TRINA MERCEDES LEÉ DE HIDALGO
Cada día, al amanecer, sentir que respiramos, que podemos contemplar el paisaje, oir desde el techo el trinar de los pajaritos, apreciar el resplandor del sol, emprender la rutina con amor y entusiasmo, damos gracias a Dios por tanta bondad, por su dulzura y el amor que nos profesa, por esa oportunidad de aprender tantas cosas que forman el libro de nuestra vida y experiencia. También tenemos la dicha de poder entrar en profundas reflexiones para encontrarnos con nuestro propio silencio, despertar el alma, animar la espiritualidad, conocer nuestra subjetividad, crecer como seres humanos, y ello involucra cambios constantes que no se pueden escudar en las mentiras, el egoísmo, la envidia, la mala intención. Generalmente, las personas que experimentan estos antivalores viven mal, encerradas en una oscuridad que no les deja ver la pureza, bondad, progreso, superación personal de los que supuestamente quieren y/o son sus amig@s. Son ellas las que sufren, se incomodan, tienen rencores, odios, rabias ocultas que los van carcomiendo mientras que los que causan sin pensarlo, ni quererlo estos sentimientos negativos, están en paz consigo mismo, ignorando que sus triunfos, alegrías, esfuerzos, puedan originar un volcán de sensaciones en algunas personas que los rodean…
Por eso, es que hay que apreciar y valorar la vida, aprovecharla al máximo, porque se va tan rápido y en esa evaluación se debe reconocer que es hermosa, aún con sus trances amargos, significativos, alegres, tristes, emocionantes o traumáticos. Entonces, debemos aceptar todas estas circunstancias como lección de vida convertida en empeños, constancia, esfuerzos y esperanzas. Es sobreponerse a las situaciones negativas, el regocijarse y disfrutar plenamente los momentos bellos en que se comparte el amor, la solidaridad, reciprocidad, corresponsabilidad, unión, como indicadores esenciales de los valores humanos. Es identificar también que la madre es el manojo de ternuras incalculables, de sacrificios y desvelos, de ejemplos que a veces no valoramos tanto como se debe y no disfrutamos plenamente, su presencia física y cuando fallece, será raro el día en que no recordemos sus enseñanzas, consejos y vivencias. En esa telaraña que es la existencia, también debemos aprender que la pareja debería ser la compañera (o) eterna (o), porque su recuerdo ha de permanecer en el tiempo y la distancia, aún después de muert@ y ello nos fortifica para seguir adelante hasta cumplir nuestro proyecto de vida.
También debemos permanecer en la fe y cultivarla porque Dios es el ser supremo que guía nuestros pasos y nos fortalece en cualquier momento y/o circunstancia. Igualmente, amemos la naturaleza que es su obra modificada por la inteligencia del hombre, del cual aprendemos cada día hasta de los que tienen menos preparación intelectual que nosotr@s para llegar a la conclusión de que no sabemos nada.
Para ustedes, el poema de esta semana:
En el camino aprendí
que el querer no es poder,
pues no puedes regresar
a confundirte en mi ser,
que no todo se nos da
en vano planificamos,
exigimos la verdad,
mientras a Dios suplicamos..
No puede mas la razón
el cumplir nuestra exigencia
pues si tenemos conciencia
a ese Dios soberano
no se pone condición.
TRINA LEÉ DE HIDALGO
ARTÍCULO PERIODÍSTICO DIARIO EL REGIONAL ARAURE PORTUGUESA VENEZUELA
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