Identidad del dolor

Cuando el dolor, el padecimiento, es tan intenso que nos impide ver y sentir, con cierta empatía, el de los demás podemos dar por seguro que se trata de una cuestión de raigambre psicopatológica que nos bloquea de tal manera que nuestro mundo interior aparece como todo cuanto importa; ya no es un problema, pues, tan simplificado como el aseverar que se trata de mero egoísmo (que también puede ser), es algo así como un estado crónico del cual es muy difícil salir sin ayuda. Otra cosa muy diferente es el sufrir precisamente por vivir los problemas de los demás como si fueran propios, en tales casos la bien considerada empatía se convierte en el problema y ya no hablamos de una patología con todas sus letras sino de una virtud que hace hipersensible a quien la "padece" al sufrimiento ajeno aunque, mismamente, a los más nobles goces y sentimientos que nada tienen que ver con los disolutos, disonantes con la santa moral, en los que siempre existe una acerba subyacencia.




Adanhiel.

Mi querido amigo: los extremos son malos. Uno raya en el egoismo y el otro en la inmolacion. Que dificil encontrar el equilibrio!!!Pero un dia, alguien me dijo algo que me ayudo enormemente:una cosa es servir y otra cosa es el servilismo.Continuemos sirviendo, no hay amor mas grande...pero no nos olvidemos de nosotros mismos y de nuestras necesidades. No somos Santos ni Demonios, simples mortales nomas.En busqueda de ser cada dia un poquito mejores. De todas maneras, prefiero seguir siendo "sensible" y "empatica", me hace mas feliz. Besossss. Malisa.

Sin esa sensibilidad, de la que no haces ni la más somera ostentación, imposible sería que escribieras tan proverbiales líneas, e improbable nos resultaría darla la espalda sin renunciar a la parte más preciada de nosotros mismos, ¿verdad? ¿No, eso no ha de suceder jamás de los jamases! Preferible sería que el cielo se nos cayese encima, porque algo similar, o peor, habría de sucedernos, me temo.

Servidores somos, sí, pero de nuestro interno celo y disposición, para con nosotros mismos y para con los demás, así mal les pese a muchos, que no esperamos otra contrapartida que la satisfacción de un deber cumplido, un protocolo de comportamiento que nace y se fundamenta en lo más hondo de nosotros mismos. Rabia me da que mis inconfesables flaquezas me lo pongan tan difícil en ocasiones, pero en santa guerra estoy con ellas, y no habrán de rendirme sin plantarlas incruenta batalla... Menos mal que cuento con tu alentadora inspiración, princesa de mis entretelas, perla de Paysandú, flecha que no hiende la carne y que, sin embargo, llega al espíritu.

Besoteeeeeeeeeessssss!!