La Magia y el Tiempo.
Junto al jardín, sentados, recuerdo, en dos sillas viejas, deterioradas por el tiempo, el jardín un poco gris, había cedido sus colores a los años que habían pasado, desde el crepúsculo comenzamos a intercambiar palabras y pensamientos, pues a esa hora el sueño nos era ajeno. Ese que estaba a mi lado, en la otra silla, era mi amigo de siempre, lo veía un poco achacado ya por el paso de los días, pero sus ojos, como siempre, mostraban esa gran luz que distinguía su espíritu, muchos años que no coincidíamos en espacio y tiempo. Un sentimiento dominada su rostro, era tristeza, o se parecía más a un desconcierto, y de su voz quebrada pronunció una sola pregunta, de esas, fácil de entender y difíciles de responder, así dijo: ¿quién es el tiempo, quien es el destino, quiénes son esos que se jactan de manejar nuestra vida a su antojo, dónde está nuestro albedrío y nuestra libertad, y si no están, que me muestre alguien donde juegan con mi vida, o donde escriben mis días, pues cansado estoy de creer en el azar; es una injusticia, no quiero más misterios, quiero saberlo todo, al fin y al cabo es mi vida, o no?
Me dejo atónito, y se me ocurrió, simplemente responderle con otra pregunta: ¿cuál es tu afán en querer saber lo que quiere el destino de ti, o a qué cosa juega con el tiempo?, sabes, lo más virtuoso que puede tener un hombre mortal, es creer en la magia, desconocer los trucos, para así sentirse asombrado con cada acto del destino. Cuan aburrida sería la vida, sin prodigios insospechados, que nos llenen de asombro en cada acto inesperado, y es en ese asombro donde debe pervivir el alma.
Cansado ya el sol de dar en nuestras caras, se esconde por el occidente, llevándose consigo el día y las palabras. Una última cosa le pude decir a mi amigo antes de que la noche y el sueño nos callaran, sin duda, he tenido una vida llena de trivialidades, a pesar de eso nunca he renunciado a la felicidad, no sé si ha llegado o la he sentido, lo importante es que la espero, no me importa los arquetipos del tiempo o el destino, creo en la magia, y en cada acto, o en muchos, vagamente, entrego mi alma.
La luna iluminó la noche, y oscureció nuestros ojos, desgarro los sentidos, y al final, como siempre, cumplió su cometido, ilumino nuestros sueños.
Christian R. Rodriguez.