El Cruzado y la Monja

“De infinitas luchas y frustraciones,
sentimientos encontrados y amores
imposibles, está plagada la vida"

Yo

En el tórrido atardecer mediterráneo, mientras el ocaso implacable iba extinguiendo el último resplandor del sol en el inevitable ritual diario de su muerte roja sobre el horizonte, los tres jinetes exhaustos galopaban entre las suaves lomas, sembrando una estela de fino polvo arremolinado por sus cabalgaduras.

Coincidiendo con el último resto de claridad, por fin llegaron a su destino, el convento de Almería. Desmontaron cerca de la muralla de piedra exterior y por varios minutos estuvieron caminando de aquí para allá, como sonámbulos, para desentumecer sus osamentas. Ni una sola palabra o mirada de conmiseración fue intercambiada entre los tres caballeros. Ni siquiera después de un viaje casi ininterrumpido de dos días a lomo de caballo. Pero así era la vida del cruzado. Una sucesión de penurias y sacrificios soportados estoicamente en nombre de su voto consagrado al servicio de la causa de Dios.

El más alto de los viajeros, un imponente normando de profusa melena y barba entrecana que también parecía ejercer el mando del grupo, anunció la llegada de la reducida comitiva golpeando vigorosamente el enorme portal de madera con el cabo de su espada.

Luego de un prolongado intervalo de silencio, pudo escuchar el sonido de ligeros pasos diligentes y distinguió por entre la tosca unión de los tablones, la tenue luz de una tea que se acercaba bamboleante. Desde el interior, una firme voz femenina preguntó:

- ¿Quién osa llamar a ésta, de todas las horas, a las puertas de la humilde morada de estas ciervas del Señor?

El cruzado se estremeció involuntariamente al escuchar el entrañable timbre de esa voz familiar, preñada de gratos recuerdos de un pasado glorioso, pero ya muy lejano.

- Otros ciervos del Señor, madre – Contestó, sobreponiéndose al torbellino de sus propias emociones – Cruzados que llegamos en paz. Traemos un recado importante y el humilde pedido de acogimiento por una noche.

- Antes de franquearos el paso, quiero que sepáis que mi olfato es tan fino como el de un buen perro sabueso y que no suele engañarme. Huelo el tufo de las bestias que os trajeron y vuestro propio sudor y cansancio. Huelo a..., a..., ¿acaso sea posible que perciba el olor de Sir Olof? – Preguntó ahora animadamente, reconociendo al visitante.

- El mismo – Contestó el normando con la primera muestra de júbilo en varios días – Un incondicional servidor, quien tampoco falla en reconocer el tan particular aroma de Sor Etel.

Sin más, las pesadas puertas se abrieron con un chirrido quejumbroso de sus goznes resecos. Antes de trasponer el portal, el cruzado hincó su rodilla derecha sobre el suelo y se persignó inclinando la cabeza respetuosamente ante la madre superiora.

Siquiera por una única noche más, el destino concedía que Sor Etel y Sir Olof estuvieran juntos otra vez bajo un mismo techo. El destino tenía pretextos. Podía decirse que era un destino excusado...

Como siempre es un gusto leer tus escritos amigo José y este no fue la excepción.
Si tuviera que poner el acento en alguna pequeña cosa y por supuesto desde mi humilde opinión y si me permitís el atrevimiento, te diría que para mi gusto hay demasiada adjetivación en los primeros párrafos del relato.
Un calido abrazo querido José.

Para nada considero un atrevimiento tu observación, Ricardo. Sería muy tonto y vano si así lo hiciera. Y más viniendo de un escritor y lector de fuste como vos, amigo. Este relato, es de los que hago para entretenerme a mi mismo escribiendo algo cuando no se me ocurre otra cosa mejor..., no es una excusa, pero al menos es la verdad. Parece que si no escribo me falta algo, y algunas veces termino escribiendo estas pavadas, que a mi se ocurren y me divierten, pero que no son más que pavadas para despuntar el vicio de escribir.
Siempre es y será un placer que me visites y que me señales lo que consideres conveniente corregir. Yo también, como creo que todos por acá, quiero llegar a poder escribir bien cuando sea grande..., jajaja.
Un gran abrazo de vuelta,
José

¡Uf, con tanto calor es un agrado llegar a un fresco covento!
Un buen relato, querido amigo José, dos almas que volvieron unirse aunque fuera sólo por una noche.
Pero ¡Flautas que buen olfato tenía la monjita ... o el caballero desparramaba muy fuerte sus feromonas!

Muchas gracias por tu visita, Jaime. Veo, por lo que me dices, que no solamente por aquí nos estamos horneando como un buen pollo al espiedo. Es un placer volver a verte, amigo. Un abrazo,
José

Pavada?...ninguna pavada.
Es una linda historia, con floreos del lenguaje que además hace honor a uno de los cinco sentidos.
Huelo a..., a....El olfato, un agente indiscutible de la pasión.
Disfruté al leerla.
Un abrazo.

Muchas gracias por tu paso, amigo Reche. Me alegro que esta historia te haya entretenido un poco. No quisiera ser redundante u obvio, pero el asunto del olfato está íntimamente ligado a los nombres que elegí para los protagonistas..., jajajaja...
Un abrazo,
José

Una propuesta ambiciosa, con impecable reconstrucción de época.
Como reproche, te diría que nos quedamos a la puerta de lo que esperábamos.

Muchas gracias por tu paso, Federico. Es que (tenés que tratar de verlo desde una mente retorcida como la mía..., jaa) el tema es sólo los nombres elegidos, el sentido del olfato de ambos protagonistas y la frase final. A mi, cuando lo escribí, me pareció muy gracioso (siempre traten de acordarse que yo tiendo a ver gracia en casi todo lo que me rodea, no lo puedo evitar)
O sea que no pretendí crear una historia, sino la mera introducción para llegar al desenlace que aún me hace reir cuando lo leo (No me lo recuerdes, ya se que no es muy normal que digamos...)
Aprecio mucho tu lectura y comentario, estimado amigo. Siempre es un placer verte por aquí. Un abrazo,
José

Fobio leo con gran placer que sigues estupendamente en forma muchacho! jjajaja Me ha encantado y como es ya costumbre... arrancando risas hasta de lo que podía llegar a ser una historia épica! JOO eso solo lo hacen los grandes! Muy bien ambientada y hasta con jerga de la época!
Mi aplauso amigo, con mi cariño y un abrazote para ti y Stella!

Sandra...!!! Qué alegría verte nuevamente por aquí, querida amiga. Me has alegrado el día con tu visita. Me alegra mucho que te haya gustado y quiero que sepas que realmente celebro tu vuelta al portal. Gracias por tu lectura y comentario. Un abrazo enorme y saludos afectuosos para Jorge y el resto de la tribu,
José

Ciertas observaciones válidas, ya te las han hecho, Y creo, que es porque se podría leer como una introducción también.
El párrafo final (desde los nombres que pude distinguir elegidos a propósito desde la mente lúdica [y eso que le agregaste una letra para que no fuera tan evidente] hasta lo de "excusado" o no? Lo digo porque "olor" y "efluvios" no trasmite lo mismo que "aroma"), me parece una aguda ironía ligada a las palabras iniciales y a ese destino del que habla al final. Me resultó muy divertida, fluida e interesante la lectura.

Silvina, cuando lleváis razón, lleváis razón. Hice una pequeña corrección que tu atinada observación me hizo notar y cambia las cosas para darles el mejor sentido que pretendía. De mi parte, tres sinceras gracias: 1) Porque me alegra que te haya resultado divertida. Ese fue siempre el objetivo desde que pergeñé la breve historia. 2) Por tu visita, siempre grata por estos lares y 3) Porque tus comentarios tan minuciosos y analíticos, en muchísimas oportunidades, ayudan a visualizar deslices inadvertidos hasta ese momento.
Un beso grandote,
José

José, es un gustazo también para mí retornar, poco a poco iré leyendo a los amigos y conociendo el trabajo de otros escritores que aún no tengo el gusto.
Un abrazo, con todo el afecto que también te tengo amigo Fobio!!