EL MIEDO A QUEDARSE A SOLAS CON UNO MISMO
En mi opinión, quedarse tranquilamente a solas con uno mismo, es un acto de honradez y de valentía que merece una medalla de reconocimiento al valor.
Lo digo de verdad. Hacerlo, es algo sumamente incómodo para algunos e imposible para otros.
No me refiero, por supuesto, a estar solo pero viendo la televisión, leyendo un libro, hablando por teléfono con alguien, escuchando música o durmiendo. Eso lo puede hacer cualquiera. Y eso es lo que, equivocadamente, confundimos con “quedarse a solas con uno mismo”.
Quedarse a solas con uno mismo es quedarse a solas con el Uno Mismo que somos cuando nos descontamos el cuerpo y los problemas o conflictos derivados de estar viviendo en el mundo.
Quedarse a solas con el Uno Mismo implica casi siempre una reclamación por su parte debido a la falta de atención, un suave reproche por no prestarle cuidado a esa parte -que es la que realmente somos- que requiere conocer y reconocerse en la espiritualidad y desarrollarla, que necesita su ración de cuidado y consideración, y que es –y esto no debiéramos olvidarlo- el auténtico sentido de la vida.
En el silencio que se produce cuando uno se queda a solas consigo mismo es donde habita la comprensión general –no sólo de las pequeñas cosas-, donde mora reposando el espíritu, donde uno debiera encontrar sus orígenes y su esencia. El hogar donde más a gusto se tiene que sentir Uno.
Uno de los principales miedos a quedarse a solas se debe a que en ese momento es cuando surgen muchas preguntas trascendentes, y algunas nos suenan a reproches –porque la respuesta que tenemos no es ni siquiera de nuestro agrado- y otras nos parecen duras, difíciles, comprometidas, grandes, y nos sabemos sin una respuesta adecuada y sin ganas de ponernos a buscarla.
Nos acostumbramos a estar en el mundo, más o menos a gusto, pero teniendo a mano las cosas que nos producen placeres inmediatos, las cosas con las que “evadirnos” de las preguntas importantes, las cosas con las que nos sentimos cómodos porque las conocemos y, sobre todo, porque no nos exigen nada.
Una especie de “mejor no pensar”. Una mentira del estilo de “si no pienso en ello es como si no existiera”. Una excusa del estilo de “si no me quedo a solas evito la tentación, y mientras tenga entretenida a la mente, sin pensar, me evito tener que atender a la llamada interna”.
Eso es cobardía. Es irresponsabilidad. Es huída de las obligaciones. Es desatención a la parte más importante de cada uno.
¿Qué es lo peor que puede pasar por quedarse a solas con uno mismo, a solas con el Uno Mismo?
Sea lo que sea, haya lo que haya, se encuentre lo que se encuentre, pase lo que pase, la realidad de cada uno es él mismo consigo a solas. Lo que aparezca o descubra es lo que Es y lo que hay. Negarlo, no querer reconocerlo, no admitirlo, disimularlo… es mentirse.
Uno es él mismo auténticamente cuando está a solas y desnudo. Todo lo que se agregue a la soledad y la desnudez son cosas superfluas, añadiduras que pertenecen más al personaje que al Ser Humano, el Ser Divino, el Uno Mismo, o como queramos llamar a esa realidad que somos que incluye lo cotidiano de diario y la elevada espiritualidad.
Para quienes comienzan en esto, los encuentros conviene hacerlos de poco tiempo al principio e ir aumentándolo a medida que se coge confianza y experiencia. Es interesante dejar fuera prejuicios e ilusiones. Es mejor no temer ni ansiar, ya que en el primer caso se producirá un bloqueo y en el segundo caso se crearán unas expectativas que harán vivir la experiencia en tensión y que puede decepcionar más que si no hay expectaciones.
Al principio es posible que aparezca un vacío al que uno esté desacostumbrado y deje una inquietud y prisa porque no aparece nada en el primer instante; otros se aburrirán en cuando lleven veinte segundos porque no están acostumbrados a estar atentos a esta situación y estarán absolutamente desconcertados; muchos caerán en la tentación de aplazarlo para otro momento, porque el ego les solicitará otras cosas más divertidas o distraídas, o porque se le presentarán en el recuerdo cientos de cosas que tenía pendientes de resolver y aparecerá una urgencia inexplicable por dejar lo que se está haciendo para ponerse a resolverlas…
Paciencia. Constancia. Firmeza. Empeño.
Este tipo de miedos son injustificados, y así hay que comprenderlo. Y una vez comprendido… a comenzar con la tarea.
Te dejo con tus reflexiones…
(Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias)
Más artículos en: http://buscandome.es/index.php?action=forum