Beatriz64 Miembro
Cantidad de envíos : 8 Fecha de nacimiento : 24/09/1964 Edad : 60 Localización : Argentina, Córdoba Fecha de inscripción : 28/04/2013
| Tema: Entregar armas Dom Abr 28, 2013 4:27 pm | |
| La aridez del lugar quebraba a la playa abandonada por el mar. Piel bronceada y ajada, polvo seco y volátil formando una nube espesa bajo el firme paso de los soldados. Eran cientos desfilando, fantasmas sucios organizados; rostros sin sonrisas, sin sueños. Sólo una misión los dirigía, el enemigo sudaba y ellos lo olían como perros hambrientos.
Entre los perfiles esfumados por velos de vientos; ella era una estrella terrenal que rivalizaba con las del mismo universo. Iba cubierta de plata y de arrogancia, el mentón elevado y la mirada fija castigada por su propio cabello. No se dejó convencer por las fuerzas de la naturaleza, ni un fuerte tornado de verdades podría correrla de su objetivo. Sintiéndose segura avanzó, custodiada por sus prejuicios y miedos que recitaban de memoria lo que de ella se esperaba.
Las hormigas gigantes entraron en escena, secundaban a un caballero hermoso. Montaba en un caballo de soberbia, iba armado de coraje, fortalecido con armas invencibles, que ella conocía y temía desde siempre.
En el campo de batalla el silbido del viento dio la señal; remolinos dudosos limpiaron la maleza y los invitó a desarrollar allí mismo el encuentro. Era el final de una guerra, un enfrentamiento que decidiría de ahí en más, toda su vida.
El brazo le pesó y el brillo del metal que mantenía en alto para dar la orden de ataque, la encegueció. Por un momento dudó. Era tan seguro el avance del enemigo, defendía con tanto ahínco lo que creía suyo, que las hormigas de pronto habitaron bajo su pechera de metal. Le hacían cosquillas atrevidas, esas a las que ella se resistía y no podía combatir.
Sus soldados la alentaron, gritaron su nombre, su origen, le recordaron cada uno de sus miedos, le hablaron de principios, de orgullo y de la seguridad que encontraba detrás de los muros que estaban dispuestos a defender.
Se decidió cuando el guerrero galopó hacia su cuerpo; traía una sonrisa irónica y fuego en sus ojos achinados. Venía por ella, cubierto con una coraza fuerte y un escudo enorme; rodeado por las hormigas traviesas que sabían de guerras interiores más que de sangrientas.
Su ejército retrocedió, habían subestimado al enemigo, era poderoso, loco y decidido. Los fantasmas se separaron, perdieron fuerza esfumándose; algunos pocos valientes perecieron en el intento cuando sus espadas derretidas se negaron a defenderlos, otros arrodillados pidieron clemencia y los demás desaparecieron; la dejaron expuesta, sola, en una lucha desigual. El corazón se le lastimó cuando él le provocó la primera herida, filosas palabras la agujerearon cuando la llamó cobarde. Siguió defendiéndose, cortando sus carnes y esquivando las palabras y los contactos peligrosos. Luchó sin tregua; evitando perderse en la mirada pícara de su atacante, callando los suspiros que le robaba cuando rozaba su mejilla y haciendo oídos sordos a la respiración entrecortada de su propio cuerpo.
El golpe fue certero. Las hormigas se metieron definitivamente en su cuerpo, el paisaje se transformó a su alrededor; el mar comenzó a lamer a la playa y el viento se fue, empujando a los fantasmas curiosos que escondidos, aún esperaban otro final. Ella supo que después de eso no había regreso, supo que su corazón era demasiado valiente pero quería estar preso.
Depositó el gran escudo sobre el polvo quieto y obedeció a su voz interior, tenía el mismo timbre del susurro que la alcanzó. Las palabras de amor la vencieron y la guerrera, por fin, se entregó.
Fue publicado en otro foro bajo el título "La resistencia de una guerrera" | |
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