A través de una Ventana

En esta fría tarde otoñal, después de haber arado una y otra vez con mis zapatos el manto de hojas pardas que cubre las aceras de la gran ciudad, por fin hago una pausa para exorcizar la humedad y la gelidez de mi cuerpo, mediante un café con leche, en uno de los innumerables bares esparcidos por las esquinas de Buenos Aires.

Tomo asiento adonde casi siempre acostumbro, al lado de alguno de los ventanales, para dedicarme, mientras me voy reconfortando sorbo a sorbo, a la práctica de mi pasatiempo favorito: Observar la infinita gama de peatones que desfilan por la vereda del otro lado del cristal.

De esta manera, con lo que me trasmite el rostro, el lenguaje corporal y el aspecto general de esas personas extrañas, juego a imaginarme las historias de vida de aquellas que más llaman mi atención. Trato de adivinar sus logros, sus fracasos, sus amores o desamores, sus profesiones, sus esperanzas o frustraciones... En fin, todo lo que alguien me pueda contar sin saberlo, caminando por unos segundos frente a mi.

Descubrí que esto me entretenía hace mucho tiempo atrás. Supongo que desde la época en que me empezó a gustar la creación de historias, luego de haber aprendido a leer. Saber que podía crear universos, inventar personajes, concebir situaciones o torcer destinos de acuerdo al antojo de mi fantasía, me fascinaba y aún lo sigue haciendo. También disfruto de la buena lectura, pero muchas de esas historias escritas, a pesar de ser buenas, se me antojan demasiado cortas, o largas, o algunas veces me hacen sentir forzosamente solidario con los argumentos fabricados por sus autores, que no siempre puedo compartir. En cambio, mis historias, tienen esa especial particularidad de ser creadas a la medida justa de mis necesidades imaginativas del momento.

Mientras deleito la sensibilidad de mis manos sosteniendo la taza humeante de la que escapa un aroma exquisito, contemplo el paso laborioso y pronunciadamente encorvado de una mujer en apariencia muy anciana, de muy pequeña estatura. Su rostro es una máscara de sombría resignación. En seguida me viene a la mente una larga y penosa vida de trabajo duro con tal vez demasiadas privaciones; promesas incumplidas y afectos no correspondidos; un presente ingrato, carente de previsión por ignorancia o desidia, casi rayano con la desvalidez. Y con el triste espectro de la soledad como única compañía. ¿De qué otra forma alguien de su edad tendría la necesidad de estar caminando por la calle casi al final de esa desapacible tarde gris, si no para procurarse de alguna forma el sustento o para dilatar lo más posible el regreso a la mísera realidad de sus aposentos? Sacudo leve, filosóficamente la cabeza ante la reflexión final de esta historia instantánea: El tan frecuente como vano intento de pretender escapar de uno mismo.

Se hace un claro en la procesión de almas encarnadas. Por una angosta brecha entre dos altos edificios miro hacia el cielo plomizo. No sólo sigue igual en cuanto a su manifiesta hostilidad, sino que ahora, por efecto del avance de la tarde, parece más oscuro y ominoso. Ya es tiempo de seguir mi camino. Apuro el último trago de mi taza, mientras que la pantalla casi privada de mi ventana me obsequia fugazmente una figura masculina, alta y elegante. Su paso es rápido, firme y seguro, pero noto en un instante, sin dificultad, el apenas perceptible detalle de la mirada sumisa, baja y pesada de los vencidos.

Tengo que pagar mi consumición. Mientras meto abstraídamente la mano en el bolsillo interior del abrigo en busca de mi billetera, no puedo evitar imaginarme a un hombre de negocios, exitoso en su profesión, liderando reuniones en lugares importantes, exponiendo sus propuestas a potenciales inversores con gran convicción y contagioso entusiasmo. Alguien a quien su entorno le augura un futuro financiero brillante. Un ganador entre ganadores, que, sin embargo, jamás ha sido capaz en su adultez de llevar una vida amorosa medianamente satisfactoria. Encaja con exactitud en el estereotipo de quien, por su condición, se relaciona sólo con mujeres inteligentes y de carreras triunfales, a su propia semejanza. Intuyo más competitividad que amor en su pareja, quizás celos profesionales, que la desventaja de una posible maternidad no pudo más que agravar de manera insoslayable. Por su presente condición de abatimiento, pienso que este tal vez no sea su primer o único fracaso en este campo. Y las derrotas, en alguien tan acostumbrado a ganar, son por lo general acumulativamente agobiantes. Doy otro disimulado sacudón de cabeza mientras el mozo se cobra la cuenta y me entrega el cambio, mirándome con cierta curiosidad. Y otra reflexión sigue inevitable: Nadie, absolutamente nadie, puede jactarse de poder tenerlo todo en la vida.

Me pongo de pie, cierro con gran cuidado mi abrigo y me dirijo con desgano hacia la puerta del local. Mientras el aire frío de la calle me da su primer mordisco, levanto las solapas del cuello y camino frente a la misma ventana a cuyo lado me hallaba sentado un momento antes. Me pregunto si adentro, alguno de los que miran distraídamente a través del vidrio empañado estará pergeñando alguna fantástica historia al verme pasar.

Me reconozco en lo mismo que relatas cuando acomodo mi cuerpo, junto a la ventana de un bar.
Disfrutable querido amigo.
Un abrazo

Se disfruta el relato. Humano y cotidiano con la posibilidad que le otorga al lector de identificarse.
Es final me encantó.

Alma de escritor tenía que ser! Mil gracias por tu visita y comentario Ricardo. Un gran abrazo con todo afecto,
Jose

Gracias Silvina. Aprecio realmente tus palabras y tu visita querida amiga. Un saludo con afecto,
Jose

almas encarnadas, suena y mucho, las ventanas tienen ese poder de hacernos ver mas alla, o en este caso imaginar mucho más.
un gusto José.

saludos
k

José, como siempre un deleite leerte, imagino haber pasado frente a esas ventanas innumerable cantidad de veces. Eras vos el tipo de abrigo y solapas levantadas que me miraba tratando de desentrañar mis pensamientos? Jajajaja, que placer me produce saber que no soy el único que se queda perplejo detrás de un vidrio mientras dejo volar mi limitada imaginación.
José, creo que sos un digno representante de todos aquellos que nos permitimos seguír soñando historias propias y de otros!

Fabián..

Jajaja..., no hay nada que temer Nacho. Eso se me da mas con extraños que con gente conocida. Me alegra que te haya gustado la historia, amigazo. Siempre es un placer verte por aquí. Mil gracias por tu visita y comentario. Un gran abrazo,
Jose

Gracias Gara. Aprecio el tiempo de tu lectura y comentario amiga. Es muy lindo verte a menudo por este rincón. Un saludo afectuoso,
Jose

Aprecio de corazón tus palabras Fabián. Me alegra que te haya gustado el relato y me alegra siempre recibir tu visita en esta, mi casa literaria. Recibe mi afectuoso saludo amigo,
Jose

Jaaa... Cynthia, somos varios los chusmos a los que nos gusta imaginar historias y cosas viendo fluir la gente y la vida a nuestro alrededor. Si estuviéramos vos, Ricardo y yo detras de la ventana de un bar, creo que no quedaría títere con cabeza..., jajajaja... Mil gracias por regalarme tu visita y tan lindo comentario, querida amiga.
Un besote enorme,
Jose

UFF,JA A MI ME VEN A TRAS DE UN VIDRIO O ME VEN CAMINAR Y DICEN QUE LOS VOY A ROBAR JA,ESTEREOTIPOS QUE TIENEN ALGUNOS.
ME GUSTO,AHORA ME IMAGINE A LA VIEJJITA UNA SEÑORA DE ESAS MILLONARIAS,AMARGADAS,QUE GUARDAN LA PLATA ABAJO DEL COLCHON Y NO TIENEN NI QUE PONERSE..UF,JA
MUY BUENO EH.ME CUIDARE DE NO PASAR FRENTE A TU VENTANA.

Mateo, este hábito no creo que funcione solamente por aspecto. Hay ademanes, muecas, miradas, posturas que suelen delatar algunas cosas (al menos dentro de mi bocho). Lo demás es pura fantasía para completar una historia instantánea que puede llegar o no a aproximarse a la realidad. Siempre es un placer recibir tu visita, amigo. Un gran abrazo,
Jose

"En fin, todo lo que alguien me pueda contar sin saberlo, caminando por unos segundos frente a mi." Esta frase resume todo lo que un escritor debe saber para hacer historias.
El final, que revierte el juego de cazador y presa, le da la debida grandeza al texto porque nos deja pensando en varios planos, como debe ser un buen texto.

Muchas gracias Jaime. Veo con entusiasmo que somos varios los practicantes de la profunda observación de seres y cosas que para muchos es irrelevante. Aprecio mucho tu visita y comentario querido amigo. Un abrazo,
Jose

Federico, me siento muy halagado por tus palabras. Muchas gracias por tu tiempo para leer y comentar este texto. Te envío un fuerte abrazo con mucho afecto,
Jose