QUEDAR BIEN CON TODO EL MUNDO ES IMPOSIBLE
En mi opinión, gastamos demasiada energía y desperdiciamos una parte de nuestra vida en tratar de agradar a los otros, y quedar bien con todo el mundo es imposible.
Recuerdo que la lectura de un texto me dejó casi conmocionado. Me abrió la comprensión de un modo que quedé realmente sorprendido. Sí, antes, yo también era de esos que quieren agradar a todos y quedar siempre bien con todos.
El texto, más o menos, era así:
- “Hay una cosa que ni siquiera Dios puede hacer –le dijo el Maestro a un discípulo al que le aterraba la mera posibilidad de ofender a alguien.
- ¿Y cuál es? –preguntó el discípulo-.
- Agradar a todo el mundo –dijo el Maestro.
Ni siquiera Dios. Si uno es capaz de comprender esto intensamente, profundamente, con total claridad, se quitará un grandísimo peso de encima y se podrá permitir vivir su vida social de un modo mucho más liviano y con menos sufrimiento.
Muchas personas son así, y es interesante que averigüen qué es lo que les hace ser de ese modo, porque tal vez se darán cuenta de que la razón que les mueve a hacerlo ya no es de su agrado, o se darán cuenta de que la insatisfacción que les queda en muchas ocasiones -porque no les agradecen lo suficiente, o no se lo agradecen nada- lo que hacen por los otros, no les compensa. Y no se merecen ese desagrado.
Tal vez uno descubra que lo que le hace actuar de ese modo es una caridad cristiana –mal o bien entendida-, que es la generosidad desinteresada de su corazón –pero en ese caso no le dejaría una sensación desagradable-, que es su ego quien actúa buscando una recompensa que después no llega -pero si llega el resentimiento-, que en realidad es una inversión inconsciente y espera que le devuelvan lo que ha hecho por los otros, etc. Cada uno puede tener un motivo distinto.
Conviene también contemplar como motivo el hecho de estar a las órdenes de un mandato que se denomina COMPLACE en el Análisis Transaccional, y lo obedecen aquellas personas que no son capaces de amarse a sí mismas y hacen lo que sea para conseguir de los otros cualquier atención, cualquier señal de agradecimiento, cualquier migaja de amor, y se convierten de ese modo en sirvientes esclavos de los otros.
En mi opinión, es un disparate -y un error que se paga caro- eso de querer agradar a los otros anteponiéndoles a nuestros propios intereses o de tal modo que incluso nos perjudiquen. Lo que Jesucristo dijo es “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No dijo que primero era el prójimo y uno mismo después. No dijo que más al prójimo y menos a uno mismo. Dijo “COMO”, o sea, en el mismo modo y manera, y en la misma cantidad.
Los otros, por lo general –y nosotros mismos, que para los otros somos “los otros”-, se creen con ciertos derechos a que se hagan cosas por ellos –sobre todo en las relaciones de amistad o con los familiares- que ni siquiera merecen después un reconocimiento y un agradecimiento.
“Quedar bien”, o sea, cumplir todas las expectativas que el otro ha hecho con respecto uno mismo, y cumplir incluso las expectativas que aún ni siquiera se ha planteado, es poco menos que imposible. El otro siempre es insaciable a la hora de pedir. Todo le parece poco.
Se debe dar o hacer hasta donde uno considere justo y deseado, y no traspasar esa línea si no se considera realmente justificado.
Hay que preservarse de no hacer algo que después deje una mala sensación, que después se considere una injusticia –aunque por vergüenza no se quiera reconocer-, y contar con que cada vez que se toma una decisión en el que están implicadas otras personas alguna de ellas puede quedar perjudicada, y no por la voluntad o intención de uno mismo, sino porque el otro se ha podido hacer ciertas ilusiones o ha pretendido imponer algo a lo que no tiene derecho.
Hacer algo por los demás, y quedar bien con ellos, es una noble intención. Por lo menos, en la teoría. En la realidad, está claro que no siempre el resultado es acorde con lo deseado.
Entiendo que en algunas ocasiones haya que hacer un “sacrificio” con algo que sobrepase lo que es justo, pero hay que tratar de evitar que eso se convierta en una norma, y hay que recordar que uno, sobre todo, ha de quedar bien consigo mismo. Y no perjudicarse.
Por respeto y por dignidad, hay que evitar que “quedar bien” con los otros conlleve quedar mal consigo mismo.
Y esto no es egoísmo, sino justicia.
Te dejo con tus reflexiones…
(Si te ha gustado, te agradeceré que me ayudes a difundirlo. Gracias)
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