Che, Quique, quedate a jugar otro partido de tute.
—No, no puedo polaco, ando con el nieto, y hasta Burzaco tengo más de una hora y media de viaje.
—Dejate de joder, venís una vez por mes y te vas a ir tan rápido.
—Tenés razón. Pero uno nomás, después me voy. Antonio, andá y pedile una Crush a doña María, después te vas a jugar una ficha de metegol con el Tati.
—Abuelo, ¿me puedo quedar a ver cómo juegan?
—Todavía sos chico para aprender estos juegos, andá.
—Dejalo, bastante castigo tiene con tomar gaseosa —dijo el polaco.
—Bueno, anda a buscar la gaseosa y decile a doña María que traiga una vuelta para todos, después te sentás ahí, quietito y sin chistar. Dale Moncho, repartí. Les gano uno y me voy.
—De tanto traerlo al boliche a este lo vas a sacar bueno.
—Vamos flaco, deja de hablar y juga que esto no es ajedrez
—¿Qué es triunfo? —pregunto Schiamarella.
—Basto.
—Quique, ¿cómo es Burzaco?
—Es tranquilo, en la manzana que vivo hay dos casas nada más…
—Las cuarenta.
—…Si te parás en la esquina, podés ver la estación del tren, que está como a quince cuadras.
—¿Pero entonces es campo?
—Veinte en copa y veinte en oro.
—Bueno, tampoco es campo campo.
—Qué boludo este Alberto que se fue a mandar esa cagada.
—Y bueno, ya está. Ahora hay que aguantársela. Dejemos de hablar que este chileno está cantando todo.
—Dale Schiamarella, poné el tres, que ya te vi la seña.