La beligerancia del mal

[b][i][color=#333333]El mal se concentra atacando a los portadores del bien para que se sumen a su causa porque, ciertamente, no puede hacer otra cosa para reivindicarse a sí mismo; sólo hay lucha de extremos y conflicto en la persona que ha de tomar la decisión trascendentalmente electiva... el bien, por tanto, es intocable con respecto al mal y su agresiva aversividad, no lucha, no contiende, se mantiene como faro perpetuo de misericordiosa redención.

Si nos postramos ante según qué seducciones nos negamos a recibir la luz del amor y de la verdad duradera y, sin embargo, nos quejamos obtusamente cuando aparece la tenebrosidad... ¡y qué es la oscuridad sino ausencia de luz!





Adanhiel.

Muchas veces pienso en los condicionantes, como ser; Noche de día, muerte de vida, etc. etc.
Y ciertamente cada uno de estos elementos o acaecimientos son, sencillamente la ausencia de lo opuesto.
Ahora la cuestión sería: ¿Cómo vive el Universo? ¿Sin opuestos? Es la nada de todo, o es todo de la nada.
¿Porqué decimos que hay cosas buenas? Sencillamente, porque las contrastamos con las que consideramos malas. Así sucede con el Bien, pero que sería de él sin el Mal. Es el eterno contraste, la eterna lucha. El Bien contra el Mal y viceversa. Tengo escuchado por ahí: Que el Diablo fue el principal Angel, a quien Dios expulsó de los cielos por un tema de pura competencia. Bien... ahí comienza el "cuento de la buena pipa" explicado por la religión para diferenciar lo bueno de lo malo.
Adanhiel, tu que conoces la ley del Karma, que responde a culturas orientales. ¿Puede ser que diga que  El Universo no diferencia Bien de Mal. Qué para Él no existe lo bueno ni lo malo?
Es sólo un pensamiento, una conversación contigo. Ninguna afirmación.

Propicio este encuentro para darte...

¡¡¡UNOS ABRAZOTES, FILOSOFO!!!

En todo caso y tratando de ser lo mas ecuanime posible, yo hablaria, mas bien, acerca de la no existencia del bien y del mal. Y ahi estaria yo de acuerdo con alguna de las opciones que nos da nuestro compadre Ricardo Colella. Mas que hablar de la beligerancia del mal, yo diria que la verdadera beligerancia y batalla, estriba en hacer lo correcto en el momento justo. La verdadera guerra con uno mismo es aquella que libramos en contra de nuestros prejuicios, en contra de nuestros intereses mundanos y terrenales y en contra de nuestras pasiones carnales.

Mas que de maldad, malignos y entes oscuros que tratan de opacar y/o apagar cualquier luz que pudiese existir, yo hablaria de seres que no tienen conciencia de que somos unicos en este universo y por lo tanto, por esa cualidad de ser unicos como especie y ademas, los unicos que podemos pensar, amar y filosofar, por esas y muchas cualidades mas, debemos hacer lo correcto. Ser justos, fraternales, altruistas y cuidar los unos de los otros.

Abrazo fraterno a ambos, Ricardo y Adanhiel.

Interesantes palabras, abren la mente.

Un fuerte y fraterno abrazo, Roberto.

En el mundo puramente somático, material, en esta dimensión en la que estamos establecidos necesitamos la contraposición de los opuestos para darle sentido y forma (consistencia más bien) a una serie finita de términos medios, de personalizados equilibrios, cuando comenzamos, por circunstancias, a vencernos en uno u otro sentido lo hacemos para dejar de luchar y, sin embargo, la lucha interior sigue y hasta se agudiza; en el equilibrio perfecto todo adquiere sentido y adecuada perspectiva, pero son pocos los que lo consiguen, para el resto la beligerancia del mal (que es la que auspicia el sufrimiento electivo) ejerce su perversa influencia pues, desde mi punto de vista, es una fuerza pervertidora, ofuscadora, tan cruda y real como la sangre y los huesos de los que estamos compuestos, tan real como el amor divino que, repito, no es beligerante pues esa beligerancia iría contra natura. En cuanto a lo que es correcto me expresaré con un ejemplo muy gráfico: Si una persona nos odia intensamente hasta hacernos la vida imposible, ¿cómo proceder? Para unos lo correcto y más pragmático sería quitarle de en medio (a veces literalmente) con el menor uso de esfuerzo y recursos posible, o quitarse de en medio de la misma forma, para otros lo correcto sería, como proclamaba Jesús, amar a tu enemigo, aferrarte a tus valores sin perder la dignidad por el camino... ¿quién tiene razón? ¿Los dos están errados? ¿Los dos aciertan? Creo haber dejado claro el relativismo al que me refería y huelgan profusas puntualizaciones.

Para mí lo relevante de todo esto es tener fe, si no es en un Dios amoroso, en la especie humana y si no es en la especie humana en uno mismo, eso es tener PRINCIPIOS puesto que una persona sin principios es una persona desesperada, desilusionada, proclive a sucumbir ante los mundanos embelesos del mal, y no olvidéis que el mal se ufana de hacernos creer que no existe si con ello consigue que desconfiemos, incluso, del amor al que, a partir de esa inflexión, daremos la espalda casi inpretendidamente (para nuestra desgracia) mas Dios es misericordia y tantas veces le fallemos otras tantas oportunidades tendremos de darnos cuenta, por nosotros mismos, de nuestro tremendo yerro. El velo de la muerte descorre el de la verdad y todos, sin excepción, acabaremos rindiéndonos a ella para nuestra eterna gracia (me dan ganas de redundar mi exposición con un amén pero sonaría a sermón y no soy quien para sermonear a nadie, pero si para explicaros las conclusiones de mi mente coaligada con el pálpito de mi corazón).

Ricardito, hermano, Roberto, compadre, ha sido un lujazo teneros por aquí filosofando un ratillo, que está demostrado que no tiene severos efectos secundarios y es muy bueno para la salud mental y el sosiego espiritual.

¡UN FILOSOFEADOR ABRAZO A AMBOS!

Gracias, querido Adanhielito. Tus palabras siempre me infunden ánimo, paz, alegría... Diría que me sanan, más aún, que ese bálsamo de Fierabrás. Que tantos y tan maravillosos servicios nos ha, y nos habrá de seguir prestando. Y las esperaba, con la certeza de que llegarían con la puntualidad de siempre. Te aprecio muchisímo, amigo.

¡¡¡UN ABRAZOTE, HERMANO!!!

A veces las palabras pueden reparar lo que una sucesión de infortunados hechos deterioran, no sabes cuanto me alegra que las mías hayan sido de esas, pues tal era y es mi pretensión, amigo Sancho, sigamos aportándonoslas mutuamente pues ese es el destino inacabable del altruismo y, por ende, de la amistad fraterna que nos dispensamos... así es y así seguirá siendo.

¡ABRAZOTE DE OSO, HERMANO!