DE CUADERNILLOS DE VIAJE DE LUHEMA: UN VIAJE A LA TOLERANCIA Y A LA ANCESTRALIDAD CULTURAL.

UN VIAJE A LA TOLERANCIA Y A LA ANCESTRALIDAD CULTURAL.
Entre Estambul y yo siempre existió una atracción especial. Un país que desde niña quise visitar y hace unos cuantos años pude ver cumplido mi sueño. Estambul y en realidad toda Turquía es fascinante por su cultura y su ancestralidad. Es uno de esos enclaves en el que la imaginación da rienda suelta y aparecen en la mente aquellas historias de las de mil y una noches.

Llegué, creo yo, en la mejor y más mágica hora para que esta ciudad me sedujera. Mis ojos ya no podían abarcar tanta belleza y romanticismo a la vez. Los minaretes de las mezquitas apuntando firmemente y recortándose como en tres dimensiones en el cielo turco azul profundo sodalita, me recordaban mi procedencia, y el color dorado de las murallas la dotaban de un ambiente de lujo refinado, y ese fue el mejor recibimiento que esa ciudad nos dio a mi compañero de viaje a mí y al caer la tarde.

Y la mañana siguiente nos sorprendió aún más. Cuando apenas amanecía nos subimos al restaurante del hotel que estaba en la última planta y en la que se podía divisar casi toda Estambul. Nos quedamos sin habla al ver semejante contorno de la cuidad, todavía retengo en mi retina cómo las aguas del Bósforo brillaban al amanecer y para sosegarnos de tanta excitación visual nos tomamos nuestro primer café turco y nos dispusimos a vivir intensamente por entre las calles de la antigua Constantinopla.

Tengo que decir que cuando puse rumbo a este país me sentía inquieta a la par que con muchísimas ganas de descubrir lo que la ciudad me tenía deparado. Creo que películas como “El expreso de medianoche” o ” La pasión turca” tuvieron algo que ver en ciertos miedos que arrastré, y que una vez allí se disiparon por completo, apareciendo ante mis ojos otra Estambul muy distinta.

Sentarse frente a Santa Sofía es sentir que de verdad existió la historia. La Mezquita Azul, La Torre Gálata, el distrito de Eyüp con su mezquita. La Mezquita de Suleymaniye o de Solimán el Magnífico, el palacio Topkapi, las vistas del Cuerno de Oro, el café de Pierre Loti, embarcarse por el Bósforo, visitar la mítica estación del Orient Express, en fin…,es un placer perderse entre las calles de Estambul , coger el tranvía y recorrer todos sus rincones, abrirse a los sentidos y aromas de sus callejuelas, darse un baño turco en Çemberlitas, y por supuesto ver uno de los espectáculos que más me atrae particularmente, los derviches danzantes giróvagos, los que causaron en mí un momento místico que nunca podré olvidar, la sensación más real de que todos somos uno con el universo.

La cultura es rebosante por doquier, y escuchar sobre las siete de la tarde en la Plaza de Sultanahmet cómo el muecín, que es el encargado de realizar la llamada a la oración comienza a recitar y es contestado por los otros almuecines, que están en los alminares de las mezquitas de alrededor. Escuchar esto también es impactante y provoca en cualquiera que esté afinado un estado místico, ya seas creyente o no.

A cada paso la excitación es más intensa, el bullicio de los zocos, el relax de fumar con narguila, percibir el humo del incienso de olíbano y tomarse un delicioso té de manzana en los mil y un cafetín del gran bazar más enigmático y agitado, Kapali Çarsi. Pasear por los coloridos puestos de especias, comer esas delicias turcas, admirar las finas sedas, pisar los lugares de paso en los que estuvieron años ha…, los antiguos caravaneros de la ruta de la seda, y cómo no, beber de las fuentes de la profunda filosofía y misticismo, que se unen en la más de las maravillosas urbes de la antigüedad. Mi querida Constantinopla, mi amada Bizancio, puerta y lugar de reunión de muchas civilizaciones antiguas que aportaron cultura, arte, arquitectura, filosofía y religión en este punto concreto que une Asia con Europa.

Y cuando abro mi cuadernillo de viajes para releer y revivir de nuevo los recuerdos, me quedo con lo que escribí una noche contemplando un eclipse de luna ante el minarete coronado por la media luna de la mezquita azul. Estambul no es solo Asia. Estambul no es solo Europa. Es las dos cosas. En realidad Estambul es en sí una experiencia mística desde que te levantas hasta que te retiras, gentes que han pasado por ella desde hace miles y miles de años, han dejado en ella algo de sí ,y como telón de fondo mis recuerdos, los que allí se activaron y los que perduran en mi corazón.