira la mirada. ―... me mirabas y te quedabas con esa cara de idiota..., ― el dibuja una expresión de dolor y tristeza en su mirada ― no sé hasta ahora por que hacías eso...
― Me encanta mirarte... ― responde él ― eres bella te lo digo.... Te lo decía siempre..., aunque jamás me crees cuando te lo digo... te lo decía..., simplemente para mi verte era fantástico, lo sigue siendo…, pensar que una belleza como tu finalmente había aceptado compartir con un sujeto como yo... que su mejor gracia es tratar de hacerte feliz... algo que finalmente tampoco pudo hacer bien... ― dice y baja la mirada, lleva sus manos hacia su cabeza.
― Que era bella me decías, a cada instante que podías... ― ella sonríe ―... me hacías reír cuando me lo decías... y no es que no te creyera... me gustaba que insistieras es todo...
― Así que eso era, siempre lo supuse ― sonríe ― Me gustaba insistirte, que sonrieras, si algo me encanta es ese sonido que haces al reír... es la risa más bella que... podría haber escuchado y visto en mi vida... vamos, dame ese regalo una última vez... vamos... sonríeme ― dice levantando la mirada y fijándose en ella, esperando ver una sonrisa.
Ella luego de unos segundos sonríe mientras mira la fotografía de ambos.
El trata de aguantar las lágrimas lo más que puede.
― Ya no se me hace tan fácil sonreír ¿sabes? ― dice. ― y todo es por ti... quien antes me robabas sonrisas contándome alguna anécdota, un chiste que oíste, un chisme de tus locos amigos... siempre supe que solo querías animarme... y eso me gustó extraño esos momentos contigo...
― Yo haría cualquier cosa para verte sonreír, verte feliz..., Miriam ¿Qué no sabes qué..?
Ella lo interrumpe y continua la frase al mismo tiempo que el
― ¿..las chicas lindas no deben estar tristes? ― terminan a la vez.
Ambos sonríen. Ella continua.
― Eso siempre decías cuando estaba triste... me abrazabas y tratabas de hacerme sentir mejor... me aconsejabas, cuando tenía problemas con mamá, cuando... no me iba bien en el trabajo, siempre estabas ahí, de algún modo..., es como si sintieras que algo no estaba bien y.… me llegaba un mensaje, una llamada... y me reconfortabas...
― No me gusta verte triste... como ahora... no sabes cómo me siento...
―... Sabía que podía contar contigo... ― baja la cabeza ―... perdóname por las veces que yo no estuve ahí para ti, Eduardo ― se seca las lágrimas.
― No... tu... no... ― dice el acercándose un poco desde su asiento, pero no tanto.
― ... Es que a veces... parecías tan fuerte, tan... tan alegre que... no me daba cuenta que estabas mal, que necesitabas de mí, un consejo, un beso, pero cuando... me daba cuenta, ya era tarde..., me hubiera gustado poder consolarte, decirte algunas palabras, pero sabes que a diferencia tuya... nunca fui buena expresándome...
― Vamos, no digas eso...
― Tú sabes muy bien que es así... eso no quería decir que no sintiera como estabas..., espero lo sepas.
―...No digas eso, tú me animabas estando a mi lado, sonriéndome, sabes que bastaba con verte por ahí para animarme el día... y despertar a tu lado era para mí como volver a soñar... tú me alegrabas de muchas formas... aunque tampoco eso te lo creías... y aun no lo crees.
― Aun así, jamás fui capaz de... demostrarte cuanto te amaba... y me arrepiento, porque ahora es tarde... todo se acabó... ― baja la mirada.
El también baja la mirada. Él se pone de pie y camina en dirección a las cajas arrumbadas a un lado en la habitación y ve sobre una de ellas una fotografía de ambos cuando eran más jóvenes, esto lo hace sonreír.
Se veían tan felices, abrazados, sonriendo.
― Aun así... ― dice ella, la gira a verla ―... si pudiera retroceder en el tiempo, créeme que... volvería a cruzarme contigo ese mismo día, en la universidad... ― él sonríe.
― Recuerdo que... te pregunté por un salón... estaba más perdido ese día...
― Me preguntaste donde quedaba el aula de Arquitectura..., estabas en el campus de Psicología... no sé cómo llegaste ahí... ― dice sonriendo.
EL sonríe también y se acerca unos pasos, se coloca en el descansa brazos del mueble.
― A decir verdad, te había visto y fui detrás de ti..., pensé en que como poder hablarte...― sonríe.
― Terminaste llevándome a mi aula... también estaba yo perdida ese día... ― sonríe.
― Éramos un par de náufragos... ― dibuja una sonrisa mirando la fotografía.
― Pensé que serias de esos muchachos que te cruzas en el instituto, la universidad, el trabajo, en fin, hasta la calle... y que jamás ves nuevamente, pero no... te encontré nuevamente a la salida... aunque dijiste que no, aun pienso que me estabas espiando...
― No, eso no es verdad... me sorprendió encontrarte, sabía que tenía que verte nuevamente, pero... fue una casualidad una verdadera y feliz casualidad...
― Nos quedamos conversando... casi 2 horas... ― ríe ― hablamos de tantas cosas, tantas tonterías... fue divertido... ― comenta ella.
― Eso pasaba entre nosotros... podíamos comenzar hablando del verano y de algún modo terminábamos hablando de la revolución francesa... o de gelatinas sin color...
Ríen.
― Desde ese momento me las ingeniaba para poder verte, aunque sea unos... unos minutos en los recesos o a la salida... solo quería estar a tu lado un ratito... ― recuerda Eduardo.
― Eras como un mago, siempre te aparecías por ahí, te me cruzabas con cada escusa...
― No eran las mejores, pero funcionaban...
― Me parecías lindo cuando te presentabas de la nada... sabia porque lo hacías..., aunque no me lo creía...
― ¿De verdad siempre te pareció extraño que me enamorara de ti? Aun no te creo eso...
― Me parecía muy extraño que un chico hiciera esas cosas por mi..., era lindo, pero... me parecía extraño... nunca antes nadie había hecho esas cosas, hacerme reír, acompañarme, escucharme...
― Te dije que con alguien como tu era fácil... tenía que asegurarme de que... me notaras y que ningún otro se diera cuenta lo fantástica que eres y.… comenzará a quererte para el... esa idea me mataba...
― Aunque te tardaste en decirme lo que sentías..., lo había notado, debo aceptar que me hacia la que no, pero lo sabía... ― sonríe.
― Me hacías sufrir... ― responde Eduardo dibujando una sonrisa.
― Era divertido verte haciendo esas cosas... inventar escusas para tus celos cuando hablaba de otros chicos... ― Miriam sonríe recordando.
― Que graciosita... aun ahora me da celos... ― dice sonriendo. ― y me tarde porque... me daba miedo... me daba mucho miedo...
―aunque cuando finalmente me lo dijiste... me hiciste muy feliz, porque esperaba que lo dijeras...
― Desde ese momento comenzó toda nuestra historia de amor... ― dice el joven regresando a la ventana a observar el paisaje.
― Desde ese instante... comenzaste a hacerme muy feliz, muy feliz... te desvivías para mí, me escribías poemas, cartas... me dedicabas canciones que no sé de dónde sacabas...
― Me pasaba horas buscando esas canciones, las cartas.... Los poemas, eran fáciles escribirlos, solo pensaba en ti, en tu belleza, en tu amor... y mis manos escribían esas cosas... me inspirabas...
― Eso es... es algo que... nunca pude comprender... a veces pensaba que tarde o temprano todo ese amor se te acabaría... eso me asustaba, debo decirlo... ― confiesa Miriam.
― Y como te prometí, no fue el amor lo que se terminó, Miriam.
― Sé que no se acabó tu amor para mí... sé que no, sé que aún me amas... ― baja la mirada, una lágrima cae sobre la fotografía que ella tenía en las manos la cual no había soltado.
― Sabes que te amare siempre... te amare eternamente,... desde que... desde que me dejaste ser alguien en tu vida, alegrarte en tus momentos tristes, me diste esa confianza, esa... Amistad, ese amor... tus sueños... yo prometí que te amaría siempre, que... viviría para ti y por ti, porque... sin ti, la verdad no sé cómo hubiera podido seguir... no sé cómo seguiré... ― dice él.
Ella comienza a llorar.
El gira y se acerca a ella por detrás del mueble, se inclina y acerca su cabeza al lado de la de ella.
― No llores... sabes que... odio no poder detener tu llanto, no resisto verte llorar así... por favor...
― No puedo evitar sentirme.... Sentirme tan sola, tan.... Tan mal... es un agujero en el corazón..., intento no llorar más, pero esto es muy doloroso.
― Se lo que sientes, también lo siento yo... pero... trata de entenderlo, se... se fuerte, suena trillado, pero... me olvidaras, y continuaras... ya veraz... eres fuerte, continuaras tu vida y tus sueños tal y como los planeamos, como quisiste… y yo voy a…
Lo interrumpe.
― No quiero seguir, yo no puedo más... ser fuerte no me ayuda, Eduardo..., nunca espere que esto pasara así, no me lo esperaba, no... no imagine esto nunca... nunca de verdad, sé que no podemos estar juntos, pero créeme que hasta ahora no logro entender que paso…
― Ni yo... pensar en separarme de ti era mi peor pesadilla, el pensar que algún día nuestra historia de amor acabaría y acabaría de esta forma... Pero esto es más fuerte que nosotros, más fuerte que yo, debemos aceptarlo... es injusto... pero... ― da la vuelta y regresa al mueble, se sienta frente a ella...― Piensa que... algo bueno vendrá, decidiste irte, es un comienzo... en algún tiempo... conocerás a alguien... y te enamorara, te... te hará feliz nuevamente... serás feliz, sonreirás como antes... y yo... te prometo que seré muy feliz también, y siempre estarás en mi corazón.
Ella continuaba llorando.
― Va a ser difícil comenzar de nuevo... sin ti... va a ser... diferente, no sé cómo seguir sin ti... ― dice ella ― teníamos tantos planes juntos que... no nos alcanzaría la vida, ¿recuerdas? No nos alcanzaría la vida...
― No alcanzaría la vida... ― él sonríe.
―... Tendríamos 5 hijos... ¿recuerdas?... 3 niñas, 2 niños...
― Sí... lo recuerdo... pero... ya los tendrás..., los planes y tod…― lo interrumpe.
― Esos planes no serán lo mismo sin ti... ya no quiero ni soñar... soñar me asusta... porque incluso cuando sueño... me duele.... Me duele saberme sola... y cuando estás tú, me duelen más aun...
― Yo tengo que conformarme con verte y tocarte solo en mis sueños también...
― A partir de hoy... nada será lo mismo... ― dice ella poniéndose de pie ―... no será lo mismo sin ti... ― él se pone de pie también.
― Tienes que continuar, tienes... la vida por delante, eres joven... sé que superaras esto y... quién sabe, quizás algún día nos veamos nuevamente, aunque de verdad espero que sea... dentro de mucho, pero mucho tiempo... ― dice Eduardo con expresión seria.
Ella avanza con lágrimas en los ojos a las cajas, deja sobre estas la fotografía que traía.
Eduardo va tras ella lentamente.
Miriam coge sus maletas de al lado del mueble y de espaldas a Paul avanza a la puerta. Antes de abrirla suspira fuertemente y se seca las lágrimas.
― ... Adiós, Eduardo... gracias por darme... tantas alegrías... tanto amor... por... brindarme tu amistad tu tiempo..., fueron 7 años hermosos, jamás encontrare a alguien como tú en este mundo, y seguro.... Te veré algún día..., y no va a ser muy pronto descuida, se que deseas lo mejor para mi.
― Claro que me veras... claro que me veras... ― dice levantando la mano intentando tomarla del hombro con la voz quebrada, pero no es capaz de hacerlo lleva su puño a sus labios, la deja avanzar.
Mirian abre la puerta y sale lentamente del apartamento. Eduardo va unos pasos tras ella, pero esta le cierra la puerta, este se queda detrás de esta, baja la mirada y se queda ahí detrás oyendo como sus pasos se alejan por el corredor. Su rostro reflejaba un gran dolor mientras las lágrimas brotaban de sus ojos y recorrían su rostro hasta la barbilla.
Mirian avanza por al pasillo con lágrimas en los ojos y con una clara expresión de dolor secándose las lágrimas mientras avanzaba por el corredor en dirección a las escaleras.
Unas vecinas que irán en dirección contraria la ven pasar, Miriam les sonríe y sigue de frente hasta desaparecer por las escaleras.
― Se va la vecina... ― dice una de las señoras.
― Yo también me iría, después de lo que ocurrió... no podría seguir en ese apartamento. ― responde la segunda vecina.
― Sí, lo imagino, tantos recuerdos, tantos momentos... eran muy felices juntos los vecinos...
― Es una pena que ese muchacho haya fallecido tan joven... ― comenta la vecina mirando en dirección al apartamento de Miriam.
― Si, pobre Vecina, debe extrañarlo muchísimo..., lo mejor que puede hacer es dejar ese apartamento, alejarse del recuerdo de ese muchacho.... Quizás así pueda olvidarlo y continuar...
Ambas mujeres avanzan siguiendo su camino.
― ¿y qué le pasó al muchacho? Solo sé que falleció...― pregunta una de ellas.
― Fue atropellado hace 3 semanas, cuando regresaba del trabajo, murió instantáneamente...
― Qué pena, era muy joven...
Fin.
Franck Jimmy Palacios Grimaldo
Domingo, 10 de junio de 2012