CÓMO CONOCÍ A LEILA

(Mi protagonista de la serie de 9 cuentos sobre Leila.)

Leila nació en el año 2007.
Se volvió  real, no de carne y hueso pero si una mujer de jeans, blusa medio escotada y un poquitín trasparente. Su pelo largo  lo recogía en lo alto de su cabeza, dejaba algunos pelos colgando porque le gustaba dar apariencia de mujer sensual y muy especialmente cuando sabía que se encontraría con algún hombre. A partir del día que encontró ese gran bolso que cubría sus expectativas nunca volvió a usar otro.  Por ese motivo de ahí en adelante compraba zapatos casi todos del mismo color.
Recuerdo con mucha claridad el día que la encontré en aquel gran centro comercial y la forma como de manera hipócrita me despedí de ella. No podía hacerlo de otra manera, con un beso en la mejilla semejando el beso de Judas. No voy a negar que al principio me cayera “gorda” pero con el trato empecé a interesarme en ella.
Acostumbrada a perfumarse cada vez que salía a la calle, lo hacía debajo de las axilas porque así el olor perduraba más. Ese secreto se lo transmití a ella.
De algo si estoy segura y era que a ella le fastidiaba la falta de femineidad en otras mujeres.
Temerosa y llena de miedos. A veces caminaba despacio, otras con más prisa.
Hablábamos mucho y lo hacíamos con mucha soltura.
¿Sobre qué vas a escribir hoy?  Era la pregunta casi obligada, cuando nos encontrábamos.
-No sé, algo se me ocurrirá…
-A veces te envidio, me dijo cerrando uno de sus ojos con esa picardía que la caracterizaba.
Un buen día se levantó, me buscó y me dijo que quería ser escritora,  me presentó un pedazo de texto para que yo lo leyera y le diera mi visto bueno. No le vi ningún título a algo que ella llamaba su primer cuento. Sin embargo empecé a leerlo:
“En el momento del nacimiento de Azucena, el cielo fuera de los astros normales, tenía 9 lunas enfiladas, una detrás de otra que a simple vista cualquiera no podía verlas.
Estas lunas harían que el alma de la niña floreciera como un loto, hoja por hoja muy cerca de la mirada de los hombres. Cada una de ellas regiría el destino de Azucena de manera diversa y premeditada: La primera inundaría el corazón de sabiduría. La segunda, presentaría todas las ilusiones azules en forma de Unicornio para que a través de su sabiduría, supiera hacer todas sus elecciones masculinas de manera precisa.  En la tercera estaban encerrados todos los secretos de la virginidad femenina y que ella al igual que la diosa Atenea sabría si encontraría o no al hombre de carne y de hueso, o quizás algún ángel que la desposara.
Cada luna tenía una misión específica. La cuarta luna tendría la potestad de convertirla en la mujer perfecta, en la Cenicienta enamorada de su príncipe azul,  si así ella lo quisiera.
La niña tan pronto abrió los ojos a la hora del nacimiento tuvo la visión de las 9 lunas y detrás de ellas un hombre perfecto, su llanto era igual que las notas compuestas por Vivaldi en las cuatro estaciones. Lloró y suspiró y desde ese instante supo que se enamoraría de un tal Vivaldi”.
Nunca quise decirle que ella no lograría convertirse en escritora, a pesar que tenía talento para serlo. No quise que se traumatizara. Supe que interiormente ella lo único que le interesaba en esta vida, era mostrarse, era conseguir marido.

Hombre, supongo que de esta misma manera Don Quijote, Sancho Panza y Platero tambien se volvieron reales, quizas no de carne y hueso pero reales y con vida propia. Interesante ademas la forma de este cuento, yo le llamaria la forma "matriuska". Si, como las munecas rusas. Que dentro de una de ellas hay otra igual, y otra y otra.

Me ha gustado! Como siempre, tu narrativa es impecable, pulcra y limpia.

Un placer enorme me causa el compartir espacio literario con vos, Ethel. Recibe mi saludo fraterno de siempre.

Gracias Roberto. pensé que la serie de Leila la había subido a Letras y parece que no, fue en otros lados..
La iré subiendo poco a poco....

Sabes que aprecio mucho tus letras y me siento agradada con tu comentario porque sé que tienes buen criterio a la hora de comentar.

Abrazos.