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 ¿SE LE PUEDE EXIGIR A DIOS?

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AutorMensaje
Francisco de Sales
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Cantidad de envíos : 1372
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MensajeTema: ¿SE LE PUEDE EXIGIR A DIOS?   ¿SE LE PUEDE EXIGIR A DIOS? Icon_minitimeMar Mayo 24, 2016 3:57 am

¿SE LE PUEDE EXIGIR A DIOS?


Comienzo reconociendo que este es un artículo destinado –aunque no es mi intención- a crear polémica, a incitar una discusión, o a remover unos principios asentados, ya que, en muchas ocasiones, nos han dicho que a Dios hay que dirigirse con humildad para rogarle, o que hay que aceptar el destino –me refiero al destino duro y difícil- con resignación.

Te adelanto que no voy a dar ninguna solución ni respuesta concluyente. Si sigues leyendo tal vez encuentres una respuesta –tu respuesta- o tal vez te aporte más confusión. Tú decides si quiere seguir.



Una amiga mía dice que cuando uno se dirige a Dios a pedirle algo tiene que hacerlo con determinación, siendo consciente del derecho al merecimiento, y que hay que pedir a lo grande –ya se encargará Él de dar lo que considere que es lo justo-, sin miedo, y que si uno se dirige a Dios desde una innecesaria y desorientada humildad, y comienza con un preámbulo en el que diga: “Señor, yo, que soy un pobre gusano, vengo a pedirte…” Dios no te deja terminar la frase, porque inmediatamente, por su generosidad, te dará una gran hoja de lechuga.

Si uno entiende a Dios como su Padre, si uno entiende a Dios como el súmmum del amor, o si uno sabe que por el hecho natural de Ser Humano ya tiene derecho a la felicidad, y a que le vayan bien las cosas… cuando se dirige a Dios… ¿Le puede exigir más cuidado, más atención, o mejores cosas?

Si uno se siente mal con las cosas de su vida –y “sentirse” no quiere decir que sea una realidad, sino que simplemente es un estado de ánimo ante una situación-, o si uno se siente desatendido o abandonado… ¿Tiene derecho a pedirle que le haga sentir claramente que sí es importante para Él –y por ello le reclama su cuidado- y que necesita un descanso en sus problemas o una luz o una fuerza extra para resolverlos?

¿Hasta qué punto se puede poner uno serio con Dios para manifestarle su descontento por lo que ocurre en su vida?

¿Hasta dónde puede reclamar o mostrar su disconformidad o enojo?

¿Realmente el único modelo de referencia ha de ser el Santo Job y su inagotable paciencia?

En mi opinión, uno es responsable en gran medida de su propia vida y de las cosas que pasan en su vida –no siempre ni al cien por cien-, y tiene la obligación de hacer de ella lo mejor y lo más digno, pero cuando no logra hacerlo bien del todo y las circunstancias se ponen muy duras… ¿Puede encargarle a Dios que le saque del atolladero?

Esto es un poco difícil de entender para los que no quieren creer, porque es indemostrable pero, según la teoría de las reencarnaciones, es posible que uno tenga que atravesar situaciones muy complicadas y dificultosas para aprender y para progresar en su evolución.

La realidad es que cuando uno está al borde de la desesperación le llegan a importar muy poco las teorías y lo que quiere es acabar inmediatamente con su penar, y en vez de seguir hasta el final para sacar la enseñanza que tenga que aprender lo que quiere es que alguien –Dios en este caso- le saque de su situación y se la cambie por otra más llevadera.

Es entonces cuando se Le pide –se dice que hasta los ateos le piden algo de vez en cuando a Dios-, pero… ¿Cómo se le pide?

¿Realmente alguien cree que Dios desea que se Le suplique con desesperación, desde la indigencia moral o la humillación?

Suponer eso sería como suponer que Dios tiene un ego muy grande y necesita eso para sentirse superior. Y no es así.

Tal vez Dios lo que siente ante la desesperación de las peticiones, ante las lágrimas y las congojas, ante el sufrimiento manifiesto, es una lástima humana, una compasión pura, un deseo de acogimiento ofreciendo su hombro o su abrazo –que se pueden llegar a sentir…-, pero al final ayuda en la medida que considere necesaria.

Esta mañana leí esta frase: “Un buen padre no es alguien en quien puedas apoyarte, sino alguien que te ayude a librarte precisamente de tu tendencia a apoyarte”. Y da para reflexionar mucho…

Por otra parte, tal vez exista o debiera existir la “Teoría de la Irresponsabilidad” diciendo que si uno es un irresponsable y no hace lo que sería conveniente que hiciera, si no toma las decisiones que sería conveniente que tomara, si no se enfrenta a lo que sería conveniente que se enfrentara, o si, por el contrario, hace todo lo que sería conveniente que no hiciera, entonces, en aplicación de la ley de Causa y Efecto, lo lógico es que después le vayan mal las cosas, y es casi justo que pague por ellas.

¡Quién sabe!, entonces tal vez Dios le responda que no puede ayudarle y que uno tiene que ser consecuente y aceptar el resultado de su irresponsabilidad. Y, ¡quién sabe!, tal vez lo mejor sea que Dios no se conmueva con sus peticiones, haga oídos sordos, y le deje con las consecuencias de sus acciones o inacciones para que aprenda.

Los padres y madres entienden un poco de esto. A veces, es necesario dejar al niño que soporte las consecuencias de sus actos para que aprenda qué es lo que no tiene que hacer la próxima vez, porque si le rescata, si no le deja que sea consciente de los resultados de sus actos, no habrá aprendido. Recuerda la frase que has leído un poco más arriba.

En mi opinión –que no tiene por qué ser la correcta- hay que pedir sin miedo, y si es algo que se siente que corresponde por justicia, por merecimiento, hay que pedirlo con firmeza. No con altivez, no con insolencia, no exigiendo-imponiendo, sino con fe y confianza en que uno tiene derecho –teniendo en cuenta lo de “hoy por Ti, mañana por mí”-. O sea, partiendo de la base de que uno haya hecho de algún modo méritos para merecer.

En mi opinión, hay algo que se puede hacer para tener más solvencia cuando se le pide algo a Dios, y es llegar a un pacto con Él –y, por supuesto, cumplirlo- de entregar a los otros una especie de diezmo. No hablo de dinero, que no siempre es posible, sino que se puede dedicar una parte del tiempo de la vida a ayudar a los otros –en la medida de lo posible-, a escucharles, a compartir lo que se tenga –ya sea compañía o una sonrisa-, a velar por la buena marcha del mundo, a rezar por quien lo necesita, a contagiar lo que de bueno se tenga…

Está bien pedir, pero también está bien dar. Y quien primero da, tiene un poco más de derecho a pedir.


EPÍLOGO

Hay un refrán que dice: “A Dios rogando y con el mazo dando”. O sea, que está muy bien eso de pedir o exigir –pero desde el derecho que uno tiene por su comportamiento y mérito, y no desde una exigencia déspota-, pero al mismo tiempo hay que hacer todo lo que esté en nuestras manos, poniendo todo de nuestra parte, para lograr lo que pretendemos, y no quedarnos en la petición y esperando la solución por parte de Dios o de los otros.


Te dejo con tus reflexiones…

(Y si te ha gustado el artículo, ayúdame a difundirlo. Gracias)
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