Llanto por la Copia del Jardín del Edén que se Incendia

El primer verso de nuestro himno nacional dice:

“Puro, Chile, es tu cielo azulado,
Puras brisas te cruzan también,
Y tu campo de flores bordado
Es la copia feliz del Edén”.

Estos últimos días despierto y miro el cielo que rara vez estaba nublado, estamos en pleno verano. Pero ahora es para ver si está azul; ayer tuve la alegría de verlo prácticamente despejado; sin embargo, esa alegría hoy se acabó.

De nuevo hay olor a humo y el cielo amaneció gris. Enciendo el televisor y continuo con la pesadilla, estoy viendo como mi patria se quema. Cuando en mis historias trato de describir cómo son los paisajes que conozco, se me hace difícil, pues a través del cine y de la televisión veo los otros países con sus grandes y hermosas selvas. Los bosques de Chile son grandes plantaciones de eucaliptos, pinos y otras variedades de árboles, además de la vegetación nativa por la que tanto luchamos por el medio ambiente al ver que grandes consorcios quieren arboledas de rápido crecimiento (unos diez años) para transformarlos en el “oro blanco”, es decir en CELULOSA que se vende en otras latitudes para transformarla en papel y cartone, fuera de lo que empleamos dentro del país.
No me cabe en mi cabeza que esas empresas que pagan grandes cantidades de dinero en impuestos, sigan eliminando nuestra floresta nativa, pasando por sobre las disposiciones legales. Como policía debí internarme en los bosques por diferentes investigaciones (homicidios, suicidios, hallazgos de restos humanos, robos, lesiones provocadas, etc.) y siempre admiré los paisajes, viviendas solitarias a kilómetros de distancia una de las otras.
Es cierto que me crié entre los grandes cerros de la Cordillera de Nahuelbuta y que presencié inicios de incendios que eran rápidamente sofocados por los bomberos, brigadas de la Conaf o por los mismos campesinos, a quienes ayudábamos con entusiasmo infantil en tan noble labor. Pero, pero, nunca cruzó por mi mente ver un incendio de tan grandes proporciones, sólo recuerdo películas con tales catástrofes; como, asimismo, no creía que existieran malos de la cabeza que les gustara el fuego (pirómanos) o individuos que fueran tan cerrados en sus ideas locas que arriesgan hasta sus propias vidas en la eventualidad de quedar encerrados en un bosque en llamas. Para mí eso era parte de la mitología.

Las noticias están diciendo de personas detenidas portando elementos para provocar incendios. En lo personal creo que es posible que realmente sean unos pocos enfermos mentales que gozan con las danzas de las flamas, el resto pueden ser detenciones o acusaciones contra personas inocentes. Espero que la justicia, con acierto, se encargue de juzgar a los culpables, si es que los hay.

Los chilenos damos gracias a aquellas personas, empresas y países que, sin ningún interés, aportan millones de dólares para ayudar a apagar el fuego que consume nuestras riquezas silvoagropecuarias (selva, agricultura y ganado); a los heroicos individuos, mujeres intrépidas y valientes varones que han acudido sólo por amor al prójimo, exponiendo su salud y vida. Ah, vaya también un reconocimiento para los héroes olvidados, los pilotos de las aeronaves que en cada vuelo pueden morir cumpliendo con su deber. Me lleno de nostalgia cuando veo las patrulleras de la PDI (Detectives) que pasan como fantasmas ignorados en el fondo de las imágenes televisivas que nos muestran tan terrible catástrofe, cumpliendo la ignota labor de detectar y detener delincuentes que aprovechan la oportunidad para saquear.

Alguna vez nombré la ciudad agrícola Hualqui, a orillas del ancho río Bío Bío, donde iba cuando niño, adolescente y que estuve viviendo un corto tiempo cuando me casé. Francamente mencioné tan hermoso lugar que esperaba que las hambrientas llamas no llegaran hasta allá. Desde ayer los valientes bomberos y empleados de los bosques particulares y públicos, están tratando de impedir que se queme un pequeño y bello apéndice o barrio de Hualqui, llamado Periquillo, donde, además, está el servicio de agua potable para todo ese sector habitado por el Hombre quitado de bulla y que gusta de paisajes y climas saludables.

Hoy, después de este incendio que arrasa desde Valparaíso, Región Metropolitana (Santiago) hasta mi ciudad natal, Concepción, me entra la terrible sospecha que, lo digo derechamente pues no soy un imbécil, los incendiarios seguirían quemando las ciudades del otro lado del ancho río Bio Bio, puertos mineros donde crecí y estudié, enarbolando la mentira que las chispas saltarán, contra el viento sur, las aguas que tienen desde un kilómetro y medio hasta más de dos kilómetros de ancho. Esa falsedad no se la tragaría nadie.

Gracias a Dios que la localidad de Menque, dedicada desde hace muchos años a la explotación de maderas no ha sido atacada por las flamas. En ese lugar, estando de servicio tengo grabada en mi memoria la alarma que di cuando vi un hilo de humo. Se burlaron de mí al principio, pero los perdoné porque no sabían que soy hijo de la montaña, acostumbrado a distinguir anomalías que pueden constituir un peligro. Con satisfacción recuerdo a los obreros y sus mujeres que me miraban incrédulos que un “pije” bien vestido, de camisa blanca, corbata, traje bien planchado y zapatos brillantes, fuera capaz de descubrir tal peligro que fue rápidamente sofocado.

Amigas, amigos, mientras escribo con aire acondicionado para soportar el calor, miro a través de los vidrios y veo que el sol de la tarde brilla poco, apagado por la negra nube de humo que viaja desde mi tierra sureña hasta esta la capital de Chile y mucho más al norte. Quiera Dios darle valor y fuerzas a los héroes que combaten y venzan las llamas que están quemando mi Edén.

Jaime he visto fotos y he sentido un dolor profundo. No sabes cuánto sufro por los incendios, soy hija de uno de ellos y sé de la tristeza que dejan.
Espero que todo llegue a su fin. Afortunadamente he leído que hay muchos países que ya se han presentado a colaborar.
Espero que el cielo sea azul en todo Chile y fuerza, mucha fuerza en el corazón de todos los chilenos.

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La alegría se multiplica cuando la dividimos...
Richard Bach....

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