Mi amigo el gallego Perfecto López
¿Y que les puedo contar de mi amigo el Gallego?
Tantas son las cosas que puedo contarles que estaríamos días enteros dale que te dale y claro… algunas cosas no les puedo contar porque son nuestras cosas, las de los dos, aquellas que tienen que ver con lo íntimamente secreto de una amistad que se precie de serlo.
Con el gallego nos conocimos a los 7 años en el barrio de Florida, yo recién llegado de la provincia de San Luís y él que venia de la Coruña España después de vivir un tiempo en Munro.
Sólo bastó una mirada para que entendiéramos que ya no podríamos separarnos nunca más y que mal que nos pesara íbamos a descubrir el mundo uno al lado del otro.
Descubrir ese mundo de los juegos de entonces, bolita, figurita, cabeza en la vereda, gomera, escondida, rango, cachurra montó la burra, dinenti
(Hoy payana), billarda, zancos, truco, escoba, solitario, canasta y muchas travesuras para darle un poco de pimienta a las silenciosas y aburridas siestas.
Con él compartí la primera atracción como hombre por las mujeres, las minitas del barrio por las que moríamos de amor y competíamos por ellas tratando de seducirlas con aquellas inocentes artimañas que podíamos conocer y poner en práctica.
Una flor, un poema afanado de algún lado o perfumándonos apestosamente con los perfumes de nuestras viejas.
Todo se ponía en práctica en la seducción, la moda el bailar bien y el ser un buen deportista siempre ayudaba.
Compartimos, novias, cigarrillos, equipos de básquet, club de fútbol, y todo lo que el mundo nos ofrecía como aventura muchas veces tan jugosas como peligrosas.
Teníamos una esquina donde arreglar el mundo, que digo el mundo… el universo todo, porque allí filosofábamos a nuestras anchas durante horas hasta la madrugada aguantándonos el frío más intenso con llovizna incluida.
Amores no correspondidos, sueños, risas y amarguras habitaban nuestra esquina.
Y así fuimos creciendo, haciéndonos hombres, perdiendo inocencia y ganando experiencia.
Luego vinieron los casamientos con las novias oficiales, el trabajo formal y seguro, los hijos, las reuniones familiares, los cumpleaños, las muertes de nuestros padres y hermanos, los nietos y la vejez.
Claro… contado así parece la vida de cualquiera, sin embargo, algo raro pasó con nosotros.
Fuimos y somos dos tipos distintos en un corazón que late para ambos.
Más que hermanos carnales a nosotros se nos fusionaron las almas, por esa razón el que se muera primero no se irá hasta que el otro este listo para acompañarlo.
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Ricardo "Cocho" Garay
"Sólo soy un soplo de vida en la eternidad"