TENER CORAJE
(Y no me refiero a irritación o ira, sino a la impetuosa decisión y al esfuerzo del ánimo: al valor)
En mi opinión, vivir requiere y exige coraje.
Se ha organizado el mundo, y la vida, de tal modo que la opción de vivir de un modo relajado se ha quedado reservada a unos cuantos atrevidos que consiguen tener las cosas un poco claras y renuncian a lo que la sociedad promueve como irrenunciable.
La vida contemplativa, esa vida en la que parece que uno está inmunizado contra todo, que no le afectan las cosas especialmente, que uno no cae en la vorágine vital del resto mayoritario de los mortales, parece reservada para los maestros de yoga y para los monjes Tibetanos.
Los demás, los que no somos valientes, o no somos inteligentes, los que nos quedamos en el mundo y con sus problemas, tenemos que recurrir, obligatoriamente, al coraje –esa decisión imprescindible y esa voluntad y ese ánimo- para enfrentarnos al día a día, para poner en marcha propósitos, para escapar un poco de la rutina y la pereza, para no dejarnos vencer por la desesperanza, para dar el siguiente paso… porque esto se ha puesto difícil.
La vida –el tipo de vida que casi todos nos hemos montado- implica tensión, requiere una constancia férrea para supervivir, y una voluntad que a veces ha de ser sobrehumana, porque por todas partes hay reclamaciones, compromisos, obligaciones, responsabilidades, zancadillas, traiciones, desencantos, frustraciones, proyectos que no salen o salen mal, dolor… un nido excelente para la desgana, una razón suficiente para tirar la toalla, y para rendirse y negarse a dar un paso más. (También hay momentos buenos)
Muchos días, es necesario, antes de levantarse de la cama, echar mano del coraje, porque si no se hace así no hay voluntad ni ánimo para enfrentarse a la vida. Y escribo “enfrentarse” siendo muy consciente de que es esa palabra, y no otra, la que quiero utilizar. Enfrentar: Hacer cara a un peligro, problema o situación comprometida.
En muchas ocasiones es necesario echar mano de la fe, recurrir desesperadamente a la esperanza, confiar en el porvenir, recurrir a los Dioses, o rebuscar en el interior por si quedaran migas de optimismo, algún trocito de valentía, o reservas de coraje.
Tener coraje.
Buscar el coraje donde quiera que esté.
Y buscar audacia a espuertas, algo de bravura, el necesario ímpetu, cierto arrojo, un poquito de temeridad, alguna pizca de osadía, capacidad de resolución, una decisión casi inquebrantable, el impulso necesario para seguir hacia adelante, y mucho corazón y mucho amor propio.
En alguna parte tenemos todo eso, porque todo eso viene de serie en el Ser Humano. Son herramientas imprescindibles que traemos (como trae el coche las herramientas para poder cambiar una rueda)
Se trata de tener confianza. En uno Mismo.
Confianza no sólo en la fuerza (“Dios aprieta pero no ahoga”, se dice), que siempre queda un último impulso, algo que evita caer del todo, sino confianza en que hay un camino que recorrer, un objetivo -aunque a veces se dude de él-, algo por lo que seguir y por lo que luchar; confianza en que está por llegar algo mejor y para poder llegar a ello hay que seguir echándole coraje a la vida, a pesar de los momentos duros que se presentan, a pesar de las apariciones continuadas del desánimo, a pesar de la opresiva sensación de abandono y de que el corazón se sienta descorazonado a veces.
En muchas ocasiones, y esto es bastante difícil de creer y de aceptar, la vida nos pone delante un desafío casi inevitable, y parece que con ello quiere demostrarnos que somos capaces, que podemos, aunque sea duro; tenemos reservas de voluntad, de bravura, de agallas, y es conveniente aceptar el reto, del que saldremos fortalecidos, y más cercanos a nuestra esencia y nuestro Ser.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales es el fundador de la web www.buscandome.es para personas interesadas en la Psicología, la Espiritualidad, la Vida Mejorable, el Autoconocimiento, y el Desarrollo Personal.