Quisiera compartirles este texto que extraje del libro "De sus lises y de sus rosas" del gran pero desconocido escritor de mi patria (Colombia) José María Vargas Vila; los libros que tengo de él son herencia de mi abuelo
"...que lo único que sobrevive en la tierra, es el odio;
y, hay que sembrarlo;
que el Amor, es el hermano del Olvido;
que sólo el Odio no entra nunca en el Silencio;
y, el Odio, ha sido mi Musa;
hoy, entrado ya en esa edad de la Vida en que todo se adormece, bajo el ala tenaz de los crepúsculos, el Odio vive en mí;
lo siento y lo inspiro, con una intensidad digna de los primeros años de mi juventud;
miro a todos lados y no veo sino adversarios;
y, eso me regocija;
yo sé, que ellos me acompañarán con su Odio, hasta ese último destierro de mi cuerpo, que ha de ser mi tumba;
¡divina soledad, donde se dispersarán mis átomos, entre los gusanos y las estrellas, en una fiesta de luz y de penumbras!...
la muerte de un hombre que ha luchado así, es apenas una apariencia;
la vida de un hombre que ha inspirado grandes odios, no acaba jamás;
él, vivo, hizo nacer una Idea en cada Hombre;
él, muerto, hace nacer un Hombre de cada Idea;
y son, como la prolongación de su deseo;
cada vez que se habla de él, aun para insultarlo, un águila alza el vuelo;
es una fuga de astros, que se escapan de su sudario, de tal manera hecho rojo por el Sol de la Gloria, que extendido sobre su esqueleto, semeja una púrpura que cubriese una arpa, en la cual duermen inagotables melodías...;
basta que una ráfaga cualquiera, aunque sea la de la Calumnia, levante una punta de ese manto, para que un huracán de lirismo se escape, y todo se hace sonoro en el espacio que lo rodea, y todo parece volar hacia las cumbres infinitas;
a los otros muertos, la Naturaleza les hace una máscara de hojas secas, que ensatan cantar una letanía de recuerdos, bajo el azote de los vientos;
para el hombre que sembró Odio sobre la Tierra, esa ronda de follaje no tendrá objeto; sus enemigos, se encargan diariamente de arrojar al viento sus cenizas inagotables, que caen sobre la frente de los hombres, como un divino óleo místico para ungirlos;
el Amor, se fatiga de cantar;
el Odio, no se fatiga nunca de rugir;
sobre la tumba de aquel que amó y fue amado, reinará un día el Silencio;
sobre la de aquel, que odió y fue odiado, no cesará jamás la Tempestad;
¿qué mejor música para aquellos oídos que siempre fueron guerreros?
el Amor no se hereda; el Odio, sí;
los herederos de aquellos a quienes hicimos bien, no se apresurarán a olvidarnos, aun mucho antes que sus padres, porque el fardo de la gratitud es muy pesado para tomarlo en herencia; es una cadena que rompe y no se lega; sus eslabones se entierran con el padre muerto;
en cambio, el Odio es una herencia gallarda que se lleva orgullosamente sobre los hombros, y los hijos de aquellos a quienes insultamos, se creen en el deber de pasar cerca a nuestra tumba, y escupir en ella;
y, esa saliva, se hace una flor;
yo, siento anticipadamente, la dulce voluptuosidad de esos ultrajoes;
he amado y he sido amado tan poco en la Vida, que nadie tiene el deber de olvidarme;
en cambio, he sido odiado, y he sembrado el Odio, de tal manera, que esos odios que hoy me circundan como una selva, cantarán mañana sobre mi tumba como un pinar sonoro...
los perros rapaces y voraces que acompañaron a Caín, y que quedaron huérfanos sobre la tierra, después de haber devorado a su Amo, aúllan en la Noche, sobre el sepulcro de los grandes muertos, que el odio sepulcral cobija;
no aspiréis a hacerlos callar;
esos perros no duermen nunca, hechos son para centinelas agresivos de la Gloria;
no pudiendo devorarla, se conforman con lamer su sangre;
con el paso de los siglos, ese aullido llega a hacerse cordial, y se hace entonces un himno;
el Gran Himno, que no calla jamás."
VARGAS VILA
París, 1912
De sus lises y de sus rosas.