Charlas de spa

Sumergidas hasta el cuello en sendas bañeras llenas de un lodo de origen misterioso con propiedades mágicas, una mascarilla verde cubriéndoles el rostro y rodajas de pepino sobre los ojos, María Victoria y Guillermina -amigas desde el kinder- conversaban, para matar el tiempo.
-¿Sabés que estoy teniendo problemas con Sandra, la chica que trabaja en casa? -dijo María Victoria.
-¿Te roba?-preguntó Guillermina.
-Seguramente, pero todavía no la pude agarrar. Es que se está volviendo muy confianzuda. Fijate que el otro día le hice arreglar los placares de los dormitorios de mis hijos -para sacar la ropa que les había quedado chica y hacer espacio- y le ordené que la metiera en una bolsa y la dejara en el container.
-¿Qué hizo?
-La muy atrevida me preguntó si no podía llevárselo para sus hijos, ya sabés que tiene tres o cuatro… ya perdí la cuenta.
-¡Qué importa! Si igual lo ibas a tirar.
-Me importa, ella no es quién para decidir qué puedo o no puedo tirar.
Fijate que estaban las primeras remeritas que los chicos usaron, ya sabes que los dos son rugbiers, ¡me da cosa que los hijos de esta anden con ellas puestas paseando por el Borro! Le contesté con un no rotundo.
-¡Si las ibas a tirar! ¡Mirá que sos sentimental! ¿Para qué preocuparte por esas estupideces?
-En cierto modo tenés razón, Guille, pero debo marcarle límites.
De lo contrario se me adueña de la casa y de mis hijos. De mi marido no, porque él tiene buen gusto ¡la pobre Sandra está tan arruinada! Yo le digo que se cuide un poco, que se compre cremas nutritivas e hidratantes, pero es como hablar con la pared. Tenés razón, ¡para qué me preocupo!
-Dejala, ya nacen para arruinarse. Es su destino. Yo creo que los múltiples embarazos sumados a que comen cualquier porquería contribuye a que envejezcan rápidamente -dijo Guille, orgullosa de su reflexión.
-Otra cosa que observé, es que se lleva el papel de diario en que vienen envueltos los huevos. Le pregunté para qué lo quería y me contestó que con los hijos lo leían y comentaban las noticias ¡Serán los únicos que leen el diario!
-¡Me mataste con esa! ¿No sabrá que los diarios vienen en versión digital?
-¡Qué sé yo! La dejé llevárselos, pero con la condición de que los dejara en el galpón de las herramientas hasta la hora de irse, no quiero mugre dentro de mi casa -dijo, mientras cambiaba las piernas de posición, chapoteando en el barro.
-Hiciste bien, Vicky, ¡no te quemes la cabeza con pavadas!
-Tenés razón, pero no puedo con mi condición de preocuparme por todo.
¿Cómo marcha la chica que te conseguí? es prima de Sandra ¿no?
-No la tomé, pensé que como saben que somos amigas iba a ser un trasiego de chismes imponente. Conseguí otra. Estoy medio arrepentida, pretende desobedecer mis órdenes en lo relacionado a la alimentación de los chicos.
-¡Eso es grave! ¡Qué coraje! -exclamó Vicky horrorizada.
-Fijate que en el desayuno les doy yogur descremado con cereales. Es más práctico, sacás los potecitos de la heladera y listo. Además es super sano.
-Claro, yo hago lo mismo.
-Bueno, encontré a Karina- la muchacha nueva- dándole café con leche a Violeta Isabel, la más chica de los míos. Cuando pregunté el porqué me dijo que la nena le había pedido del suyo -soy tan blanda que la dejo desayunar en casa- y le había preparado uno a la nena. Te imaginás que tenía ganas de pegarle una rociada, pero conté hasta diez, hice mi respiración concentrándome en el plexo solar, y le dije que mis hijos seguían una alimentación balanceada, indicada por el Nutricionista del colegio.
-Ella me contestó que había notado que los niños dejaban el desayuno casi intacto y pensó que tal vez la razón era que hacía mucho frío y no les apetecía tomarse el yogur.
-Siempre tienen una excusa ¿Qué hiciste?
-Le prohibí que hiciera cambios en la dieta de los niños. Si la dejo a ella, dentro de tres meses tengo cerditos corriendo por la casa.
-¡Qué paciencia hay que tener con esta gente!
-Me estoy ganando el paraíso. El otro día la encontré cosiendo unas prendas de las nenas. Cuando le pregunté qué estaba haciendo, me dijo que “repasaba” la ropa. Le dije que no le pagaba para eso, que cuando algo se rompía se tiraba o se llevaba a la parroquia.
-¿Cómo se justificó?
-Me dijo que ya había terminado con las tareas y le parecía una lástima tirar una prenda nueva porque se había deshecho una costura. Pensó que yo no me enojaría porque me estaba ahorrando dinero, eso me dijo.
Le dije que no le pagaba por pensar, que mis hijos no andan con ropa remendada.
-¿La echaste?
-No, si le pago re-poco y parece de confianza, claro que hasta que no se demuestre lo contrario. Lo peor es el ejemplo que da a las nenas. El otro día Violeta Isabel-¡qué tiene un pegote con Karina! -quería hilvanar una aguja ¿así se dice ¿no?- para coserle un vestido a la muñeca. ¡Una hija mía aprendiendo a remendar! ¡Me sentí denigrada como mujer! Estoy esperando a tranquilizarme para decirle a esta mujer que piense un poco, que no son tareas para mis hijas.
-No olvides que le dijiste que no le pagabas por pensar.
-Cierto, ya veré como se lo digo sin usar la palabra “pensar”-dijo Guille.
-Mirá que es un verbo, ja, ja.
-Ay, no me vuelvas loca, Vicky -dijo sumándose a las carcajadas de su amiga.
-No, en serio, ¿sabés que hay teorías que dicen que no es malo para los chicos aprender reglas de supervivencia por si llegan a necesitarlas? -dijo Vicky.
-Pelotudeces, me hacen acordar a mi suegra. Nuestros hijos siempre ocuparán en la sociedad el sitio que les corresponde. Para eso nos sacrificamos.
-Tenés razón, pero recordame a qué te referís específicamente.
-¿Acaso no venimos al spa, vamos al gimnasio, jugamos tenis, visitamos al cirujano plástico cada tanto para que nuestros hijos sean felices, estén orgullosos de nosotras, no tengan que escuchar en el colegio “tu mamá es una gorda fea”? Nuestros hijos merecen una madre feliz -terminó Guille acaloradamente.
-Obvio. La madre es el pilar de la familia -acotó Vicky.
-Mi suegra me tiene podrida. Insinuó que paso poco tiempo con mis hijos.
-¡Qué vieja tarada! Cualquiera te puede decir que lo que cuenta es la calidad y no la cantidad.
-Claro, ¿qué importa que haya días en que no los veo? Si me levanto a la hora de mandarlos al colegio, estoy de mal humor el resto del día. Es Juan Andrés el que los viste y les da el yogur, el desayuno, bah. ¡Menos mal que la vieja bruja de mi suegra lo educó tan bien!
-Sí, tu marido es un santo -exclamó Vicky.
-Viste que después una tiene mil actividades y a veces cuando tenemos una cena o una fiesta, al regresar ya están dormidos. Pero ellos saben que tienen a su madre para lo que necesiten, basta con que me llamen. Todos tienen celular, menos Violeta Isabel, que pasa más tiempo en casa y si quiere hablarme, la muchacha me llama. A los tres años me pareció un gasto inútil.

En la habitación contigua, las empleadas del spa, preparaban los materiales mientras aguardaban a que se cumpliera el tiempo para sacar a las clientes del barro.
Luisa, la mayor de las dos, manipulaba unos potes de barro.
-¿De dónde vienen? No entiendo nada lo que dice la etiqueta -dijo Alicia, mientras tomaba uno de los potes.
-No sé, creo que de Polonia o Rumania –contestó Luisa.
-Son buenos ¿no?, deben dar resultados espectaculares.
-¡Ay, m´hijita! Eso sólo te lo crees vos. ¡Se ve que sos nueva! Los originales puede que fueran buenos. Este barro es de la chacra de un viejo que le cobra veinticinco pesos por diez kilos. La patrona manda al hijo al Paso de la Arena una vez por semana. Yo lo sé porque fui con él una vez en la cuatro por cuatro, queda cerca de mi casa y me alcanzó.
-¿No son importados?
- Importó una vez, ahora me hace rellenar los potes con el que trae de la chacra.
-¿Y pagan una fortuna por esos barros? ¡Las está estafando!
-Cuanto más caros, mejores creen que son.
- Vamos que tenemos que sacarlas de la bañera –dijo Alicia.
-Sí, para sumergirlas en aguas termales, de las cañerías que las traen de las termas hasta Montevideo -dijo Luisa, riendo.

Sandra esperaba el ómnibus en Carrasco, de vuelta a su casa. Ese la llevaría hasta el centro y de ahí debía trasbordar al ciento cincuenta y seis que va a Gruta de Lourdes. A los pocos minutos llegó Karina a la parada. Eran vecinas y se saludaron con un beso.
-‘Tas cargada, m’hija –dijo Karina.
-Sí, llevo ropita que le quedó chica a los botijas de mi patrona. Ella quería que la tirara a la basura. ¡Mirá si iba a tirar ropa nuevita! Cuando lleguemos vemos qué le puede servir a tus gurises.
-¡Ay, gracias! Crecen tanto que la ropa del año pasado ya les queda chica -dijo Karina.
-También traigo libritos de cuentos que estaban en una bolsa para tirar. ¡Libritos lindísimos! Y los gurises que cuidás, ¿siguen tan flaquitos?
-La menor come porque pasa el día conmigo. Está más repuestita, pero los otros gurises tienen las piernitas que parecen escarbadientes, pobrecitos. ¡También, con lo que los padres les dan de comer! Si ellos quieren estar como un palo, ‘ta bien, pero los botijas precisan comer, están creciendo. Pensar que una tiene que hacer milagros para darles una buena comida a los propios y ellos, que tienen todo, los hacen pasar mal.
-No nos podemos meter, todavía nos despiden. Mirá, ahí viene el ómnibus. Ojalá venga con asiento -rogó Sandra.

Pensar que hay casos reales similares a los de esta historia. Y bueno....
un relato que utiliza muy bien el diálogo para facilitar la comprensión.
Nilda.

Excelente relato,las dos caras de una moneda o mejor dicho de una sociedad que cada vez más viven realidades distintas.
Excelente uso del recurso del dialogo,que le da fluidez al texto.
Amenos y que hace que el lector en algunas partes ,meche una "puteada" por estas "pituconas" y luego se ría y sienta pena de ellas.
La viveza criolla bien descrita en el relato.

Sin duda un texto para destacar.
Un abrazo

Un relato interesante, familiar, sencillo, conformando parte de la cotidianidad existencial y demostrando mucha creatividad e imaginación, felicitaciones.

TRINA

Vuelvo a repetir que hay un indudable oficio de narradora nata, porque lo que hacés es excelente. El manejo de la ironía es lo que más me atrae de tus escritos. Es magnífico. Y, a mi juicio, no hay mejor crítica social que la representación irónica de situaciones como ésta. Realmente te felicito y te seguiré leyendo porque me gusta mucho lo que hacés. Mi respetuoso saludo,
José