Una cárcel sin barrotes

La vida, la cordialidad, el yo, son parte conformante de un estadio fugazmente transitorio en la elevación de nuestras almas hacia el Yo Supremo al que llamamos Dios; para ciertos espíritus, sitos en esa blanca vía, es lógico resulte que la misma mortalidad sea equiparable a una condena purgatoria o a un personificado infierno en los cuales cueste sobremanera encontrar alivio que signifique efectivo bálsamo para su hondo penar. Somos andariegos y para unos el camino se torna más pedregoso que para otros más encallecidos... sus pies sangrantes llaman a la solidaridad.





Adanhiel.

El camino... A veces, suaves y tibias arenas que acarician nuestras plantas.
A veces, ripioso... Plagado de rastrojos.
Cada cual tiene sus únicos pies. Cada cual los tiene como debiera.
¡Benditos aquellos que han nacido encallecidos! Señal que ya han andado muchos caminos.

Una belleza tus palabras, querido amigo.

Recibe éste cálido abrazo.

Lo malo de los encallecimientos, Ricardo, es que nos hacen perder la sensibilidad y ésta es necesaria en este mundo, yo prefiero sentir mis pies sangrantes, prefiero el dolor a la insensibilidad. Lo ideal sería que el calloso anduviera por el frágil el trecho pedregoso, llevándolo a cuestas y cuando viniese el arenoso el delicado le describiera al calloso las sensaciones inigualables de andar por él sin el tacto muerto; lo ideal sería poner la cualidad de uno al servicio del otro en cada cambiante circunstancia.

Como siempre, tu presencia reconforta mi alma, amigazo.

Un abrazo de lo más puro y sentido.

Pues, ahora comprendo en su totalidad a lo que apunta tu reflexión: A la solidaridad.
Lo comprendo y lo comparto.
¡Que belleza sería la vida, en tales circunstancias! Que uno le brinde al otro, cuanto le sea menester para así poder andar todos los caminos en hermandad. ¿De éso se trata, no es así querido Adanhiel?
Esta reflexión refleja tus sentimientos, así como son: Buenos, puros, amables y desinteresados.

Talvez, tu reflexión, me llevó a mi a otra. Cosa que suele suceder con frecuencia y ¡Enhorabuena que así sea!. ¿Recuerdas nuestras primeras conversaciones? Cuando decíamos: "Pensar y hacer pensar... noble misión"

Cuando digo: "Benditos aquellos que han nacido encallecidos" Me refiero a esos seres que parece que ya nacen con algunos caminos andados. Como si ya los trajesen andados de vidas anteriores. No se si me hago entender.

Nosotros, hermano, creo que los reconocemos. A lo largo de la historia o en la misma cotidianidad. A veces veo personas que hacen cosas tan magníficas por el prójimo. Y me digo... Yo ésto no lo podría hacer ni en sueños, pues soy "un flojo para ésto" Poniendo como santo y extremo ejemplo, te podría citar a la Madre Teresa de Calcuta. Convivir y asistir permanentemente el sufrimiento ajeno...
A ese encallecimiento me refería, a tener tanto sufrimiento en derredor y no caer desmayado. Sino todo lo contrario, tener una voluntad y una sensibilidad tan elevadas que le permita aliviar los pesares.

Es un poco, lo que conversábamos el otro día... Con respecto del valor y la fragilidad. Lo cierto es que todo es necesario: La callosidad y la sensibilidad, depende las circunstancias. De allí surge el inestimable servicio que nos brida la solidaridad.

¿Lo he entendido? Tu dirás... Jajaja.
No te olvides que Sancho es bastante duro de entendederas. Pero bueno... Es lo que hay... Y tú, te lo has buscado. Así que, lidia con éste cabeza de alcornoque, que terminará por agotar tu santa paciencia. Jajaja.

¡¡¡ENCARECIDO ABRAZO, ADANHIELITO!!!

Habías comprendido mi reflexión a la primera, al vuelo, como es tu bendita costumbre, si acaso quedaba un pequeño matiz que a mí me quedó por desarrollar un poquito, y tú enseguida lo has "absorbido" cual esponja... Así da gusto el departir, oiga.

Yo también comprendí tu versión del encallecimiento, te refieres a la fuerza de ánimo a la inquebrantable resolución para sobreponerse a las vicisitudes, a los reveses de la vida, a los desafíos que el sufrimiento en general nos plantea. Bueno, Teresa de Calcuta realizó su encomiable función en la vida como todos debemos realizar la nuestra: la de mitigar el dolor propio y ajeno mediante nuestra realización interior y exterior; TODOS, pues, podemos ser Teresas de Calcuta a modesta escala dando salida a nuestro potencial espiritual, que se centra antes en remediar el sufrimiento que en procurarlo. La propia Teresa necesitaría de la complicidad de muchos para cumplir sus objetivos, con mayor razón, si cabe, necesitamos de la complicidad de no pocos para conseguir los nuestros, igualmente loables en cuanto que son remisos al mal. Volvemos a la necesaria A LA VITAL solidaridad, entonces.

Este Sancho no deja de sorprenderme, que si bien no deja de darle a la sin hueso encuentra tiempo y oportunidad para escuchar y atender a lo escuchado conformándose con el precario título de "duro de mollera"; pero, como docto hidalgo, he de reconocer que tal "honor" no le hace auténtica justicia y he de reconocer que no habría yo de encontrar otro escudero que me arriende la ganancia en este sentido. Otra cosa no cabía esperarse que para el más insigne caballero han de ser los servicios y prestaciones del mejor de los escuderos... Pero lo pensaré muy en bajito pues demasiado bien le conozco para saber que pudiéranle subírsele los humos hasta donde no conviene... (Reflexiones quijotescas apócrifas).

¡¡ABRAZOTE AL CANTO, MI BUEN SANCHO!!