COSAS DE MI CIUDAD.

COSAS DE MI CIUDAD.

El viaje era el mismo de siempre, caminaba dos cuadras hasta la parada del 161 que casi siempre, venia como amagando a no detenerse por la cantidad de pasajeros que llevaba a bordo aunque… por lo general, tenia que hacerlo obligado por alguno que bajaba justo donde debíamos tomarlo los cinco o seis que a esa hora de la mañana necesitábamos viajar al trabajo. Claro… la estrategia del chofer consistía en detenerse unos metros más adelante de donde estábamos ubicados, cosa que el que tenia que descender, descendiera antes de que los que debíamos abordarlo. Algunos, llegáramos a subir a pesar de la distancia y de la corrida que teníamos que dar al percatarnos que el colectivero detenía su marcha obligado por las circunstancias.

Curiosamente nadie se quejaba. Esas eran las reglas del juego. Códigos urbanos que se establecen con el tiempo, quizá por que cada uno comprende muy dentro de si, que no hay solución para alguna cuestiones que no se solucionaron nunca ni se solucionaran, sin embargo, eso da para cortar mucha tela y no es mi intención es este relato hacer referencia a los problemas que tenemos los porteños.

Resulta que ese día, allá por los años sesenta y pico viajamos apretados como palmitos enlatados. Hacia un calor del demonio, 30° a las ocho de la mañana auguraba una jornada por demás calurosa y sumada a la infaltable humedad de Buenos Aires pintaba insoportable, cosa que exacerba el mal humor de muchos entre los que me encontraba.

Luego de una media hora de viajar parado el vehículo se fue descomprimiendo y logré conseguir un asiento en el fondo. Este era enterizo y el lugar que me tocó fue justo en frente del largo pasillo que terminaba en la única puerta de ascenso y descenso de pasajeros que se encontraba a un costado del chofer.

Después de unos minutos más de viaje quedaban muy pocas personas paradas, una de ellas era una señorita de refinadas curvas, joven y bonita que llamó poderosamente mi atención. En eso estaba cuando un hombre que ingresó al colectivo, después de mirarla insistentemente fue derecho a ubicarse detrás de ella y comenzó a rozarla con descaro.
La mujer se dio vuelta enérgicamente… lo miró a la cara y se corrió unos centímetros alejándose de él.

El tipo volvió a la carga y allí… empecé a convertirme en el hombre verde, ese de la película. Me puse de pie y sin decirle una palabra le metí una trompada con alma y vida.
El pobre diablo fue a parar debajo de los pies del chofer.

Cuando lo bajamos entre varios, incluido el colectivero todavía no sabía que le había pasado por encima.
Lo dejamos sentado en la vereda y el viaje continuó con un aplauso y el agradecimiento de la mujer.
Dos lágrimas saltaron de mis ojos y recién cuando bajé en mi destino, pude tomarme la mano que me dolía como la ostia.

Dos facturas en la mano y cuarenta días de yeso fueron la recompensa a mi hazaña de héroe.

Mmm... compadre, este relato se me hace un tanto cuanto flojo. Un tipo que golpea a otro por molestar a una chica, vale, hasta ahi vamos bien pero al ser casi inexistente una descriptiva sobre la chica y sobre el sujeto libidinoso se me hace dificil comprender la reaccion del narrador. Me refiero a que algo habia muy oculto en el subconsciente del narrador que le hizo reaccionar asi, golpear a la primera, sin aviso. En mi caso y perdona que me tome la libertad de re-escribir tu historia, yo habria establecido una conexion entre el narrador y la chica, por ejemplo:
"Aquella chica me recordaba a mi hija menor, sus ojos almendrados tenian el mismo brillo que me hacia sentir el padre mas orgulloso del mundo. Y casi me retrotraje al pasado, cuando a la luz de la luna le peinaba el cabello, antes de ir a la cama. En eso estaba cuando un hombre que..."

De esta manera ya podria yo entender mas cabalmente la reaccion intempestiva del narrador y por supuesto, bien valdria esa doble fractura en la mano.

Es solamente mi opinion, compadre. Anda, un placer leerte.

Y la chica no te dió ni siquiera su número de telefono...??? Qué barbaridad! Lindo relato de cosas que pasan en la gran ciudad. Saludos,
Jose

José pregunta y yo también ¿Ni un premio consuelo por el arrojo?
Vea, vea, somos gente grande. No quiera empaquetarnos Che!!!
Muy lindo Cochito