La Decepción de Ícaro

Es de bien nacido saber agradecer lo que se tiene. Eso es lo que me enseñaron tempranamente mis mayores y también, lo que día a día fui comprobando por mí mismo en lo que llevo de vida.

El amor, los afectos, la amistad, el trabajo; sin contar con lo que materialmente hace nuestra existencia más cómoda y llevadera, son todos y cada uno de ellos motivos suficientes de agradecimiento perpetuo.

Lo que sí configura un buen tema de discusión, es especificamente a qué o a quién dirigir nuestro agradecimiento. Y como en todo tópico donde nadie puede exhibir siquiera un ápice de prueba de poseer la verdad absoluta, las opiniones, como lo seres y sus necesidades, varían.

Hay quienes aseveran que el acreedor de tal agradecimiento es Dios, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones de acuerdo con las preferencias religiosas. Otros opinan que es la suerte, el karma, nuestro esfuerzo, la casualidad o el azar, entendido como una especie de lotería del destino. O cualquier combinación, por extraña que parezca, entre parte o todo lo anterior. No es tampoco improbable que se me haya escapado algún otro causante que pude haber olvidado mencionar.

La cuestión es que yo agradezco todas las noches, aunque con algunos largos intervalos de abstinencia debidos a cierta rebeldía de mi comprensión, sin estar muy seguro a quién, pero agradezco.

La figura implacable del padre Clovis, mirándome duramente desde la atalaya de su adultez y de su infalible conocimiento dogmático, proclive siempre a la sospecha condenatoria, pudo haber moldeado un poco la arcilla dúctil de mi personalidad a los ocho años, pero no podría afirmarlo con total seguridad.

Además, todos los preceptos y admoniciones que el cura tan fervientemente nos inculcara para ayudarnos a transitar por nuestras vidas en un sendero directo desde la cuna al paraíso, fueron probándose a si mismo falaces, impracticables, ingenuos o asombrosamente estúpidos. Aunque eso no me impide reconocer que resultaron ser de gran beneficio para que en el barrio todos me señalaran como un buen tipo.

Será por eso que las heridas después dolieron mucho más. Me llevó demasiado tiempo convencerme de que ciertos comportamientos humanos no sólo podían llegar a existir entre nosotros, sino que de hecho ya estaban instalados para quedarse.

Con infinita congoja tuve que admitir que en general, el hombre predica lo que no cumple, aconseja lo que no hace, ama lo que no debe y se aferra desesperadamente a lo que no flota.

Realmente, ni yo mismo sé si lo que ahora me impulsa es un gran enojo o una tremenda decepción, aunque íntimamente creo inclinarme hacia esta última.

Lo que sí me agobia es el cansancio. El cansancio de vivir cansado de la podredumbre que me rodea y que se hace insoportable. Las motitas de amor y bondad que aparecen esporádicamente aquí y allá no pueden contrarrestar emocionalmente tanta carroña establecida. Nadie puso esta condenada mochila sobre mis espaldas, ni tampoco me endilgo más responsabilidad de la que me corresponde. Eso lo sé, lo comprendo. Pero si me hubiesen preparado mejor para la cruda realidad de la vida, tal vez mi capacidad de tolerancia hubiese sido otra. Quien sabe...

Desde la cúspide del puente la vista maravillosa de la ciudad es aún mejor que la de cualquier postal. Más allá, en la oscuridad de esta noche sin luna puedo adivinar, más que ver, las serranías coloreándose de primavera. No siento amargura. Sigo agradeciendo mis favores hasta el último, mientras por diecisiete gloriosos segundos vuelo como un ave esperanzada hacia la incertidumbre del edén prometido.

El texto avanza muy bien en un tema que no es fácil de desarrollar y...
el final es sorprendente!

Gracias por tu visita y comentario Federico. Aprecio tu opinión. Saludos,
José

José, muy bueno tu escrito.
Además refrenda que el espiritu esperanzado no parte desde la estupidez ni la ceguera, sino por total convicción de ser esta la mejor forma de ponerle el pecho a la vida.
Un abrazo

Muchas gracias por tu visita y comentario amigo Reche. Siempre es muy grato verte por aquí. Un abrazo de vuelta,
José

Muchas gracias Cynthia. Vos sabés que un poco de lo que escribimos es el reflejo de cómo se siente un autor. Este relato dudé en subirlo al foro porque, más que nadie, lo entiendo yo nomás..., jajaja.
Después me quejo que no la entiendo a Silvina o Gara y yo ahora me estoy poniendo a escribir en difícil.
El nombre de Ícaro en realidad acá está usado sólo como algo simbólico, porque el tipo, muy sensible, podrido de todo lo que lo rodea, aunque sin dejar de agradecer sus propias bendiciones, al final decide volar desde un puente para comprobar si lo que le prometieron existe o si es otra de las tantas macanas que le enseñaron desde chico, con muy buena intención, pero poca aplicación práctica.
Aprecio tu lectura, análisis y comentario, querida amiga. Un beso grandote,
José

Jajajaja..., los dos hablábamos el mismo idioma, pero uno lo hacía por señas. Todo aclarado entonces. Un beso enorme y mi agradecimiento de siempre por la elaboración de tus comentarios,
José

Repito. Muy bueno. Y el final, cambiando los pensamientos de tercio hacia el paisaje, de una forma simbólica, hace del final extraordinario. Y sobre todo cuando Ícaro, que lleva el título, hizo con ayuda de su padre una alas que, irónicamente, para salvarlo, le llevaron a la muerte; y, así, como tú haces una muy buena adaptación al hoy y a la realidad del mito, aunque ¿sin muerte, no XD?. El minotauro las p...... (y perdonen el taco no dicho XD) y la vida un laberinto. A veces uno se siente muy Ícaro, acaso yo ahora mismo, y por eso me siento identificado como él, como Ícaro, siempre buscando alas, para que finalmente nos queme el sol la cera. Y me reitero, me ha gustado. Tus textos nunca me decepcionan; escribes genial.

Un gusto volver a leerte. Un saludete de Samuel ¡y nos leemos!

Bueno la verdad es que ya me aburre decirte lo bien que escribes, esa claridad con que transmites tus pensamientos y la prolijidad de tus letras sumado al mensaje, hacen de este escrito una joya.
Un abrazo querido amigo

Muchas gracias amigo Samuel. Realmente celebro que mi relato te haya gustado y que lo hayas encontrado interesante. También aprecio tu tiempo para leerme y comentar.
Un saludo cordial,
José

Aprecio de alma tus palabras, Ricardo. Pero te comento que a mi mamá y mi abuelita no las aburren..., jajajajaja.
Gracias por pasar, amigazo. Un abrazo de vuelta,
José

UHM AL FINAL NO ME PARECE DECEPCIONADO,MAS BIEN RESIGNADO

El "primer motor" que nos enseña a agradecer a mi ver es Dios... Gracias por las "motitas de amor que aparecen aquí y allá"

Saludos

Alexán(dos)

Gracias Mateo. Yo creo que la decepción contínua lleva hacia la resignación. Aprecio tu visita y comentario, amigo. Saludos,
José

Alexán, agradezco tu tiempo para leerme y comentar, amigo. Saludos cordiales,
José